En medio de la crisis, el mundo discute sobre la indecencia de pagar 94 millones por el traspaso más caro de la historia, pero Ronaldo, de 24 años, sigue de vacaciones. Orgulloso de haber llegado hasta aquí. Nadie le regaló nunca nada. Su familia nació en una casucha diminuta de tejado de uralita, hoy convertida en un solar, en el centro de Funchal (110.000 habitantes), la capital de la isla de Madeira. La iglesia de Santo António es el edificio más emblemático. Su padre, Dinis, era un jardinero municipal con problemas con el alcohol. Y su madre, María Dolores, limpiaba y cocinaba en casas ajenas. Al fútbol llegó a través del Andoirinha, el pequeño club que acogía a los niños más pobres de la isla y donde Dinis colaboraba. La pareja tuvo cuatro hijos, uno de ellos, el más pequeño, con una genética extraña. En los infantiles, Cristiano era frágil y bajito. Un día, su madre le dijo que comiera dos platos de sopa antes de las comidas. Siguió la receta y no tardó en ser conocido como abejita, por el físico limitado y por el correr zigzagueante y de pasitos que aún hoy conserva. En contraste con las largas piernas de quien mide 1,85 metros de estatura y pesa 85 kilos. Un cuerpo de sprinter de 100 o 200 metros como el de su amigo y campeón europeo de la distancia Francis Obikwelu.
Pero el gran motor de su carrera no ha sido el físico privilegiado, sino el amor propio. Huir de una isla en medio del Atlántico, hacerse cargo desde muy joven de una familia amenazada por el alcohol y las drogas e ir esculpiendo su cuerpo y su mente hasta convertirse en una estrella. Ése ha sido el camino que trazó desde que, a los 17 años, cuando debutó en el Sporting de Lisboa, un veterano le advirtiera en un entrenamiento de que iba demasiado revolucionado: "¡Tranquilízate, hombrecito!". A lo que Ronaldo, airado, le replicó: "¡A ver si me llamas así cuando sea el mejor del mundo!", recuerda Leonel Pontes, uno de sus entrenadores en el Sporting, donde Cristiano estuvo siete años, desde 1996 hasta 2003.
Riguroso en los horarios, abstemio y fervoroso antitabaco, Ronaldo tiene en la familia el sustento psicológico. Su cuñado José Pereira, Zé, el marido de su hermana Cátia, es una especie de secretario, conductor, consejero y cocinero. Los hermanos, Elma, Cátia y Hugo, pasan temporadas con él. Pero la que echa raíces es su madre, María Dolores, una aficionada al Sporting a la que Ronaldo adora por las dificultades que tuvo para criarlos. Le concede todos los caprichos: una casa en Funchal, un Mercedes, un BMW... "Fui siempre su pequeño y aún me trata como si fuera un bebé. También es una amiga a la que le pido opinión", dice de ella el jugador. Una mujer sencilla que ahora luce gafas de Prada, relojes a juego con pendientes de Calvin Klein y se desplaza en los aviones fletados por su hijo. "Todo el dinero que gana va a una cuenta conjunta con mi nombre y el suyo", confiesa la madre. A la familia, que no le falte de nada. La primogénita, Elma, de 35 años, regenta una tienda de ropa llamada CR7, la marca registrada por el jugador en la que coinciden las iniciales de su nombre y el dorsal que ha llevado seis años en el Manchester. La segunda hermana, Cátia, de 32, eligió el nombre artístico de Ronalda para lanzar su carrera de cantante pop. Y ha grabado dos discos.
El momento más duro de su vida ocurrió momentos antes de un partido contra Rusia, clasificatorio para el Mundial de Alemania 2006. El seleccionador de Portugal, Luiz Felipe Scolari, lo llamó a su habitación para comunicarle que su padre había muerto. "Nunca olvidaré la conversación. Me marcó profundamente. Noté que él también había vivido algo parecido cuando se puso a llorar y lloramos los dos", explicó el jugador. Dinis Aveiro murió a los 52 años víctima de una insuficiencia hepática y renal. Scolari le autorizó a marcharse, pero él prefirió jugar. "Quería hacerle un homenaje a mi padre. Sabía que el dolor pasaría y lo importante era continuar mi trabajo".
