Se venían escuchando las campanas. Al principio lejanas, pero según va pasando el tiempo, el tañido es cada vez más claro. No sé si lo notáis, pero todo se acelera. Esta es una historia de esperanza, de cambio y una profecía de lo que viene. Me voy a extender porque no puedo dormir y no tengo un blog y os voy a contar lo que he visto yo, y como lo he visto.
Hace años (entre 2004 y 2006), las empresas empezaron con el ESG. Entorno, Social y Gobernanza. Esto fue promovido por firmas de capital privado. El concepto era realmente muy sencillo, crear unos criterios, y ofrecer un plus de valoración a las empresas que los cumplieran, popularizar dichos conceptos, y tonto el último. Y así las empresas empezaron a calcular ratios de diversidad, que esencialmente se podían reducir a “cuánta gente que no es lo que yo” hay en un determinado departamento, o en la empresa en general. Y de ahí se pasaron a las “ternas diversas”, cuando se presentaban candidatos a cada puesto, se tenían que presentar siempre candidatos con diversidad (o sea gente de otra raza a la mía, o si es tecnología, mujeres). Cada trimestre el comité de diversidad revisaba los ratios.
Hace cosa de 4 o 5 años, el ESG empezó a caer en desgracia. Una lástima, en mi opinión. Cuidar del medio ambiente me parece una responsabilidad colectiva importante, y una empresa es mejor cuando está mejor gobernada, que cuando está peor gobernada, qué duda cabe. Pero en mitad de esto, metieron la S de Social. Que venía a ser un proxy del wokismo que se empezaba a notar por las facultades americanas más derroidas.
Pero como digo, hace 2 o 3 años, se empezó a ver que esto podía ser muy guay cuando no hay un mercado público que dicta la valoración de tu empresa, pero en cuanto estás sujeto a las duras reglas del dinero, buena suerte haciendo que alguien pague más por las acciones de tu empresa porque empleas más negros que la competencia. Evidentemente los fondos orientados a invertir en ESG no despegaron, y poco a poco, los profesionales y los consultores que se dedicaban a esto se fueron quitando el ESG del nombre del puesto.
Un poco más adelante, después de ciertos giros rápidos de mano, con cosas como la reducción del teletrabajo (empezamos a despedir teletrabajadores, y a sustituirlos por empleados en la oficina en 2022), Elon Musk entra en las oficinas de Twitter. No puede seguir teniendo la misma estructura de costes y seguir palmando pasta todos los días, por lo que se carga al 80% de la plantilla. Ley de Pareto, vaya. Para sorpresa de nadie que haya pasado 2 minutos trabajando en una tecnológica cotizada, no pasa nada, la empresa sigue como si nada. La plataforma no se cae. Arreglan bugs que habían estado presentes durante años (como el de los vídeos), y además se ponen a desarrollar nuevas funcionalidades. Con un 20% de la plantilla.
El efecto fue casi inmediato. Dos meses después de los despidos en Twitter, los Private Equities empiezan a preguntarse cuánta gente sobra, solo que esta vez no se despide a los pocos teletrabajadores que quedan, se empieza a despedir, a quienes han ido engrosando las cuotas de diversidad, a los abultados departamentos de técnicas de selección recién salidas de psicología, a los Chiefs de diversidad, etc. El mismo efecto, ningún problema. Un amigo mío se cargó al 40% de la empresa un jueves por la tarde, y no pasó absolutamente nada.
Estas eran las campanas lejanas. El gran catalizador ha sido la victoria de Trump. No una victoria por poco. Una victoria por mucho, y no en cualquier situación, si no una victoria para un segundo mandato, después de un controvertido primer mandato, y una condena por no-se-qué. La gente ha dicho basta, ha hecho una moción a la totalidad. Lo ha rechazado todo. Y las empresas lo han entendido de forma muy clara, y ya preparan, la que más, la que menos, su particular girito. Así, lentamente, sin moverse del sitio, a pequeños pasitos. Hasta completar los 180 grados. Hasta Mark Suckerberg, otrora financiador de escuelas socio-emocionales y aplicador del paradigma woke, lo vio venir y cambió radicalmente su imagen hasta salir surfeando con una bandera americana, en septiembre, antes de las elecciones ya venía diciendo que “quería dejar un poco la política”.
Así, los ejecutivos que no están en la inopia han ido girando el mensaje. Algunos tan rápido que asusta. Entiendo que con talonario.
Una familia blanca, dos padres y dos hijos, compartiendo momentos.
Los otros ya se han dado cuenta, pero Jaguar, por ejemplo, tenía el coche, la marca y la imagen de marca preparadas de hacía tiempo y cambiarlo ya no es tan fácil. Netflix seguro que ya lo ha captado, y poco a poco acabará las producciones empezadas, y pronto empezaremos a dejar de ver Ana Bolenas negras y diversas, y volveremos a la cordura. Lo mismo con Disney y con el resto. Ya les ha quedado claro, aunque el tema no se cambie de la noche a la mañana.
Ya hay hasta artículos en el Washington Post de judíos progres, (los que se han tirado 20 años escribiendo artículos sobre “Por qué el hombre blanco heterosexual se debería extinguir” y financiando ONGs que mueven africanos a Europa), y a quienes también les ha pillado lo de Palestina, diciendo que igual hay que cambiar de bando, que aparentemente el enfermo mental trans cuarentón de 200 kilos vestido de niña que se cree mujer, no es el caballo ganador. Quien lo iba a sospechar. Ahora nos tocará analizar si queremos “aliados” tan leales.
Es cuestión de tiempo que las universidades y otro tipo de instituciones cambien. Mi apuesta es que el nuevo ciclo va a estar gobernado por 3 ejes, un poco de aislacionismo, políticas identitarias como respuesta a la migración masiva, y familia como respuesta a la preocupación por la crisis de fertilidad. Las más jóvenes no lo sabéis todavía, pero os apetecerá tener más de 3 hijos.
Con esto quiero decir, que hay esperanza, que el péndulo se acelera y la naturaleza sana. Todo el mundo va a cambiar mucho en los próximos 5-10 años, los más inteligentes dándose cuenta de lo que está pasando, la masa por pura inercia, sin darse cuenta. Los que os lo comisteis con patatas (estudiasteis estudios de género, os hicisteis feministas de profesión, etc.) que no os pille siendo los últimos que sujetan el saco de mierda cuando la música se para y las luces se encienden, y a la velocidad que va, la música ya apenas se oye.