Cocidito madrileño: el hilo de los titulares

La zamorana de Dinho

Banega comienza a tener seguidores, muchos.

Siempre se supo que el chaval marcaria una época

Ah, perdon entonces.

acabo de poner real madrid tv(si lo veo) y aparece antonio esteva narrando un madrid-atletico de madrid , patetico lo de la secta , me alegro de sus pesimas audiencias dia a dia

#6100 AJAJAJAJAJA que buena!!
"Es de dominio público que Noah tomaba productos", dice el ex juez de silla internacional en el diario suizo '20 Minutes'

El último francés en ganar Roland Garros estaba dopado xD

"A lo mejor el Atleti gana fácil"

100€ = 1500€ y la ruina para las casas de apuestas.

#6106 bueno pero el hijo allí podrá doparse agusto como su padre.

Ya han salido los horarios de la jornada 17ª

http://www.lfp.es/Default.aspx?tabid=73&IDNoticia=12796&l=ES

#6092 Ojalá xD

Un derbi pisoteado

El Atlético era rebeldía donde hoy asoma resignación. Atrevimiento convincente donde hoy sólo se ve intimidación evidente. Osadía donde hoy sólo se divisan complejos. Y su vecino, ahora cómodamente instalado en la altanería, sentía temor y no compasión cuando se lo encontraba enfrente. Llegado el derbi, al madridista no se le venía nunca la risa floja ni se le ocurría antes de jugar, ni por asomo, el chiste fácil. Daba igual el nivel puntual de las plantillas y la situación en la clasificación. Llegado el derbi, al Atlético jamás se le ponían de corbata. Si acaso ese temblor previo le sobrevenía al rival. Luego ya podía pasar cualquier cosa, cualquiera, en función del resultado. Y sólo con el marcador en el bolsillo, a menudo conquistado con ayuda de terceros, le subía a los blancos a la boca la broma recurrente y el sarcasmo.

Pero ya no. Hace tiempo que no. Y es posible que a este paso hasta los libros de historia se olviden. Hoy el madridista se descojona a la que huele el derbi, no puede evitarlo. Se contiene en falso, por suficiencia innata, y hace que mira la amenaza vecinal como un asunto menor. Pero se recrea en el abuso, en la abrumadora sensación de poder, como un alumno de la ESO ante otro de Primaria (entre uno de BUP y otro de EGB cuando los derbis ciertamente aún lo eran). Está de un gracioso subido. Y el atlético, a cambio, agacha la cabeza, huye de la confrontación, vive la semana previa al partido como un suplicio insoportable. Institucionalmente se firma pacíficamente la sumisión y el vestuario no hierve. No se mentaliza íntimamente para el combate, ni siquiera de manera artificial, sino más bien para pasar el trago. No hay agitación en la liturgia, sino la serenidad propia de una extrema unción. El Atlético se prepara para la derrota, la da por inevitable. Sólo busca el consuelo y la justificación. No pasa nada, somos peores, no es nuestra Liga y terapias así. Y el club, la gente que lo ha conducido al precipicio, se muestra a gusto en el perfil bajo de ese nuevo discurso.

El derbi se ha acabado. Pero no por accidente. Su deformación, quién sabe si fruto del desconocimiento o de la premeditación, es la consecuencia extrema del proceso de deterioro al que los dueños (indebidos) han condenado a este club. La desintegración de la idiosincrasia, el vacío de identidad dentro del vestuario y la programada falta de exigencia han pasado factura. El derbi era sobre todo un asunto espiritual, de carácter, de escudo, y esos contenidos son precisamente los que estos tipos han arrancado del Atlético. Un derbi no se preparaba, se sentía, se vivía. Se masticaba durante todo el año, pasaba de generación a generación, del colegio a la cafetería, de la oficina al campo de entrenamiento, como un asunto mayor, deportivamente a vida o muerte. Se contagiaba. Llegaba a la cabeza y no salía de ahí ni un minuto del año. Se atendía a las demás citas del calendario, sí, pero sin perder de vista nunca la fecha en rojo. No eran (ni son) tres puntos más, esa nociva fórmula coartadista con la que se ha pretendido y conseguido aligerar de peso un partido que, se pongan como se pongan, en el ideario rojiblanco nos es como cualquier otro.

Y no hacía falta contárselo a ningún jugador, la dimensión del asunto se transmitía genéticamente a través de la camiseta. El derbi le agrandaba, jamás le encogía. Ahora ya pueden ponerse seis prendas a la vez que los futbolistas no perciben nada. La plantilla ni siente ni padece, ni sabe ni pregunta. Ha recibido permiso de la superioridad para asustarse y se agarra al conformismo como a una almohada. Yo es que no soy de aquí y por tanto no estoy obligado a nada. Tienen la excusa, así que no persiguen la solución. Se desentienden, la frustración de la grada no les vincula ni les compromete. Van a cobrar lo mismo, van a dormir igual. Miran el partido con distancia y lo cuentan, se muestran debidamente educados para la reverencia. Son peores (o quizás no) y hasta lo defienden. Afrontan el partido de mañana como la primera noche del curso en un colegio mayor. No saben si el Madrid les va a obligar a disfrazarse de gallina o si les llenará de agua sus camas, pero aceptarán como ley lo que sea. Es una tradición falsa, pero es la que conocen. Y mientras esperan el escarnio, rinden pleitesía en la sala de prensa, hacen como que ensayan en la ciudad deportiva y ni contestan con pucheritos al acento prepotente o humillante de lo que escuchan o leen (estas líneas valdrían). No buscan un aliciente para afrontar el derbi, sólo una palmada en la espalda. Es la caricatura del partido mayor. Una estampa denigrante para los atléticos, el vivo retrato de su empequeñecimiento institucional. La obra culmen de esos señores que hace unos años se apropiaron del club y ya lo han destruido. A los atléticos no les queda ni la ilusión, ficticia o no, de la semana antes. Y nadie levanta la voz.

Una visión muy realista del derby...

#6115 cojonudo