El desdichado episodio de la noche del 24 de julio ha dejado con las vergüenzas al aire a TVE y ha evidenciado las carencias en las que se desenvuelve una televisión pública cuya existencia carece de sentido si cuando tiene que ser útil no lo es.
La escandalosa envergadura del ridículo que hicieron en la cobertura del accidente de Santiago ha llevado tanto al Consejo de Informativos como a los sindicatos a publicar sendas notas informativas criticando lo que pasó. Lo que ocurre es que, tras conocer su contenido, a mi me quedan bastantes dudas. Veamos:
Dice el Consejo de Informativos, tras propinarse algún que otro golpe de pecho y dejar toda la responsabilidad en el tejado del staff de la cadena, que espera que la experiencia sirva “para elaborar un protocolo para casos de emergencia o delimitar claramente las funciones de coordinación” Vamos a ver, ¿me estáis diciendo que eso no estaba hecho? ¿Me estáis diciendo que con la pasta que nos cuesta mantener ese medio de propaganda al servicio del gobierno, ese aparato para cuyo mantenimiento la excusa es que se trata un servicio público, cuando llega el momento de funcionar como tal resulta que no existe un protocolo que contemple esa posibilidad?
¿Me estáis diciendo que tenéis un canal de 24 horas que cuesta diez veces más de lo que costaba CNN+, un canal cuya esencia ha de ser la rapidez y los reflejos ante lo imprevisto, y que a pesar de todo os faltan medios, personal y protocolos?
Vayamos ahora al comunicado de Comisiones Obreras. También se dan golpes de pecho: “No hemos estado a la altura -admiten- porque ha faltado pulso profesional, un pulso que después de lo sucedido (la noche del 24) hasta se puede dudar que exista, al menos en el nivel que se le exige a la Corporación RTVE”
Acto seguido apuntan: “El trágico accidente de Santiago ha puesto en evidencia las consecuencias de la gestión de los responsables de informativos, hablamos en este caso de TVE. Sus cada vez más demostradas graves carencias y sus graves errores de gestión nos han colocado en un mal lugar, no hemos sabido cumplir con nuestra obligación de prestar el servicio público de calidad que se nos exige y que es la esencia de nuestro trabajo“.
Y concluyen: “Los recientes cambios anunciados en distintas responsabilidades de las distintas áreas de informativos para la nueva temporada parecen guardar una intencionalidad que en nada es compatible con las necesidades reales que tienen los servicios informativos de TVE”
Llevan toda la razón en lo que dicen. La nueva dirección de TVE deja cada vez más en evidencia la política de desguace programado que los ultraliberales que nos gobiernan practican descaradamente con la empresa. Hasta que no acaben con ella no pararán, para luego privatizarla por cuatro duros. Todo eso es verdad, es denunciable, y hay que hacer todo lo posible por evitar que lo consigan.
Pero hay momentos en los que, cuando ocurren cosas como las del 24 de julio, alguien tiene que decir algo más. Con el mayor espíritu constructivo, créanme los que me lean, yo pienso que es bueno matizar y puntualizar algunas cosas, a riesgo de que hacerlo pueda ser considerado poco corporativo y políticamente incorrecto.
Quien haya trabajado en un canal de información continua sabe que actuar con rapidez y dar información de primera mano no es solo cuestión de dinero ni de protocolos sino de pundonor, ganas y un cierto punto de insensatez. Cuando ocurre un desastre como el de la noche del miércoles 24 en Santiago de Compostela primero se pone uno en marcha y después pide permiso. Los criterios informativos han de primar por encima de los burocráticos sin perder ni un solo minuto en la duda sobre si saltárselos o no. Hay que saltárselos, aunque el que mande no tenga sangre en las venas. Cuando está en juego tu prestigio profesional no te tiene que importar la bronca que te puede caer por hacer las cosas como crees que debes. Igual fue así como actuó la infantería de a pie, en cuyo caso me la envaino pero convendrán conmigo en que, si esa fue la actitud, no consiguió tener ningún éxito.
Sin ánimo de darle lecciones a nadie, era muy fácil haber quedado bien el día 24: se interrumpe la programación habitual, por lo civil o por lo militar, se pone alguien en plató, se hacen conexiones telefónicas, fotos, referencias de Twitter, yo qué sé, pero se informa. Se dan teléfonos útiles, se invita a alguien urgentemente a plató, se pide a todo espectador que tenga una imagen que la mande por correo electrónico y se emite inmediatamente. ¿O eso solo se puede hacer con las postales de “El tiempo”? Si es necesario se hace radio televisada, no pasa nada, pero se informa y se demuestra que, salvo imponderables, todo lo que humanamente se puede hacer se está haciendo.
Hay momentos en la vida donde uno no puede ir de agraviado. Que el staff de la cadena es una retahíla de impresentables ya lo sabemos. Pero no todas las responsabilidades son siempre del poder. Pegarse latigazos sacando comunicados que atribuyen a la falta de medios el mayor porcentaje del fracaso no creo que zanje la cuestión de fondo.
Los sangrantes recortes han dejado la casa como un erial, sobre todo en los centros territoriales, es verdad. Pero mucho me temo, conociendo la caradura de los prebostes, que van a intentar darle la vuelta a lo que ocurrió para utilizarlo en beneficio de sus mezquinos objetivos. Si la televisión pública, con lo que cuesta -argumentarán-, no sirve ni para dar el do de pecho en noches como la del 24, ¿para qué mantener tanto gasto?
Y continuarán con el desguace programado de la televisión pública hasta conseguir privatizarla y ponérsela en bandeja al Vasile de turno, quien proclamará también sin pudor alguno -como ya refería en mi post anterior- que las televisiones no necesitan periodistas, sino comunicadores.