Vía menéame he llegado a este artículo que reproduciré a continuación. Trata sobre por qué habría que ser más duros contra las pseudociencias y se centra, sobre todo, en la "medicina alternativa". Muy interesante.
http://www.migui.com/opinion/por-que-no-ha-lugar-la-tolerancia-con-las-ciencias-alternativas.html
Hace unos días leí (gracias a @uhandrea) un artículo de John Beddington en el Research Professional. Beddington es asesor científico principal del gobierno británico y en su artículo propone que la estrategia a seguir contra la difusión de las pseudociencias debe ser más crítica y dura y apunta a que incluso socialmente debería ser rechazada la defensa de las pseudociencias al igual que rechazamos el racismo o la homofobia. Tras esto, tuve varios debates con distintas personas sobre este tema y en este post quiero exponer mi opinión al respecto.
Dentro de nuestra burbuja de internet donde todo lo discutimos como en un enorme Think-tank parece haber un consenso mayoritario que apunta a ridiculizar la pseudociencia y sus defensores, siendo dentro de esta burbuja un nutrido grupo el que se encarga de “darles caña” de vez en cuando, como por ejemplo hacía XKCD en su viñeta titulada “el argumento económico“.
Pero lo cierto es que fuera de esta burbuja la cosa pinta muy diferente, y la mayoría de la gente no percibe el ente llamado “pseudociencia” sino que piensa que existen una serie de personas que, mostrando su disconformidad contra la malvada ciencia establecida que dominan unos pocos científicos elitistas, aboga por terapias e ideas “alternativas” que suelen ser “más naturales” y que supuestamente no obedecen a malvados intereses político-económicos.
Así, parece que cosas como la homeopatía, el reiki, las “medicinas cuánticas”, las “bioenergías”, etcétera no son más que una excusa para que en el salón de belleza te cobren un poco más. O, incluso, unas ideas que “llevan existiendo más tiempo que la ciencia así que algo tendrán de cierto” o que “tienes que respetarlas porque no hacen daño a nadie”.
Llevo muchos años teniendo debates de este tipo y cada vez descubro que hay que ir hacia un discurso más parecido al que propone Beddington, si lo observamos desde el interés general y desde algo que nos puede tocar a todos muy de cerca: la propia salud.
Esto ya no se trata de una pelea en el campo de la intelectualidad entre la falsa “ciencia establecida” como suelen llamarla despectivamente contra un nuevo poder que aporta frescor y novedades. Se trata de lo que funciona y lo que no funciona. No hay medias tintas. A la comunidad científica y al mundo le interesa tener algo de lo que se pueda fiar, y por eso debe ser muy estricto en cuanto a la petición de pruebas y de resultados tangibles.
Pondré un ejemplo. Un señor por la calle me vende por 20 euros una bonita piedra brillante que dice que cura el cáncer. Si yo fuera médico estaría encantado de probar su eficacia y poder curar el cáncer sin más que frotar una bolita brillante. Ojalá. Sin embargo, lo que timo parece, suele serlo con frecuencia y aquí entra en juego el escepticismo. El querer probar hasta poder explicar si es posible que una piedra haga eso o no lo haga.
Para la ciencia, se es culpable mientras no demuestres lo contrario. Esto tiene lógica, porque entonces no podríamos rechazar afirmaciones como “oye, en mi bolsillo tengo un unicornio rosa del tamaño de mi teléfono” con el argumento de “oye, si eso es cierto, ¡enséñamelo!”. Es entonces cuando se vuelve útil la experimentación, cuando puedes aportar una prueba. Pero en este punto es donde las pseudociencias empiezan a salir con excusas de lo más variopintas.
Por un lado está la falacia del argumento económico, que ya conté una vez en “Por qué la homeopatía es un engaño” y que básicamente trata de que la ciencia está vendida a intereses económicos, que las farmacéuticas son muy malvadas y ávidas de dinero no quieren dar medicamentos que curen las enfermedades sino cronificarlas y que por eso hacen falta adalides salvadores que vengan a darnos frasquitos que curen mágicamente por un módico puñal en la espalda precio.
Curiosamente estos ofrecen sus terapias alternativas a través de empresas farmacéuticas que también buscan el lucro. Y oiga, que una empresa que invierte millones de euros en fabricar medicamentos está en todo su derecho de lucrarse, faltaría más. Pero porque además tiene que superar ensayos y muchas exigencias antes de acabar en el mercado, por nuestra seguridad.
