Recomiendo muchísimo "La Trampa de la Diversidad" de Daniel Bernabé, que trata estos temas sobre la multiplicidad de identidades en la izquierda posmoderna, que aspira y anhela mantener sus particularidades y a ser clase media como forma de vida.
El feminismo también, evidentemente, lo trata como parte de este acontecimiento. Más o menos lo que viene a decir es que a partir de los años 80 se fraguan una serie de fenómenos que provocan que la sociedad cambie. Por un lado, la irrupción del posmodernismo, que acaba con el proyecto de la modernidad, de la Ilustración, es decir, con los proyectos totalizadores que tratan de alcanzar el fin de una sociedad mediante una ideología cerrada, definida; por otra parte, la entrada en juego de las políticas de Thatcher y Reagan, posteriormente las de Clinton y Blair, que fomentan una clase media basada en profesiones relacionadas con la tecnología y que señalan como meta aspiracional de la población (el punto es que se medra en la individualidad).
Todo este proceso deviene en la ruptura de un movimiento homogéneo de lucha, por lo tanto, lo que se genera es que reivindicaciones, legítimas hasta ese momento, que buscaban la igualdad, acaben significando totalmente lo contrario, es decir, que fomenten la desigualdad. En la pugna por mantener sus especificidades y no diluirse en formas organizativas colectivas, lo que se genera es una fragmentación continua de estos grupos, llevando todo esto cada vez un paso más allá en virtud de estar presentes.
Y a partir de este punto se da lo que recoge #1 . Cuando estos movimientos han quedado totalmente disociados de la totalidad de un anterior proyecto, quedan vacíos de contenido, es decir, son una espada roma. Por lo tanto, tanto empresas como políticos, no tienen ningún reparo de ponerse del lado de toda esta simbología o reivindicarla, puesto que ya no tiene ninguna petición material que en sí es el principal problema.
Pues esto es lo que ha pasado con el feminismo, y por eso lo vemos en todas partes: se ha convertido en un bien consumible que millones de mujeres compran a modo de moda. De ahí que esté tan presente. De hecho, el corto es una representación clara de las aspiraciones que cita Bernabé, esa necesidad de decir "aquí estoy yo que soy feminista" y la aspiración de emular a los que están arriba.