Rudolf Höss colgando de la horca en Auschwitz el 17 de abril de 1947 (Fotografia de Stanislaw Dabrowleck)
Rudolf Höss fue el primero de los tres comandantes sucesivos del campo de concentración de Auschwitz. Compareció ante el Tribunal Militar Internacional (TMI) como testigo, el 15 de abril de 1946. Su declaración causó sensación, confesó los crimenes más horrendos que la historia jamás había conocido. Decía haber recibido personalmente la orden de Himmler de exterminar a los judíos. Estimaba que en Auschwitz 2.500.000 habían sido exterminados con gas y al menos otros 500.000 habrían sucumbido al hambre y las enfermedades, lo que daba una cifra total de alrededor de 3.000.000 de muertos. Estas confesiones eran falsas. Le habían sido arrancadas mediante la tortura. Hizo falta esperar hasta 1983 para conocer la identidad de los torturadores y la naturaleza de las torturas.
Las confesiones de Höss están constituidas por cuatro piezas distintas que, según el orden cronológico, son las siguientes:
1.– Una declaración escrita firmada el 14 de marzo de 1946; se trata de un texto dactilografiado de 8 páginas redactado en alemán desprovistas de todo membrete y de toda referencia administrativa impresa y con abundantes correcciones diversas, sin la más mínima rúbrica. Höss firmó una primera vez después de haber escrito: “14.3.46, 2,30 horas”. Procedió del mismo modo tras dos líneas dactilografiadas que dicen: “He leído et texto precedente; confirmo que corresponde a mis propias declaraciones y que es la pura verdad”. Siguen los nombres y las firmas de dos testigos: dos sargentos británicos. Viene por fin la firma de un capitán de la Sección 92 de la Seguridad Militar en Campaa que certifica que los dos sargentos han estado presentes durante todo el procedimiento durante el cual el prisionero R. Höss ha efectuado voluntariamente su declaración. La fecha es la del 14 de marzo de 1946.
Los Aliados atribuyeron a este docurnento la ref. NO- 1210.
2.- Una declaración bajo juramento firmada el 5 de abril de 1946, o sea 22 días mas tarde. Höss la firmó, no en su lengua, sino en la de sus captores. Su firma aparece tras tres reanudaciones: “Entiendo el inglés, lengua en que se halla redactado el texto precedente. He declarado según la verdad, he hecho esta declaración voluntariamente y sin coacción; tras haber releído mi declaración, la he firmado y certificado. En Nuremberg, Alemania, el 5 de abril de 1946″.
Las líneas enteras están añadidas en mayúsculas manuscritas a la manera inglesa, mientras que otras son tachadas de un plumazo. No hay ninguna rúbrica ni ninguna advertencia sobre el número de palabras tachadas como nulas.
La ref. que los Aliados dieron a este documento es PS-3868.
Para disimular el hecho de que Höss había firmado una declaración bajo juramento que estaba en inglés, cuando habría debido estar en su propia lengua, en alemán, y para hacer desaparecer los tachones, las añadiduras y las correcciones, se recompuso el texto en limpio y se presentó como una “traducción”. Pero el tramposo fue demasiado deprisa. Creyó que una añadidura al párrafo 10 (debida a una mano inglesa) era una añadidura al final del párrafo 9. El resultado que el final del párrafo 9 se transformó en algo totalmente incomprensible.
Existen, pues, dos documentos diferentes bajo la misma acotación PS-3868: la pieza firmada por Höss y el “remake”. Este “remake”, esta chapuza, fue la utilizada ante el TMI.
3.– La declaración oral tan espectacuIar que ya he mencionado y que fue hecha ante el TMI el 15 de Abril de 1946, es decir, diez días después de la redacción del documento PS–3868.
Paradójicamente, fue un abogado de la defensa quien pidió la comparecencia de Höss. Cuando llegó el turno para el representante del ministerio de interrogar a Höss, hizo que pareciese que leía la declaración firmada por éste último y, en realidad, leyó extractos del “remake”. Hadan Amen dio un pretexto para no leer el párrafo 9 preguntaba a Höss si era aquello lo que él había dicho. Recibió, eh todo y para todo, las siguientes respuestas: “Jawohl”, Jawohl”, “Jawohl”,” “Ja, es stimmt” a enormidades de bulto.
