INFORME FILOLOGIC PRESENTAT AL DIRECTOR DE LA RAE EN MADRID
RAZONES QUE JUSTIFICAN EL CAMBIO DE DEFINICIÓN DE VALENCIANO EN EL RAE POR OTRA QUE RECONOZCA SU RANGO DE LENGUA
- Desde un punto de vista jurídico la única categoría oficial del valenciano es la de “lengua” o “idioma”, de acuerdo con el Estatut d’Autonomia de la Comunitat Valenciana de 1982, su reforma de 2006 y la Llei d’Us i Ensenyança del Valencià de 1983.
Dice el artículo 6 del Estatut d’Autonomia:
“I. La lengua propia de la Comunitat Valenciana es el valenciano.
II. El idioma valenciano es el oficial en la Comunitat Valenciana, al igual que lo es el castellano, que es el idioma oficial del Estado. Todos tienen derecho a conocerlos y a usarlos y a recibir la enseñanza del, y en, idioma valenciano.
III. La Generalitat garantizará el uso normal y oficial de las dos lenguas y adoptará las medidas necesarias para asegurar su conocimiento”.
En este sentido cabría recordar que el propio Estatut d’Autonomia de la Comunitat Valenciana fue redactado siguiendo las normas de la Real Academia de Cultura Valenciana, el organismo de titularidad pública que ha asumido la normativización autónoma e independiente de la lengua valenciana.
La consideración legal del valenciano como lengua responde a la conciencia lingüística y no dialectal manifestada por los autores valencianos a lo largo de toda la historia, según queda de manifiesto en El crit de la llengua,[2] un compendio histórico de cerca de quinientas páginas de la denominación “lengua valenciana”, en ocasiones opuesta explícitamente a la catalana, entre los escritores valencianos. En sentido contrario, quienes defienden que el valenciano es un dialecto del catalán tan solo han podido argüir un puñado de casos dudosos de aplicación del gentilicio catalán al habla de los valencianos. Estos testimonios desviantes, cuantitativamente insignificantes, en los que se denomina catalán a la lengua de los valencianos, bien son casos anfibológicos, bien esconden una evidente motivación política o bien son manifestaciones correspondientes a ciudadanos no valencianos.
La atribución del rango de lengua al valenciano por parte del Estatut d’Autonomia representa la cristalización legal de la conciencia lingüística autónoma no dialectal de los valencianohablantes. Baste señalar que en las encuestas del ALPI todos los encuestados del dominio lingüístico valenciano manifestaron que hablaban el valenciano, expresión unánime de una conciencia lingüística independiente. La doctora Antje Voss explica en su obra Das Valencianische zwischen Autonomie und Assimilation[3] cómo decidió consagrar su tesis doctoral al análisis de la categoría lingüística del valenciano a raíz de una estancia en la Comunitat Valenciana en la que comprobó sorprendida que los valencianos afirmaban hablar valenciano y no catalán. Esta conciencia lingüística ha llegado a ser reconocida por la propia élite cultural que defiende la subordinación del valenciano al catalán. Dice Ll. Revest: “La denominación lengua valenciana o valenciano vive exclusivamente por toda la extensión de las tierras donde se habla esa lengua dentro de nuestro Reino, cuyos hijos, quitando muy pocas excepciones, bien que se admiran si les dijeran que hablan catalán”.[4]
