Foto--> La muerte de Marat, de Jacques-Louis David [/i]
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SaNt0s QuE y0 tE pInTé...DeMoN!oS sE tiEnEn QuE v0lVeR..
La política es el arte de la mentira, y el pueblo solo elige al que mejor sabe faltar a la verdad.
-si es que lo que se escribe va a tener un verdadero interés- un escritor no escribe nunca acerca de lo que conoce, sino precisamente sobre lo que ignora. Javier Cercas, Soldados de Salamina
Es extraño. Las voces cesan cuando sopla el viento, se desvanecen en nubes de color incierto, fatigadas por la immensidad de un cielo eterno. Las palabras callan cuando la tormenta se aproxima, se vuelven pedazos de sentimientos encerrados bajo túneles que conducen a mundos aislados cuyos habitantes pelean entre si por la respectiva ignorancia de dichos sentimientos encerrados, privados de la libertad que merecen para elegir entre dos vías, tres. Quizás cuatro.
---->RbK<----
<u>Mi Espera.</u>
Cuando escribir es un calvario tachas las palabras que con tu pulso tembloroso has construido en un papel medio arrugado. Las tachas clavando bruscamente el bolígrafo cual torero que clava su estoque en la piel del toro y luego arrastra con él todo su cuerpo dejándolo vacío. Después te das cuenta de que un amplio grosor de tu cuaderno ha quedado agujereado por tu rabia y lloras porque sientes que esas cuatro hojas eran tu vida.
Y ahora los miro estirada en el suelo y creo ver algo más que pedazos de papel blanco, creo ver en ellos el charco de agua que hay en medio de un desierto cuando la esperanza casi se da por vencida, un mundo abstracto sobre el que pinto mis deseos convertidos en fracasos, al que sólo yo entiendo porque sólo yo entro en sus rincones más oscuros, despojándome del miedo a perderme.
Mi sonrisa rota en el papel que iba a ser reflejo de mis cicatrices como si se tratara de un espejo quebrado que desprecia parte de mi rostro apagado, herida por donde se escapa el silencio que separa los versos cuando éstos rozan la debilidad de un sentimiento e invaden mi cuerpo.
Noto que ese silencio cada vez es más duro, que se prolonga en suspiros insignificantes, tal vez portadores de lamentaciones o tal vez tan vacíos que se ahogan. Tal vez la vida sólo sea eso, un trozo de materia dualista que pelea consigo misma, un conjunto de contradicciones que conviven en una frágil armonía y... en medio de ellas, se clavó el estoque, se abrió la herida, se quebró el cuerpo relleno de trocitos de papel en blanco sobre los que se van escribiendo ilusiones. Miradas al futuro que al final son sólo vanos recuerdos. Es una herida invisible con la que nacemos todos, nuestro primordial defecto del que surgen todos los demás y por errores del destino la ignoramos. Si por esa herida sólo escaparan suspiros... pero se escapa nuestra vida y no nos damos cuenta.
Cuando escribir es para mi un calvario mi corazón supera los límites establecidos por una razón fría e insensible. Es entonces cuando dejo que las palabras busquen por sí solas su lugar en un texto donde cada frase es un latido y cada punto un aliento que me hace sentir viva. Y mi razón lo mira desde fuera, mira como se va tejiendo un manto cuyo calor se desprende de sentimientos sinceros, lo mira y quiere salir mas la puerta esta cerrada a sus traiciones. Algunas veces logra abrirla y se libera ese demonio que crea una brecha en la hoja a través de mis manos, como la estocada de un toro en estado mórbido, un profundo corte por donde se van mis palabras, mis latidos, mis alientos... por donde se me va la vida.
La vida... un trayecto incierto hacía lo desconocido, un recorrido por el que vas presenciando entierros hasta que llega el tuyo. Una cuenta atrás con un principio y un fin marcados en un espacio cronológico insuficiente. Para unos la vida es un montón de proyectos que se van cumpliendo, para otros es un único sueño que nunca se hace realidad. Dos oportunidades perdidas y una tercera lograda, el esfuerzo que merece la pena y por el que el destino otorga recompensas. La vida quizás como única cosa que realmente poseemos en nuestras manos y en ocasiones se nos escapa sin darnos cuenta. La vida que queremos no es la que tenemos si no valoramos el sentido de su humilde forma de guiarnos, de su esencia alejada del mundo trágico del que está rodeada. La vida es una forma circular dentro de un cuadrado, el color blanco donde se delatan los demás colores cuando la imaginación nos coje de la mano, una simple insinuación de lo que somos. Justo ahí yace la herida que cuando se abre domina una vida perdida y la transforma, como a un toro estocado, como la imagen de un espejo quebrado o las palabras de un papel rasgado.