Normalmente deberían haberse hecho cien preguntas sobre este exterminio y las cámaras de gas, es decir, sobre un crimen y un instrumento del crimen sin precedentes en la historia. Pero nadie planteó esas cuestiones. En particular, el representante del ministerio, Coronel Amen, no solicitó ninguna precisión
4.–, Los textos reunidos generalmente bajo el título de “Le Commandant dAuschwitz parle” (en alemán “Kommandant in Auschwitz”). Höss los habría redactado a lápiz bajo vigilancia en la cárcel de Cracovia, a la espera de ser procesado. Fue condenado a muerte el 2 de abril de 1947 y colgado 14 días más tarde, en el campo de Auschwitz. Fue necesario esperar hasta 1958, es decir 11 años más tarde, para que se editaran en alemán lo que se ha llamado sus “Memorias”. La publicación corrió a cargo del historiador Martin Broszat, que suprimió fragmentos que habrían mostrado claramente que Höss o sus carceleros polacos comunistas habían escrito barbaridades.
REVELACIONES DE HÖSS SOBRE SU PRIMERA CONFESION
Höss cayó en manos de los británicos, que lo encerraron en un campo para SS. En su calidad de agricultor profesional, obtuvo una liberación anticipada. Fue empleado como obrero agrícola en una granja durante 8 meses. La Policia Militar reinició su búsqueda. Cuenta en sus memorias las circunstancias de su captura y lo que ocurrió después. El trato que sufrió Höss fue particularmente brutal. A primera vista asombra que los comunistas polacos permitiesen a Höss efectuar estas revelaciones sobre la Policía Militar británica. Tras una reflexión descubrimos que pudieron ser guiados por uno o más de estos motivos:
– El deseo de dar a esta confésión una apariencia de sinceridad y veracidad;
– La intención de suscitar en el lector una comparación halagadora para los comunistas polacos entre los métodos británicos y los métodos polacos.
– La necesidad de dar una explicaci6n a varios absurdos contenidos en el documento NO–1210 que los policias británicos habían hecho firmar a Höss, consistiendo uno de éstos en afirmar la existencia de un”campo de exterminio” en un lugar que no ha existido jamás en ningún mapa de Polonia: “Wolzek, cerca de Lublin.
He aquí en qué términos relata Höss :
“El 11 de marzo, a las 23 horas, vinieron a arrestarme. Dos días antes de esa fecha mi ampolla de veneno se había roto. Despertado de un sobresalto, creía que era atacado por ladrones que, en aquellos tiempos, eran muy numerosos enla región: no tuvieron pues ninguna dificultad en arrestarme. Et tratamiento que recibí de la Field Security Police no fue particularmente clemente.
Se me Ilevó a Heide y me encontré de nuevo por azar en el mismo acuartelamiento del que los ingleses me habían liberado 8 meses antes. Mi primer interrogatorio fue “contundente”, en el sentido concreto de la palabra. Firmé la declaración verbal, pero no sabía lo que contenta: el uso alternado del alcohol y del azote era demasiado, incluso para mí. El azote era de mi propiedad personal. Se hallaba par azar en el bagaje de mi mujer. No creo que con él haya golpeado a mi caballo y ciertamente no lo habia hecho con los internados. Pero el hombre que me interrogaba pensaba probablemente que me había servido de aquél para golpear a los prisioneros durante todo el día.
Al cabo de algunos días, fui conducido a Minden-a.d.-Weser, centro de interrogatorios en la zona inglesa. Allí sufri un tratamiento todavía más brutal por parte del procurador militar, un comandante inglés.
Al dia siguiente se me trasladó en vehículo especial a Nuremberg, tras mis experiencias precedentes aquella cárcel fue una cura de salud. Representantes de todos los países aliados venían todos los días a dar una vuelta por nuestra prisión: en cada ocasión se me mostraba como una “bestia feroz”.
