Si uno suele irse a dormir a las cinco de la madrugada y quiere, llegado el momento, hacerlo a las diez de la noche, que retrase siete horas su horario de sueño. Eso es lo que propondrían la mayoría de personas, desde el sentido común más que desde la práctica real. Allá por diciembre, yo decidí hacerlo distinto (suena a anuncio de teletienda, lo sé), o sea, en vez de retrasar mi horario siete horas, adelantarlo diecisiete. En primer lugar porque soy del norte. En segundo porque ese cambio, las tres veces que lo he hecho, no me ha dado mas que beneficios.
Hace mes y pico anoté la penúltima modificación de mis horarios de sueño:
Martes: 6:30 – 15:30
Miércoles: 6:45 – 18:00
Jueves: 11:30 – 19:45
Viernes: 12:30 – 21:30
Sábado: 15:00 – 23:30
Domingo – lunes: 17:00 – 2:30
Lunes – martes: 18:00 – 3:30
Martes – miércoles: 17:00 – 4:15
Miércoles – jueves: 21:00 – 7:00
Tardé nueve días en total; una cantidad desorbitada. Por eso el último adelantamiento he tratado de hacerlo en cinco días.
¡Qué locura!, pensareis algunos. Pues bien, he sacado varias ventajas de esto. Las enumero:
I. Durante unos cuantos días después suelo recordar los sueños con bastante claridad, lo cual me gusta.
II. Durante y tras el cambio, mi cuerpo regula con impresionante automatización la cantidad de horas de sueño, la cual suele andar entorno a siete y media. No desperdicio ni un ápice de tiempo tirado en la cama. A los poquísimos minutos en que me marcho a dormir ya estoy sopa.
III. El despertar, ya digo, es casi automático. Después de esas siete horas y media me levanto con la mente en pleno funcionamiento y repleto de energías.
IV. ¡Oups! Esta la había olvidado. Sencillamente que es un modo muy util de pasar de un horario a otro. De la noche a la mañana y de la mañana a la noche, conforme me salga de las pelotas.
Esto, para una persona como yo, que siempre ha sido de dar vueltas y vueltas en la cama y de despertarse con absoluta desgana fulminado por la alarma del reloj, es algo muy gratificante. Me siento mejor y tengo más tiempo disponible. Claro que, también es posible que esté excediéndome con mi cuerpo y que esas consecuencias positivas sean resultado de procesos negativos para mi organismo. He ahí mi duda. Quiero estar seguro de que no hago con frecuencia algo que me perjudique mas allá de quedarme medio sopa delante de la tv esperando media hora para irme a la cama. Agradecería a quien me eche una mano al respecto. Os pido también sugerencias; decidme libros serios en los que pueda aprender cosas sobre el sueño (lejos del plano de la interpretación, sueños lúcidos, y esas movidas) y los biorritmos.
Eso es todo. Buenos días.