Por otra parte, nos encontramos con el argumento de las “ciencias antiguas”. En esta categoría entran el reiki, la bioenergía y todas esas parafernalias de rayitos azules y ondas cerebrales que nos hacen sentir re chupi colocando los muebles de según qué manera o frotando una piedra mientras recitamos un mantra. Estas suelen ser más inofensivas porque a fin de cuentas únicamente afectan a la persona que lo practica y oiga, cada uno es cada uno para hacer lo que quiera con su dinero. Siempre que sepa que lo que está haciendo es poco más que folclore. Un poco rarito, eso sí.
Pero ¿qué hay de la pseudociencia cuando puede dañar la integridad de personas que no somos nosotros, por nuestra culpa? Y no, no es ninguna exageración. Sabemos que en casos de crisis personales la gente se aferra a un clavo ardiendo en busca de esperanza y, en ocasiones, lo que nos salva es un consejo adecuado y responsable que puede cambiarlo todo.
Imaginad el ejemplo de la bolita que cura el cáncer. Si yo compro esa bolita y se la llevo a un amigo enfermo de cáncer y le doy esperanzas a lo mejor esa persona sustituye su tratamiento o pierde unas semanas hasta que lo comienza por culpa de mi consejo. ¿Pensáis que es un argumento cogido con pinzas? Pues os informo de que hay hospitales que dicen curar el cáncer con homeopatía. Como es el caso del Hospital San José que en colaboración con el “Instituto Homeopático” ofrece consultas de “homeopatía especializadas para ayuda a personas con cáncer”. Más detalles los podéis leer en “Homeopatía contra el cáncer en Madrid: nadie protege a los enfermos oncológicos de la charlatanería“, Feb 2011, Luis Alfonso Gámez; Magonia.
Una persona que tenga la mala fortuna de pensar que puede evitar la molesta quimioterapia o radioterapia en favor de la homeopatía puede perder días o semanas que pueden ser la diferencia entre sobrevivir o no a la enfermedad. Esto, señores míos, es de una extrema gravedad. Porque estas cosas en parte están siendo financiadas con dinero público, pagadas por todos. Y si no endurecemos el discurso y señalamos con fiereza a quienes pretenden lucrarse incluso a costa de engañar a pacientes enfermos de cáncer estaremos perdiendo cualquier tipo de legitimidad moral.
Es nuestra obligación, por tanto, evitar que estas personas no consigan que su discurso buenrollista y sibilino tape la voz de la cordura y de la experiencia. Porque amigos, la ciencia (y la medicina en concreto) no es infinitamente poderosa pero sabemos que su método funciona y que es el camino adecuado a seguir y que si no se invirtiera tanto dinero hoy el cáncer seguiría siendo sinónimo de condena a muerte y ya, por fortuna, no lo es en muchos casos. Y todo gracias a la prevención y a los procedimientos que ha ido sugiriendo la investigación científica.
En cambio, las pseudociencias no tienen ninguna clase de argumento que esgrimir a favor salvo establecer una falsa duda razonable como pidiendo a la desesperada una oportunidad o en basarse en que la ciencia no lo sabe todo para creer que ahí tienen un hueco para actuar. Y es que si fuera tan fácil, si las pseudociencias funcionaran, no serían pseudociencias.
Así que por mi parte cada vez entiendo más al señor Beddington. No se trata de una cuestión de respeto. El respeto lo hemos perdido desde el momento en que no tienen escrúpulos para respetar nada con tal de lucrarse. Es una llamada a la sensatez y a impedir que el miedo se adueñe del discurso, de impedir que envuelvan la verdad que es clara y concisa, con su ponzoña, para darles su interpretación subjetiva.
Y que nadie me malinterprete. A mí nada me gustaría más que que beberse un frasquito homeopático curara cualquier cosa. Sería el sueño de cualquiera ¿verdad? Pero como por desgracia esto no es así, tenemos que ser duros e intentar que no desplacen el discurso de la sensatez. Porque solamente con la sensatez y la investigación se consiguen cosas.
Así que, hay que conseguir atravesar la burbuja de la que os hablaba en un principio. Y sin ni siquiera tener suficientes conocimientos basta con aplicar la sensatez y, ante una proposición pseudocientífica, plantear la duda escéptica y si no hay pruebas u os tachan de reaccionarios, sabréis que habéis descubierto a un magufo. Y ojo, no todos tienen culpa de serlo. Algunas personas lo son simplemente porque necesitan creer en algo y no se dan cuenta de las consecuencias del engaño masivo en el que participan.
Recordad este truco que funciona siempre y que es aplicable a cualquier ciencia (no solo a la médica): la ciencia alternativa que funciona, se llama “ciencia” a secas.