Se me había hecho venir a Nuremberg como testigo de descargo de Kaltenbrunner, a petición de su defensor. Hasta ese día no Ilegué a comprender por qué era yo, entre todos, quien había sido elegido para ese papel.
Las condiciones de mi estancia eran excelentes bajo todos los aspectos; disponíamos de una gran biblioteca y podía emplear todo mi tiempo en leer. Pero los interrogatorios eran verdaderamente muy penosos: No se nos inflingían malos tratos, pero la presión moral era muy difícil de soportar. No podia llevarme bien con mis jueces: todos eran judios.
El 25 de mayo, fui conducido al aeródromo donde se me entregó a oficiales polacos. Un avión de los EUA nos Ilevó a Varsovia”.
REVELACIONES EN 1983 SOBRE LOS TORTURADORES BRITÁNICOS DE HÖSS
Los revisionistas habían probado, desde hacía tiempo, que las diversas confesiones de Höss contenían tantos errores que no era posible otorgarles credibilidad. Höss habia sido torturado por británicos de la “92 Field Security Section”. Pero hacía falta una confirmación de esta hipótesis. La confirmción Ilegó con la aparición de un libro inglés que contenía el nombre del principal torturador (un sargento británico de origen judío). que no experimentaba ningún remordimiento, antes bien estaba orguIloso de haber torturado a un “nazi”. Hicieron falta tres días para obtener “Una declaración coherente”.
Tampoco se dan cuenta de que esa “declaración coherente” no es otra cosa que la confesión, verdaderamente loca que iba a marcar para siempre la historia del mito de Auschwitz.
El 11 de marzo de 1946 Clarke y otros cinco especialistas en información, con uniforme británico penetran en el domicilio de la Sra. Höss y de sus hijos. Clarke se pone a gritar: “Si no nos dice dónde está (su marido) la entregaremos a los rusos, quienes la colocarán ante un poste de ejecución y enviarán a su hijo a Siberia”.La Sra. Höss sucumbe y el emplazamiento de la granja donde estaba escondido su marido. Revela asimismo su falso nombre, Franz Lang. Y Clarke añade: “Una intimidación parecida sobre et hijo y la hija produjo informes idénticos”.El sargento judío y los otros cinco especialistas en interrogatorios de tercer grado parten entonces a la búsqueda dé Höss al que sorprenden en plena noche.
“Höss profirió un grito ante la simple visión de los uniformes británicos. Clarke aulló: ¿tu nombre?’. Cada vez que la respuesta era “Franz Lang”, et sargento Clarke aplastaba la cara de Höss de un puñetazo. A la cuarta, Höss cedió y reconoció quién era. El prisionero fue arrastrado desnudo hasta una de las mesas de matanza y allí Clarke creyó que los golpes y gritos no acabarían nunca.
Al final, el oficial de sanidad presente intervino con insistencla ante el capitán: ‘Dígales que paren o es un cadáver lo que usted se llevará’. Se echó sobre Höss una manta y fue arrastrado hasta el coche de Clarke, donde este derramó en su garganta una buena dosis de whisky.
Entonces, por vez primera, Höss contó una justificación que iba a repetir a menudo: ‘Recibía mis órdenes de Himmler. Soy un soldado como ustedes. Era necesario obedecer las órdenes’. El equipo estaba de regreso en Heide a las tres de la mañana. La nieve continuaba arremolinándose pero se le arrancó a Höss su manta y se le hizo atravesar completamente desnudo et patio de la prisión hasta su celda.
Höss se puso a relatar, sin ton ni son, cómo, habiendo prendido fuego a los montones de cadáveres, se recogía la grasa que de ellos se desprendía para volver a verterla -sobre los cadáveres. Evaluaba en dos millones el número de muertos sólo en el tiempo en que él había estado de comandante en Auschwitz; las matanzas alcanzarían a veces el número de 10.000 víctimas al día.
Rupert Butler termina su relato diciendo que Höss ya no buscaba negar ni escapar a sus responsabilidades. Es un hecho que en el proceso de Nuremberg, “Höss tenía el aspecto de un pingajo porque se había hecho de él un andrajo”.
