Mito 11: LAS ARMADURAS.
En torno a las armaduras medievales giran normalmente dos mitos: Su peso y la movilidad; Es decir, la creencia general es que las armaduras pesaban tanto y eran tan engorrosas que el caballero o guerrero de turno apenas si podía moverse, y si tenía la desgracia de caer al suelo ya no podría levantarse. Gran parte de la culpa en este tema la tiene la película "un americano en la corte del Rey Arturo" en la que se podía ver que a los caballeros los tenían que alzar mediante unas grúas con poleas para subirlos en los caballos. Bien, para comenzar, todos sabemos que existen varios tipos de armadura, como por ejemplo la cota de malla, la armadura de cuero endurecido, la brigantina, la coraza, etc... Como norma general, estas armaduras son metálicas, lo que implica necesariamente que pesarán un buen número de kilos, y algunas son rígidas, lo que significa que impedirán la total libertad de movimientos de su portador, pero de ahí a pensar que no se podrá mover media un abismo. Como cualquiera puede imaginar, una armadura sirve para protegerse, ya sea de los tajos de las armas, ya sea de las flechas, ya de los golpes aplastantes, y a ser posible de todos ellos, de modo que si se piensa un poco es bastante absurdo llegar a la conclusión de que las armaduras no permitían moverse al guerrero, pues de ser eso cierto, en lugar de una protección sería una trampa mortal, y absolutamente nadie con dos dedos de frente las usaría. Con respecto a la libertad de movimientos cabe exactamente el mismo comentario.
Las cotas de malla venían a pesar entre 14 y 20 kilos, y son un tipo de armadura extremadamente flexible, que se adapta al cuerpo del usuario y no le impide ningún movimiento por amplio o complicado que sea. Casi todo su peso descansa sobre los hombros del guerrero, y ahí reside su mayor incomodidad, pues cansaban la espalda hasta que uno se acostumbraba, claro. Eran efectivas para detener los tajos de casi cualquier arma (no se abrían al primer golpe Como se suele ver en las películas) y las cotas remachadas podían parar casi cualquier flecha, con la excepción de las de los arcos largos y las ballestas. Su mayor defecto es que no reducen los efectos aplastantes de las armas contundentes, y llevarse un espadazo de lleno podía significar la rotura del hueso, aunque no se sufriera el corte.
Las armaduras de placas, o Arnés Blanco, que se usaban ya en el siglo XV y principios del XVI, es decir, las más completas, venían a pesar unos 35 kilos. Ese era también el peso de las mochilas de los soldados de la primera guerra mundial, y todos hemos visto que con ellas a cuestas caminaban y corrían. Además, la mochila carga su peso sobre los hombros, igual que la cota de mallas, pero la coraza está repartida por todo el cuerpo, resultando mucho más llevadera. Las corazas eran una impresionante obra de ingeniería medieval repleta de detalles que tenían como fin desviar los golpes de las armas desde donde vinieran, y a la vez permitir la mayor movilidad posible al usuario. En efecto, con una coraza puesta se puede uno mover perfectamente, y tan sólo se verá constreñido para algunas posturas extremas que no se solían adoptar mientras se lucha. Con una coraza se puede pelear, correr, cabalgar y lo que hiciera falta, y por supuesto se puede uno subir normalmente al caballo y levantarse si se cae. Como detalle revelador, podemos comprobar que lo que acabó convirtiendo a los escudos en obsoletos fue precisamente la armadura de placas, y podemos estar seguros de que eso no habría sucedido si ésta no fuese extremadamente efectiva. Evidentemente, un guerrero luchando con una armadura se cansará antes que uno que no la lleve, pero irá mucho mejor protegido y tendrá más posibilidades de sobrevivir que el otro. El auténtico defecto de las armaduras es el calor. Cualquier armadura y su correspondiente acolchado interno producen un calor considerable, que viene muy bien en invierno, pero que podía ser asfixiante en verano, más teniendo en cuenta que el metal se recalienta con el sol. Por eso los soldados y caballeros usaban sobrevestas y gualdrapas, para impedir que el sol incidiera directamente sobre el metal de sus armaduras
Mito 12: LAS ARMADURAS DE JUSTA.
Este caso está relacionado con el anterior, y nuevamente el peso es el protagonista del mito. Existían unas armaduras, llamadas de justa, que se construían expresamente para los torneos, y que en efecto pesaban bastante más de lo habitual. En los torneos, los caballeros podían combatir con espada, hacha o maza, y en este caso se ponían una armadura de combate normal, pero también se podía justar con lanza, lanzándose unos contra otros a lomos de sus caballos para intentar descabalgar al rival de un golpe directo, y esto requería una armadura reforzada que pudiese aguantar tales embestidas. En las justas con lanza, sólo eran zonas válidas para golpear la cabeza y el tronco , y por tanto las armaduras de justa consistían en un casco muy pesado y reforzado que se unía a una coraza el doble de gruesa de lo normal, y una espinillera-rodillera también reforzada, amén de un guantelete en forma de escudo para desviar el golpe a otras zonas. Estas piezas por sí solas pesaban tanto como una armadura completa de combate (sólo el casco pesaba 10 kilos) porque como he dicho debían aguantar el impacto producido por los dos caballeros a la carrera, pero evidentemente se usaban únicamente para estas ocasiones y es absurdo pensar que un caballero podía llevarla a la guerra.