El Barça pagó a empresa del vicepresidente del Comité de Árbitros 7M de €

El sonido incesante del despertador rompió el silencio de la pequeña habitación. Lium, un hombre de mediana edad con cabello canoso y ojeras profundas, se despertó con pesadez en el corazón. Sabía lo que le esperaba cada día, pero no podía evitar el ritual que había convertido en parte de su rutina. A pesar de su creciente desesperación, era incapaz de abandonar el foro en línea donde defendía una causa completamente perdida.

Se levantó de la cama con lentitud, sintiendo el peso de la resignación que lo acompañaba como una sombra. El sol apenas se asomaba tímidamente por la ventana cuando Lucas se dirigió al baño. La ducha caliente no logró lavar su desánimo. El agua caía sobre él como un lamento, un eco de las batallas verbales que libraba día tras día en aquel foro olvidado por el mundo.

Después de vestirse con una camisa arrugada y unos jeans desgastados, Lium hizo su camino hacia la cocina. Preparó una taza de café, pero el sabor amargo no lograba despertar su espíritu, que estaba atrapado en una espiral de derrota. Sus ojos se posaron en el reloj de la cocina, marcando las 7:00 a.m. Era hora de enfrentar su destino.

Con pasos lentos, regresó a la habitación y encendió su computadora. El foro, un rincón oscuro de la internet, se desplegó ante él. Los nombres de usuario y las imágenes de perfil de los demás fanboys del FC Negreiralona aparecieron en la pantalla, recordándole que no estaba solo en su lucha inútil.

Respiró profundamente antes de comenzar a escribir. Cada palabra que tecleaba era un acto de sacrificio personal. Intentaba articular argumentos, rebatir críticas, pero la causa que defendía estaba perdida hace tiempo. Los trolls y los detractores eran más numerosos y vociferantes que nunca.

El reloj seguía avanzando implacablemente. Horas se convirtieron en minutos mientras Lucas continuaba su batalla en el teclado. A medida que el sol se ocultaba, su ánimo se oscurecía aún más. Era un hombre atrapado en una trampa que él mismo se había tendido, incapaz de dejar atrás
las mentiras que sus amados presidentes habían urdido para engañarlo y tenerlo postrado, esas mentiras lo consumían.

Finalmente, al llegar la medianoche, Lium apagó su computadora con una sensación de derrota abrumadora. Sabía que volvería a enfrentar la misma lucha al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente. La causa que defendía podía estar perdida, pero él seguía atrapado en su red, incapaz de liberarse de un compromiso que lo consumía lentamente