Al final de su proceso en Cracovia, Höss acogió la sentencia de muerte con aparente indiferencia. R. Butler observa a este propósito: “(Höss) había conprendido que los Aliados habían recibido órdenes y que era absolutamente incuestionable que esas órdenes serían ejecutadas” No sabríamos decirlo mejor. R. Höss, a semblanza de millares de acusados alemanes entregados a la gracia de vencedores totalmente convencidos de su buen derecho, había comprendido rápidamente que no había otra elección que pasar por la voluntad de estos justicieros del Oeste y del Este”.
R. Butler evoca a continuación el caso de Hans Frank, antiguo Gobernador General de Polonia. Con el mismo tono de satisfacción moral relata las circunstancias de su captura y el tratamiento recibido:
“La celebridad del personaje no surtió ningún efecto en los dos soldados norteamericanos de color que lo detuvieron y que hicieron Io necesario para que fuera trasladado a la prisión municipal de Miesbach solamente después de que hubiese sido salvajemente golpeado y después arrojado a un camión. Frank aprovechó para cortarse la arteria del brazo izquierdo. No era, evidentemente, cuestión de dejarlo salir bien librado tan fácilmente: un oficial de sanidad le salvó la vida para poder ser colgado”. Hans Frank y Rudolf Höss no fueron los únicos en sufrir tratamientos de este género. Entre los casos más célebres se conocen los de Julius Streicher, Hans Fritzsche. Franz Ziereis, Josef Kramer, Oswald Pohl. Pero el caso de Höss es, con mucho, el más grave, por sus consecuencias. Ningún documento alemán prueba la existencia de una supuesta politica de exterminio.
Bernard Clarke es actualmente un hombre de negocios próspero establecido en el sur de Inglaterra. Se puede decir bien que fue su voz y su espíritu depravado lo que se escuchó en Nuremberg el 15 de abril ( 1946, cuando el procurador Amen daba lectura a la pretendida confesión de Höss. Ese día emprendía su vuelo una mentira de proporciones planetarias: la mentira de Auschwitz.
En un documento de algo más de dos páginas, Moritz von Schirmeister refiere que Höss le contó: “Seguramente he firmado que he matado a dos millones y medio de judíos. Pero podría también haber firmado que fueron cinco millones. Hay precisamente métodos para obtener cualquier tipo de confesión, sea cierta o no”.
OTRA DECLARACIÓN FIRMADA DE HÖSS
Los torturadores británicos de Höss no tenían razón alguna para molestarse. Tras haberle hecho firmar el documento NO-1210 el 14 de marzo de 1946, obtuvieron de él una nueva firma, esta vez el 16 de marzo y en esta ocasión al final de un texto en inglés, redactado por la mano de un inglés, con un espacio en blanco en la parte del papel donde debería haber figurado el nombre del lugar. Era necesario todo el cinismo, la inconsciencia y la ingenua truhanada de los torturadores para hacerle firmar una sencilla esquela donde se leía, en inglés:
Declaración efectuada voluntariamente en la prisión de (pasaje en blanco) por Rudolf Hösss, antiguo comandante del campo de concentración de Auschwitz, et 16 de marzo de 1946.
Personalmente he organizado bajo órdenes recibidas de Himmler en mayo de 1941 el gaseamiento de dos millones de personas, entre Junio y Julio de 1941 y finales de 1943, tiempo durante el cual he sido el comandante de Auschwitz.
Firmado:
Rudolf Höss
SS-Stubfhr.
Antiguo Kdt.deAuschwitz-Birkenau.”
Incluso la palabra ‘signed’ (“firmado”) pertenecía a una mano inglesa.
CONCLUSIÓN
El testimonio de Rudolf Höss era de una imporiancia primordial para los historiadores defensores de las tesis del exterminio de los judíos y de la existencia, en Auschwitz, de cámaras de gas homicidas. Rudolf Hoss efectuó este testimonio bajo tortura. La ironía ha querido que esa confirmación de la tesis revisionista haya sido involuntariamente aportada por un historiador exterminacionista. Este último no suponía ciertamente la importancia de su descubrimiento, que acabó de corroborar en Octubre de 1986 una emisión televisada británica: ‘Secret Hunters’.