4.-El valenciano es desde el siglo XV y hasta las últimas décadas del siglo XVII, un idioma sujeto a una activa evolución, la cual desemboca, no en la modificación aislada de ciertos aspectos de la lengua, sino en una estructura coherente que la dota de un carácter orgánico, resultado de un conjunto de transformaciones armónicas relacionadas entre sí. Dicha evolución afecta tanto al valenciano literario, como al coloquial y administrativo[5]. Es esta razón de historia interna de la lengua y no solo el esplendor social y cultural del Reino de Valencia en el siglo XV la que explica la conciencia lingüística autónoma de los valencianohablantes en general, y en particular de los escritores clásicos, al calificar la lengua de sus obras literarias como valenciana. Esta transformación diacrónica otorga al valenciano un espacio propio y definido en el conjunto de las lenguas románicas. Se ha discutido mucho sobre la filiación lingüística del catalán y su consideración como lengua puente entre las lenguas galorrománicas y las iberorrománicas. Últimamente Blasco Ferrer ha insistido en la caracterización del catalán como lengua de transición entre ambos grupos lingüísticos, aunque matizando que comparte más características con el galorrománico. En realidad, la condición de lengua puente conviene más propiamente a la valenciana, cuya caracterización lingüística es pieza clave para entender la transición entre el grupo galorrománico y el iberorrománico. La adopción por parte del valenciano de soluciones como el empleo de la preposición en con valor locativo, la distribución paralela a la del castellano de los verbos ser/estar, la conservación del artículo neutro lo, el sistema deíctico de tres grados (ací-ahí-allí; este- eixe, aquell) o la generalización de la preposición a ante OD de persona, rasgos consolidados tras una larga lucha de más de dos siglos con las correspondientes soluciones galorrománicas (preposición a con valor locativo, confusión ser/estar, inexistencia del artículo neutro, sistema deíctico de dos grados, ausencia de la marca de concordancia objetiva a ante el objeto directo animado, etc.), conforman un conjunto de evoluciones conexas y coherentes que le otorgan una fisonomía propia y definida de lengua de transición, al convivir con otros rasgos más propiamente galorrománicos como el pronombre neutro ho o la perífrasis verbal vaig + infinitivo con valor del pasado. Esta condición de lengua puente queda claramente de manifiesto a través de ciertas particularidades como el funcionamiento de los pronombres adverbiales en, hi. En valenciano el pronombre ne/en sustituye a los complementos de origen de los verbos de movimientos (me’n vaig=d’ací) y a los complementos de objeto directo indeterminados (¿quantes ne vols?=de pomes), pero tiene un uso más restringido que en francés y catalán, pues actualmente no reemplaza una determinación de lugar con carácter general, de modo que no decimos entraven a les nou i n’eixien a les deu, sino entraven a les nou i eixien a les deu. En cuanto al pronombre hi, su uso en valenciano moderno está muy restringido y se circunscribe al verbo haver (hi ha, hi havia, hi haurà...) y a ciertos usos lexicalizados (no m´hi veig; no s´hi troba, ¡esta-t’hi quet!). Este empleo, mucho más restrictivo que el del catalán o el francés es, aún así, más amplio que en castellano. Lo mismo puede decirse de la preposición a ante OD de persona. Frente a las lenguas galorrománicas, el valenciano marca sistemáticamente la concordancia objetiva con el verbo mediante la preposición a. Sin embargo, prescinde de ella cuando el OD, aún siendo animado, presenta un semantismo poco activo, con lo que se aparta al mismo tiempo del catalán y del castellano: He vist ton pare. Esta falta de concordancia se ve favorecida por la presencia de un posesivo átono en el objeto directo.
La evolución diacrónica propia del valenciano durante los siglos XV-XVII es un proceso que lo aleja del catalán y del occitano, al tiempo que lo dota de un sistema estable y coherente separado del castellano. No es extraño que cuando el catalán Joan Bonllabi publique en 1521 su traducción del Blanquerna de Ramon Llull a la “llengua valenciana” lleve a cabo un proceso de actualización y modernización lingüística, evitando los provenzalismos arcaicos, característicos del lenguaje escrito de los siglos anteriores.