Sin querer acabé con una vida que se perdió en el tiempo, confundiendo el momento de su existencia entre la rapidez con la que los días se hacen noches y las noches calendarios tachados. Yo la sentía en mi cuerpo como la semilla de un árbol que hecha sus raíces en su tierra madre y se alimenta de sus bienes creciendo lentamente en el seno de un bosque alejado del mundo. La sentía y lloraba por el mal sabor de su destino, por ser yo la tierra que robó la semilla al viento sin quererlo, la que mató el principio de un ser próspero por no querer andar despacio por un camino de trampas y traiciones. Y a la vez sonreía por sentirla, sin saber por qué le sonreía y ella me sentía desde mi interior. Y maté esa vida... tan inocente como el toro estocado junto a un torero aplaudido, como un espejo quebrado o un papel rasgado por un escritor en decadencia... Aquella vida también tenía una herida por defecto que más tarde sangraría como todas las heridas, tenía primaveras e inviernos, alegrías y llantos, mentiras y verdades. Sentimientos. Acabó como acaban todas las vidas, convirtiéndose en materia inerte en tan sólo un instante equivalente al instante que separa cada latido del corazón, acabó desapareciendo como desaparecen las pisadas en la arena cuando el mar las absorbe ola tras ola, detuvo su reloj vital en el transcurso del pestañeo de un ojo cuando el aire choca en su retina. Entonces mi interior quedó vacío, deshabitado como las calles en fatídicos inviernos, pues se me fue una vida que no alcanzó la vida, que no sintió dolores disfrazados de placeres ni respiró el aire que ahora yo respiro.
El silencio ocupó su lugar en noches de sobresaltos, mi cuerpo desconfiaba de las sábanas que rozaban cada centímetro de mi piel al cubrirla de la intemperie y daba vueltas hasta encontrar un modo de confiar en el pedazo de tela que tocaba lo prohibido. Cuando lo hacía reposaba mientras mi cabeza daba vueltas creando pesadillas en mi subconsciente, reflejos de una realidad temida que acompañaba mis días. Despertaba cuando la luna aún tomaba su tercera copa de vino junto a las estrellas y seducían la oscuridad de la noche. Despertaba y esperaba hasta percatarme de que todo seguía igual que horas antes. Y aún lo sigo haciendo aunque intente negarlo describiendo emociones en pretérito. Con los ojos abiertos pienso en esa vida, en cómo habría sido su rostro si me hubiera mirado a los ojos, el tacto de sus manos si las hubiera apretado con fuerza. Porque al pensar en esa vida aparece la muerte como única protagonista de su historia, de todas las historias.
Las pequeñas semillas se convierten en árboles que al mirarlos desde abajo parecen tocar el cielo aparentemente tan inalcanzable y como árboles nuestros cuerpos soportan el paso de los años con arrugas en el rostro, años que se reducen a días que no esperan a ser comidos por el tiempo, la mayoría de ellos desaprovechados. Y después de esos días y de celebrar aniversarios sólo queda polvo inservible. Suelen venir a mi memoria recuerdos de mis días agrupados en años y me sobrecoge una sensación de nostalgia inevitable. Me asusta notar la rapidez del paso del tiempo en mis seres queridos, el pensar que tarde o temprano deberé aprender a vivir sin ellos, sin poder levantarme y dirigirme a la habitación de al lado a comprobar que siguen dormidos al compás de una respiración reconfortante, seré como un niño que debe aprender a caminar dado la imposibilidad de alcanzar sus caprichos arrastrándose a cuatro patas. Un niño obligado a elegir entre dos caminos, que perderá la inocencia cuando la maldad del mundo le haga aferrarse a la desconfianza hasta quedarse sólo. Porque vivir es una permanente espera por perder todo lo que me rodea hasta ver que yo misma me pierdo y, por ello, trato de dedicar mis horas a llenar corazones heridos cual toros estocados, espejos quebrados o papeles rasgados, darles más de lo que el mismo mundo puede darles para después en sus ausencias calmar mi dolor con el alivio que me darán sus sonrisas grabadas en mi mente, los momentos compartidos, el placer de no poder arrepentirme por no llegar a tiempo, de vivir a ciegas la vida y tropezarme con un muro que me aplasta. Niña que creció para enfrentarse a la crueldad de Cronos, cabeza baja y pasos firmes.
