Lo demandó el honor y obedecieron,
lo requirió el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron
con su esfuerzo la Patria redimieron.
Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
por eso como mártires murieron.
Inmolarse por Dios fue su destino,
salvar a España su pasión eterna,
servir en el Ejército su vocación y sino.
No quisieron querer a otra Bandera,
no pudieron andar otro camino,
no supieron morir de otra manera.
Estas personas son las que se merecen un respeto...