Tampoco desde el punto de vista literario puede justificarse una subordinación del valenciano al catalán. Por una parte, es cierto que el valenciano forma junto con el catalán un espacio cultural y literario con grandes rasgos en común. Conviene hacer sin embargo, algunas matizaciones. En primer lugar, no debe desgajarse de dicho marco la literatura occitana, cuya influencia en los poetas medievales es más que evidente, incluyendo al propio Ausias March. En segundo lugar, el modelo lingüístico culto y de referencia en dicho ámbito lo constituye el valenciano, hecho patente, por ejemplo, en el uso de los plurales valencianos femeninos en -es. Finalmente, el valenciano posee una tradición literaria esplendorosa con autores como Ausias March, Joanot Martorell, Jordi de Sant Jordi, Sor Isabel de Villena, Roiç de Corella, Jaume Roig, Narcís Vinyoles, Bernat Fenollar y un larguísimo etcétera, con cimas que no ha llegado a alcanzar la catalana en toda su historia, motivo por el cual el catalán ha intentado absorber con mayor ahínco la lengua valenciana. Dice a este propósito R. Miquel i Planas: “Visto el caso desde Catalunya, no hay ninguna duda de que, cuanto más los valencianos extremen las pretensiones a la autonomía de su variedad idiomática frente al catalán, mayor necesidad hay por parte nuestra de reivindicar la unidad lingüística (…). Sobre todo respecto de Valencia, nuestro interés crece al considerar la preponderancia que alcanzó la escuela poética valenciana en el siglo XV. Privar a Catalunya y a su literatura del aporte que representa la producción de las letras valencianas de aquella época y hasta bien entrado el siglo XVI sería dejar nuestra historia literaria justo en el centro de su crecimiento y ufanía; más aún, sería arrancar de la Literatura Catalana la Poesía casi por entero”.[6]
5.-La consideración del valenciano como lengua autónoma y la adopción del estándar independiente promovido por la RACV, que la dota de todos los instrumentos para su uso culto (gramáticas, diccionarios, corrector informático, flexión verbal, tratados de rima, libros de refranes y paremias, suplementos de topónimos, abreviaturas y vocabularios técnicos especializados, etc.) constituye un requisito indispensable para la recuperación de la lengua y la extensión ineludible de su uso social. Ponsoda y Segura[7] reconocen que la asimilación del estándar catalán impuesto en la Comunitat Valenciana es más profunda entre los castellanohablantes que entre los propios valencianohablantes, prueba inequívoca de la falta de identificación de los valencianos con la mixtura valenciano-catalana impuesta en la Comunitat Valenciana. El mismo estudio pone de manifiesto un significativo rechazo por parte de la población valenciana, principalmente de la femenina, respecto a un estándar catalán con el que no se siente identificada. Redon[8] remarca la necesidad de un estándar propiamente valenciano que favorezca la identificación afectiva con el mismo, su aceptación y, como consecuencia, la extensión de su uso social. Son comunes los casos de matrimonios mixtos en los que el cónyuge castellanohablante supera los exámenes de la Junta Qualificadora de Valencià, que sigue el estándar ajeno catalán, y el valencianohablante los suspende. Es un hecho incontestable que los niños valencianohablantes en cuanto salen de clase continúan hablando en un modelo de lengua valenciana muy lejana de los modelos artificiales catalanes que les han impuesto durante la jornada escolar. De este modo, tan solo se favorece un divorcio entre el valenciano coloquial y el culto, dificultando la superación de la diglosia.
La situación se ve agravada por el hecho de que el estándar catalán diseñado para la Comunitat Valenciana responde a un modelo unitarista orientado a suplantar el léxico y las formas patrimoniales valencianas por las catalanas. Así, por ejemplo, en sustitución del castellanismo fresa no se propone la forma patrimonial valenciana fraula, sino la catalana maduixa. Igualmente, se promueve el uso de las formas arcaicas reforzadas de los demostrativos aquest, aqueix en lugar de las formas patrimoniales est i eix, más cercanas al latín, y reflejo del influjo humanista en la lengua valenciana del siglo XV. Tratar de imponer los demostrativos reforzados, olvidados por el castellano hace siglos es tan abusrdo como si se pretendiera imponer en el castellano la forma aqueste. Otro ejemplo bien claro lo constituye la imposición del topónimo València escrito con e abierta, de acuerdo con la pronunciación barcelonina, en lugar de con e cerrada como se pronuncia en todo el Reino de Valencia.
Más preocupante aún es el hecho de que dicha línea de estandarización asimilacionista es la única posible para quienes pretenden la anexión del valenciano al catalán. Estos autores no pueden aceptar otro estándar más respetuoso con el valenciano, pues, a causa de la conciencia lingüística autónoma valenciana, ello cristalizaría inevitablemente en el modelo propio e independiente valenciano promovido por la RACV que pretenden evitar a toda costa. La implantación del estándar catalán en la Comunitat Valenciana habría requerido una codificación pluricéntrica, semejante a la del portugués peninsular y el atlántico, pero permitir la adopción de dicho modelo habría dejado abierta la posibilidad de un estándar independiente,[9] motivo por el que se ha impuesto una codificación monocéntrica desde Barcelona dirigida a anular las diferencias del valenciano con el catalán para su absorción. Dice Polanco:[10] “Al margen de una bella f´romula que satisfacía los reparos regionales, la misma propuesta normativa de Sanchis Guarner -y la de los otros lingüistas que se han pronunciado o de los gramáticos que han colaborado en la codificación- hubo de limitarse a asumir plenamente las soluciones del catalán literario en aquello en lo que ambas variantes, valenciana y catalana, no son verdaderamente compatibles y, por tanto, a fijar tan solo la morfología y recomendar una pronunciación y un uso preferente de los lexemas regionales. Los años ganados por Cataluña impedían las veleidades de una codificación total desde el País Valenciano, prescindiendo de lo que ya era moneda corriente más álla del Ebro, si no se quería correr el riesgo de una normativización independiente, de una secesión idiomática”.
