#5920 Totalmente de acuerdo, apoyo tu punto de vista con un texto (lo he transcrito, perdón por las posibles faltas):
“Cuando se dice que no hay discusión posible en materia de gustos, sólo se pretende decir que nadie puede decir que nadie puede contestar estrictamente qué placer o pena puede experimentar un hombre particular al probar una cosa particular. Eso, en efecto, es indiscutibe; pero podemos discutir, y además con suficiente claridad , sobre las cosas que son naturalmente placenteras o desagradables para los sentidos. Aunque, cuando hablamos de un sabor peculiar o adquirido, entonces hemos de conocer los hábitos, los prejuicios o los males de ese hombre particular, y hemos de extraer nuestra conclusión de todo ello...
… en poesía y otras obras de la imaginación , se puede observar la misma paridad. La verdad es que aquel al que le encanta Don Bellianis, leerá a Virgilio fríamente; mientras otro es transportado con la Eneida, y deja Don Juan Bellianis para los niños. Estos dos hombres parecen tener dos gustos muy diferentes, pero, de hecho, difieren muy poco. En ambas obras, que inspiran sentimientos tan opuestos, se cuenta una fábula excitante para la imaginación; ambas rebosan acción, ambas son apasionadas; en ambas hay viajes, batallas, triunfos y constantes cambios de fortuna. El admirador de Don Bellianis tal vez no entiende el lenguaje refinado de la Eneida, podría sentirlo con toda su energía, sobre la misma base que hizo de él un admirador de Don Bellianis. En su autor favorito no le chocan los continuos abusos de probabilidad, la confusión de tiempos, las ofensas contra las costumbres, los recorridos geográficos, porque no sabe nada de geografía ni de cronología, y nunca ha examinado los fundamentos de la probabilidad. Si, por casualidad lee algo acerca de un naufragio en la costa de Bohemia, completamente absorbido por tan interesante acontecimiento, y sólo preocupado por el destino de su héroe, no le perturba lo más mínimo este extravagante desatino. Pues, ¿por qué habría de impresionarle un naufragio en la costa de Bohemia a quien sólo sabe que Bohemia puede ser una isla en el océano Atlántico? Después de todo, ¿qué implica esto para el gusto natural de la persona aquí imaginada?
Entonces, en medida en el que el gusto pertenece a la imaginación, su principio es el mismo en todos los hombres; no hay ninguna diferencia en la manera en que les afecta, ni en las causas de la afección; pero, si hay una diferencia de grado que procede principalmente de dos causas; sea de un grado de sensibilidad natural, o de una atención más cercana y larga con respecto al objeto. Para ilustrar esto mediante la conducta de los sentidos, en los que se encuentra la misma diferencia, imaginemos que se presenta una mesa de mármol muy lisa ante dos hombres; ambos se dan cuenta de que es lisa, y a ambos les place por esta casualidad. Hasta aquí están de acuerdo. Pero, imaginemos que se les presenta otra mesa, y después otra, siendo la última aún más lisa que la anterior. Ahora es muy probable, que estos hombres, que tan de acuerdo están sobre lo que es liso y en cuanto al placer que desprende ello, se opongan cuando hayan de decidir cuál de ellas es la que tiene más brillo. En tales casos delicados, suponiendo que la agudeza del sentido sea equitativa, ganará el que ponga más atención y esté más acostumbrado a estas cosas. En lo relativo a las mesas, el pulidor de mármoles será indudablemente el que decida con mayor exactitud.
… La causa de un gusto incorrecto es una falta de juicio. Y ello puede desprenderse de una debilidad natural del entendimiento (sea la que fuera la causa de esta facultad), o, lo que es mucho más común, puede proceder de una falta de ejercicio adecuado y bien dirigido. Aparte de que la ignorancia, la desatención, la mala voluntad, la temeridad, la ligereza, la obstinación, y en una palabra, todas aquellas pasiones y todos aquellos vicios, que pervierten el juicio en otros temas, no le perjudican menos en este, su provincia más refinada y elegante.
… En lo que respecta a la imaginación y a las pasiones, creo ciertamente que que la razón se consulta poco; pero, en lo concerniente a la disposición, al decoro y la congruencia, en una palabra, allá donde el buen gusto difiere del malo, estoy convencido de que lo único que actúa es el entendimiento, y nada más; y su actuación está lejos de ser repentina, y en caso de serlo, seguramente no será correcta. Los hombres de mejor gusto, al considerar las cosas, con frecuencia cambian los primeros juicios precipitados, que a la mente, debido a su aversión por la neutralidad y la duda le gusta hacer al instante. Se sabe que el gusto (cualquiera que sea) mejora, exactamente en la misma medida que mejoramos nuestro juicio, ampliando nuestro conocimiento, mediante una atención constante hacia nuestro objeto, y mediante un ejercicio frecuente.”