Vivir subiendo poco a poco los peldaños, ser una flor en el campo que comparte la tierra con todas las flores que la rodean y brillar en cada primavera junto a la semilla de un árbol que le enseñará los secretos del cielo que con sus ramas alcanza, coger con delicadeza los corazones de los míos por ser los únicos tesoros que yo he podido encontrar en mi corta vida de búsquedas frustradas, cogerlos con la misma delicadeza con la que observo a alguien desconocido pero que despierta en mi un interés extraño e inevitablemente le persigo con una mirada misteriosa, alguien que desconoces pero sin saber por qué intuyes una serenidad en él tan difícil de encontrar como versos perfectos en la noche. Alguien que, como yo, se da cuenta de la herida con la que vivimos todos ignorándola y decide resistir a ella, ser el toro que lucha por no ser estocado. Más tarde empiezas a soñarle y recuerdas los pequeños instantes en que sus ojos tropiezan con los tuyos, instantes en los que hablamos en silencio sobre pasados remotos e inmediatos, segundos de minutos que acumulan amplias conversaciones mudas, teniendo la certeza al levantarme que la distancia entre él y yo será más corta en la próxima mirada. Y le buscaré cuando la esencia de mi vida me aturda y charlaremos en silencio, pues será en sus ojos el único lugar donde encontraré la seguridad que daba por perdida. Decidir seguir viviendo.
Sentir el aire que nos susurra cada mañana al oído y roza nuestras manos, rezar por no perder el equilibrio, saber que sólo con amar la mitad de lo que alguien nos ama damos una parte más de vida, ver optimismo en un rostro de ochenta años fatigado, optimismo sólo por el cariño que persiste en un corazón cansado, ochenta años agrupados en días absorbidos por el tiempo y llegar a la incertidumbre de no saber los días que quedan... esperar sin más cual toro estocado que se siente vencido, espejo quebrado que va perdiendo su fuerza o papel rasgado que no puede evitar dejarse llevar por el viento. Hoy por hoy sé que vivir no es más que una espera y me asusta saber que siempre lo haré acompañada de esa intriga, mas me siento afortunada por conocer la existencia de mi herida, la que me acompaña igual que os acompaña, la que hace que en ocasiones rasgue un papel bruscamente. La herida que nos hace vivir a ciegas y estallarnos contra un muro cuando lo importante que no hemos valorado antes se nos va de nuestra vera, por eso sé que cuando sólo quede yo habiendo perdido todo sentiré que habrá merecido la pena ser una semilla con la muerte como único destino.
Y acabaré como el toro estocado, como el espejo quebrado o como el papel rasgado y con un cuaderno en testamento testigo de mis sentimientos en un mundo ciego aplastado por el muro que se viene encima cuando pierdes alguien y te arrepientes de no llegar a tiempo. Cuando escribir es para mí un calvario mi corazón supera los límites de una razón fría e insensible. Es entonces cuando dejo que las palabras busquen por sí solas su lugar en un texto donde cada frase es un latido y cada punto un aliento que me hace sentir viva. Y así es como decidí que fuera mi espera.
RbK, (16/8/05 - 30/8/05).
En este mundo infiel has de mirar bien con quién... reales en la vida sólo 3 de cada 100.
"Durant una estona, vam estar menjant així, un home vell i malalt i un jove saludable, absorbint tots dos la tranquil.litat de l'habitació. M'agradaria poder dir que es respirava un silenci incòmode, però l'únic que se sentia incòmode era jo.
La mort -va dir Morrie de cop- només és una cosa que entristeix, Mitch. La vida infeliç és tota una altra cosa. Molta gent que em ve a visitar és infeliç.
Per què?
Bé, per alguna raó, la cultura que tenim no fa que la gent se senti bé amb ella mateixa. Ensenyem coses equivocades. I has de ser prou fort per dir que, si la cultura no funciona, no te l'has de creure. cal crear-se un mateix. Molta gent no sap fer-ho. Són molt més infeliços que jo, fins i tot en les meves condicions actuals.
Potser m'estic morint, però estic rodejat de gent que em cuida, que m'estima. ¿Quanta gent pot dir el mateix?
Estava meravellat per la seva manca total d'autocompassió. Morrie, que ja no podia ballar, nedar, banyar-se o caminar; Morrie, que no podia obrir la porta de casa seva quan trucaven, assecar-se tot sol després de la dutxa, o fins i tot donar voltes al llit. ¿Com podia acceptar-ho d'aquesta manera? El veia lluitar amb la seva forquilla, punxant un tall de tomàquet, perdent-lo les dues primeres vegades - una escena patètica, però amb tot, jo no podia negar que la seva presència inspirava una calma gairebé màgica, la mateixa brisa tranquil.la que m'asserenava a la universitat."[/i]
<u>Els Dimats amb Morrie. MITCH ALBOM</u>
"L'aparent opacitat de la vida no és sinó un truc per dar més valor a la sorpresa imminent. Però el truc ens enganya. I per això és clàssic que la felicitat ens trobi sempre fent cara d'enzes." Josep CARNER
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A Eva, a la dona,
Als que no hi són tots...
Als que passegen del braç de la anormalitat...
Als difícil.
Als isolats.
Als pervertits.
A aquells a qui contorba la bellesa...
però també a tots els altres.
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Mal día hijos de puta, mal día hoy para volar.