Las concesiones iniciales a las formas patrimoniales valencianas, necesarias para suavizar el rechazo a la imposición del catalán en Valencia, han ido desapareciendo en favor de un estándar cada vez más orientado a la asimilación y suplantación del valenciano por parte del catalán.
Pero la recuperación social del valenciano requiere un estándar autónomo e independiente, acorde con la conciencia lingüística valenciana. De hecho, a pesar de la imposición de la normativa catalana en las escuelas, el estándar independiente de la RACV es todavía utilizado por instituciones públicas y privadas, e incluso por profesores universitarios al impartir sus clases en valenciano. En dicha normativa está publicada, por ejemplo, la traducción al valenciano del Nuevo Testamento, aprobada por la Conferencia Episcopal Española. Y según el recuento realizado por Pau Giner en 2006[11] partiendo de los datos oficiales del Ministerio de Cultura, del total de los 5679 títulos inscritos entre 1979 y 2005 con ISBN valenciano, el 15% (858) fueron publicados en normas de la RACV. Si descontamos del total los libros de texto, unos 2.300, cuya normativa viene impuesta por la administración, la normativa de la RACV habría sido elegida en el 34% de las obras. Sin duda, la normativa independiente valenciana tendría una gran aceptación si se difundiera y promocionara, en cuyo caso la identificación de los valencianohablantes con ella contriburía sin duda a recuperar el uso social de la lengua. Prueba de ello es la gran manifestación celebrada en Valencia en junio de 1997 reclamando la oficialización de la normativa de la RACV en la que participaron entre 70.000 ciudadanos, según fuentes de la policía, y 500.000, según las entidades convocantes.
6.-A la hora de delimitar las nociones de lengua y dialecto los criterios de lingüística interna tales como el método dialectométrico o la mutua inteligibilidad se han revelado no solo ineficaces, sino metodológicamente incorrectos. A propósito del criterio de la intercomprensión, Hudson[12] ha señalado que la naturaleza intransitiva del criterio de inteligibilidad resulta incompatible con la relación transitiva que se establece entre diferentes variedades lingüísticas relacionadas. J. P. Rona[13] ha ejemplificado esta situación a propósito del continuo dialectal entre Montevideo y Porto Alegre, cuyo análisis le lleva a afirmar que la única manera de establecer el límite entre el español y el portugués dentro de dicho esapcio es sociolingüística: encontraremos la frontera entre ambas lenguas, dice, en el punto donde los hablantes de una localidad imiten el modelo del español en registros formales, y los de la contigua empleen el portugués.
Cuando intentamos determinar si el valenciano es una lengua o un dialecto estamos estudiando la categoría y el uso social de dicha variedad lingüística o, en palabras de López Morales, su funcionamiento como entidad social. En este caso, la relación entre lengua y comunidad describe la lengua en su aspecto social: lo que interesa no es su sistema interno, sino sus usos y funciones como hecho comunitario. Así pues, la delimitación entre lengua y dialecto debe establecerse desde criterios externos a la estructura de la lengua, como los fijados por Stewart al definir los tipos de variedades lingüísticas conforme a cuatro autributos (estandarización, autonomía, historicidad y vitalidad). De entre estos rasgos, es la autonomía el que permite caracterizar una variedad como lengua. Según hemos visto, la percepción autónoma de la variedad valecniana por parte de sus hablantes es un hecho fundamentado legal, histórica, estructural y socialmente y, por tanto, su única consideración posible es la de lengua. Esta percepción autónoma encuentra su expresión en el estándar normativo de la RACV, entidad que la ha dotado, entre otros instrumentos, de gramática, diccionario, estándar oral y corrector informático propios. El caso de las lenguas valenciana y catalana es perfectamente comparable al del gallego y el portugués. La pertenencia de diferentes lenguas a continuos dialectales interrelacionados, que pueden presentar una serie de elementos genéticos comunes, mutua inteligibilidad o rasgos lingüísticos afines, no impide que cada lengua siga su propio curso en la codificación y normalización lingüística como muestra de una legítima personalidad privativa de cada comunidad idiomática, íntimamente ligada a la conciencia de la propia identidad diferenciada. Es lo que sucede, dentro de la propia Europa, no solo con el gallego respecto del portugués, sino también entre el checo y el eslovaco, el serbio y el croata o, en otro nivel, en el continuo dialectal entre el bajo alemán y el neerlandés.[14]
Todo ello sin prejuicio de señalar que la pretendida inteligibilidad del catalán por parte de los valencianohablantes es matizable. Respecto de las variedades orientales catalanas la inteligibilidad por parte de los hablantes monolingües valencianos de generaciones anteriores resultaba, como mínimo, problemática.
7.-Respecto del origen de la lengua valenciana, los estudios de Leopoldo Peñarroja Torrejón han demostrado la convergencia del romance valenciano anterior a la conquista de Jaume I con el valenciano del siglo XIII, por lo que no puede hablarse en rigor de una suplantación de lenguas. La importancia del libro El mozárabe de Valencia[15] trasciende el ámbito valenciano y propone una serie de soluciones metodológicas como el doble tratamiento árabe-fosilizador vs. romance-innovador de los diptongos latinos AI o AU o el análisis de la onomástica peninsular a través de las fuentes árabes que abren nuevos caminos en el campo de la dialectología histórica, hasta el punto de que haberse convertido en punto de referencia capital en las publicaciones sobre dialectología mozárabe (cf. por ejemplo, Thomas Glick[16], M. Banniard,[17] J. Lipski,[18] Ríos Camacho[19]...). Una deficiente crítica de fuentes por parte de estudiosos anteriores como Sanchis Guarner había determinado una caracterización errónea del valenciano prejaimino presentándola como una lengua arcaica que mantenía los diptongos AI, AU latinos (Bocairent, Moraira), diptongaba la O breve latina (Pedruelo, Fuexca) y no palatalizaba la L- (Liriet, Losa). El análisis de Peñarroja ha desmentido estos rasgos, aportando un corpus documental muy superior al empleado en estudios anteriores y explicando todos estos ejemplos de Guarner o Galmés de Fuentes hasta llegar, entre otras, a las siguientes conclusiones sobre el mozárabe valenciano:
-era una lengua moderna que reducía los diptongos latinos, según muestra innumerables ejemplos (Petrer, Pedreguer, Canterer, Ferrer; Morella, la Llosa, etc.) Los ejemplos sin reducción no representan la fonética propia romance, sino el tratamiento árabe de estas voces.
-no conocía la diptongación de E, O breves latinas (Serra, Morella, Alpont, Abinhorta...). Los dos ejemplos argüidos en contra no tienen validez. El topónimo Fuexca no existe, es una lectura errónea del vocablo de origen árabe Sueca. El apellido Pedruelo recogido en el Llibre del Repartiment no representa la pronunciación valenciana, sino que es una acomodación fonética del escriba aragonés encargado del registro 7, el cual hizo diptongar motu proprio muchos apellidos de caballeros catalanes.
La interpretación del valenciano como dialecto constitutivo, no consecutivo, del latín es la única que ha sido capaz de dar cuenta de la fisonomía peculiar del valenciano respecto del aragonés y del catalán oriental y occidental. Las demás hipótesis relativas a la formación del valenciano (Sanchis Guarner, Badia Margarit) que intentan explicarlo como resultado de la colonización posterior a la reconquista topan con el nudo indisoluble de la acción del sustrato, pues no se puede explicar las características del valenciano del siglo XIII por una acción sustratística del mozárabe si, como sostiene Guarner, ese mozárabe era arcaico y divergente del mozárabe medieval y si faltaba, como asegura, una base poblacional que hubiera transmitido ese romance, pues según sus teorías, la población mozárabe se habría extinguido y la musulmana sería monolingüe árabe.[20] La sugestiva hipótesis de E. Alarcos Llorach sobre la nivelación de sustratos deja igualmente sin explicar muchos rasgos del consonantismo valenciano como el mantenimiento de la -R final o el resultado valenciano del sufijo -ITIA>ea (MALITIA>malea). El propio Germà Colón afirmaba en 1953 que la posible interconexión de sustrato prerromano entre Lérida, Tortosa y Valencia explicaría “las características y tendencias que debió tener el romance valentino precatalán, sensiblemente idéntico al catalán occidental, y que se mantendrá y fusionará con éste al llegar la Reconquista para constituirse en habla actual catalán del Reino de Valencia, tan llena de características peculiares y específicas”.[21] Colón hacía hincapié también en la inviabilidad de una imposición unilateral de la lengua de la Baja Cataluña tras la conquista de Jaume I y en la vitalidad del habla valenciana prejaimina (“es sabido que la lengua de aquellos moros que quedaron en Valencia no era ya el árabe, sino un habla neolatina, y es evidente que ese romance no pudo inmediatamente ser suplantado, y menos aún por una colonización tan poco intensa. Resulta, pues, casi inverosímil aceptar esa rápida asimilación de la lengua catalana condicionada sólo por el hecho de la Reconquista si a su lado no existen determinantes más categóricos)”. Actualmente Colón sostiene una postura radicalmente opuesta (“Eso del mozárabe es un puro invento”) sin haber explicado hasta el momento su cambio de postura ni haber rebatido sus argumentaciones anteriores.
Por otro lado, las alusiones a la pervivencia de las comunidades mozárabes valencianas durante la época de la dominación árabe y hasta el propio momento de la Reconquista cristiana son recurrentes en las fuentes árabes y cristianas.[22] Citaremos por su especial relevancia y la autenticidad irreprochable que se deriva de su análisis histórico, la carta del abad Hermann de San Martín de Torunai a Dom Anselmo, abad del monasterio de Laón en el año 1143, carta que figura en un códice hagiográfico del siglo XII conservado en la Bilbioteca Real de Bruselas[23]. En ella Hermann refiere la conversación que mantuvo con dos monjes del monasterio valenciano de Sant Vicent, los cuales le informaron de cómo llegar al sepulcro de San Vicente Mártir para venerarlo. Queda claro en la carta que vivían en el monasterio valenciano unos cuarenta monjes que se regían por la regla benedictina. Además, el pleito jurisdiccional entre el arzobispado de Toledo y el de Tarragona por la diócesis valentina editado por Vicente Castell Maiques deja testimonio inequívoco de la existencia de un territorio eclesiástico valenciano previo a la conquista, probado por las alusiones en dicho proceso a un obispo y a una diócesis valenciana dependiente de Toledo, desde al menos 40 o 50 años antes de la conquista; asimismo muestra la existencia de un grupo social de cristianos, individualizados y definidos como propiamente valencianos frente a los conquistadores en el proceso, en el que se inquiere el testimonio cristiano de aquellos “qui erant de Regno Aragoniae et illi de Valentiae”.
Finalmente, es hecho patente que la supuesta muralla de la lengua entre conquistadores cristianos y musulmanes postulada por autores como R. I. Burns no se sostiene.[24] La propia Crónica de Jaume I da testimonio de diversos casos de musulmanes que hablaban romance (“E quan se fo banyat, envià messatge a Don Pelegrí, un sarraí que sabia nostre llatí que la febre l’avia prés e que no podia anar”). Los moros latinados que aparecen reiteradamente en la Crónica no pueden considerarse ejemplares únicos, sino sintomáticos de una situación bilingüe del territorio valenciano. Esta situación perdura traspasada la frontera de la conquista, con innumerables testimonios de intercomprensión entre musulmanes y cristianos. Un ejemplo de los muchos que figuran en el Llibre de Cort de Justicia de Cocentaina: “Aben Xayhan , moro, comparech denant la justicia e dix e denuncia a el que Berthomeu, fil de na Saragosa, avia furtada sa filla. E dix-li: ‘No demanatz per ma filla! ¡Si el rey ven en la terra, yo me´n clamaré a ell”. De un proceso per homicidio entre musulmanes de la huerta alicantina (1315) se trasluce la plena competencia románica de los mudéjares del sur valenciano. Fátima, madre de M. Abotiz, declara que su hijo volvió a casa “quan les estrelles eren al cel”. Abotix, hermano de Mohamed, reconoce haber vuelto a casa a la hora “de lums encesos i hora de achama, qui es hora de la campana”. Mohamed declara haberle dicho a Sancho de Ayora: “vet ali un home mort, ab una gonella vermella”. Los ejemplos son recurrentes y no se aprecia ninguna muralla lingüística entre moros y cristianos, ni la intervención de ningún traductor o torcimany, cuya presencia, cuando se da, se consigna cuidadosamente en los procesos judiciales. Esta situación de inteligibilidad continúa entre los mudéjares a lo largo del tiempo. La documentación no apoya la tesis sostenida por Joan Fuster o C. Barceló de que los moriscos valencianos eran monolingües árabes. Un ejemplo: los datos de E. Císcar Pallarés muestran que de un total de 791 varones musulmanes adultos implicados en procesos administrativos y judiciales, solo un 2,5% necesita testificar por mediación de un intérprete, frente a un 97,5% que no lo requiere. La correlación se mantiene en épocas sucesivas hasta el punto de que afirma Císcar: “el conocimiento de la algemia entre los moriscos es tan importante que no se puede aceptar ni asumir, para la Valldigna, esa excepcionalidad con que J. Fuster describió la situación general del Reino de Valencia hace años y que han citado, seguido y aceptado prácticamente todos los autores posteriores”
8.-A modo de conclusión recogemos, traducida al castellano, la parte final del manifiesto emitido por la Seccio de Llengua i Lliteratura de la Real Academia de Cultura Valenciana con motivo de la polémica originada en Valencia a propósito de la definición de valenciano que figura en la edición actual del diccionario de la RAE:
« La RACV no puede sino considerar que la lengua valenciana es un idioma propio, independiente y diferenciado de cualquier otra lengua románica, y obrar en consecuencia. Desde la publicación en 1915 de la Gramàtica Elemental del padre Fullana hasta la aparición del Diccionari General de la Llengua Valenciana en 2010, pasando por el acuerdo ortográfico de 1979 (declarado oficial por el Consell preautonómico y usado en las primeras clases de valenciano en nuestras escuelas), la RACV, a través de su Secció de Llengua es históricamente la institución encargada del estudio y promoción de la lengua y la literatura valencianas, así como de su normativización, aplicando criterios científicos a la realidad lingüística valenciana. Dentro de estos trabajos, esta Secció aprobó en 2009 un informe titulado Valencianismes: propostes a la Real Academia Española. En él, entre otras cuestiones, se proponen enmiendas en el tratamiento o definición de valencianismos, así como nuevas acepciones para términos ya aceptados por la RAE (...). Entre estas propuestas destacaba la recuperación de la definición de valenciano que la RAE aprobó en 1959, según consta en el Boletín de la RAE, tomo 39, cuaderno 158, septiembre-diciembre de 1959, pág. 494, donde dice así:
“Y no está exenta de alcance político la rectificación que se ha hecho en las definiciones del catalán, valenciano, mallorquín y balear con el fin de ajustarlas a la lingüística moderna, dando de paso espontánea satisfacción a los naturales de las respectivas regiones. Del valenciano, por ejemplo, se decía: ‘dialecto de los valencianos’. Ahora se le reconoce la categoría de lengua y se añade que es la hablada ‘en la mayor parte del antiguo reino de Valencia’; y la nueva definición de catalán pondrá término a las consultas que recibo un día sí y otro no para que se diga si es lengua o dialecto”.
Curiosamente, la edición del diccionario de la RAE de 1970 -once años más tarde del acuerdo académico- definió el valenciano como “variedad del catalán, que se usa en gran parte del reino de Valencia”, pero nadie ha explicado hasta la fecha cuándo, quién y cómo acordó la RAE este cambio. Proponemos, por tanto, recuperar la definición aprobada por la RAE en 1959 o solucionar la cuestión de una manera sencilla como se hace con el término “gallego”: “gallego, m. Lengua de los gallegos”. La propuesta, en caso de que no se quisiera recuperar la definición académica de 1959 sería: valenciano, m. Lengua de los valencianos».