Ronaldo no pudo salvar a su padre, pero sí a su hermano Hugo, de 34 años, hoy al frente de una fábrica de pinturas con 15 empleados, desintoxicado después de varias curas antidrogas. Dolores ganaba 600 euros al mes cuando pidió un préstamo para el primer tratamiento a Hugo. A los 16 años, Ronaldo ya le pagó el segundo. "Las cosas habrían sido diferentes de no haber sido futbolista", admite Dolores, de 54 años. "Cristiano ha visto lo que el alcohol y las drogas pueden hacer a la gente cercana y eso es parte del secreto de lo que es. Dinis bebió hasta la tumba y eso dejó a Cristiano devastado. Él amaba a su padre y le hubiese encantado que viera el jugador que es hoy". Cristiano y Dinis fueron inseparables antes de que dejara la casa de Funchal. El nombre, Cristiano Ronaldo, es un homenaje al actor favorito de su padre, el ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan.
Hasta la llegada de Ronaldo, nunca había habido un jugador de la Madeira en la selección de Portugal. La isla era demasiado pequeña y estaba demasiado lejos. El éxito de Ronaldo le ha dado un nuevo impulso y sus paísanos llaman a sus pasecitos tras marcar un gol O balinho madeirense, el nombre de un baile tradicional. Sus camisetas cuelgan de las paredes de los bares. Y Dolores le ha pedido a su hijo que les construya un asilo. A los nueve años, su padrino, Fernão Barros Sousa, lo llevó a uno de los dos clubes grandes de fútbol de la isla, el Nacional, a cambio de unas camisetas y unas botas para el Andoirinha. "Se sentía tan superior a los demás que nunca les pasaba el balón, pero le aguantaban porque marcaba muchos goles", recuerda António Mendonça, su entrenador en el Nacional, que lo traspasó al Sporting de Lisboa, uno de los tres grandes de Portugal, por 25.000 euros.
El aterrizaje en la capital fue brusco para ese niño de 11 años. Lloró el día que voló de Madeira a Lisboa. Y todas las semanas que telefoneaba a su madre. Sus compañeros se burlaban de su acento madeirense. Pensó muchas veces en regresar a casa y se volvió "un rebelde", cuenta Santos. "Hubo un momento en que el Sporting estuvo a punto de expulsarlo. Hasta que se decidió que su madre se mudara a un apartamento con él a Lisboa. No creo que fuera el futbolista que es sin esa decisión de su madre. Él la adora". Entonces cobraba 50 euros al mes en la escuela del Sporting. Su primer contrato fue de 250 euros, que después aumentó a 600, permitiéndole irse a vivir a una pensión a Marqués do Pombal. Siempre jugó un año adelantado a su edad. "Y siempre lloraba cuando perdía", recuerda Sousa, en una reacción que lo ha acompañado. Lloró tras caer ante Alemania en la Eurocopa 2008. Y cuando falló el penalti en la final de la Champions que aun así conquistó el Manchester ante el Chelsea en 2007. Es la rabia incontrolable del ganador.
Su imagen frívola contrasta con una enorme capacidad de trabajo. Ya en los tiempos del Sporting era el primero en llegar a los entrenamientos, igual que en el Manchester. Allí le gustaba hacer las cosas con calma, en una especie de ritual. "Me visto, a veces tomo un desayuno, otras voy al gimnasio, en ocasiones toco solo la pelota, muchas veces hago trabajo de prevención de lesiones e incluso juego al baloncesto con algún compañero que vaya llegando", narra en su biografía, Momentos. Todo en la intimidad del vestuario antes del entrenamiento. Al final de la sesión, Ronaldo se quedaba en el campo a ensayar tiros libres. El primer gol que marcó en Inglaterra, cuando llegó en 2003 por 18 millones, fue de tiro libre; el último, también. Entre medias, otros 148 de todas las facturas. Repetía tanto los lanzamientos a puerta que acababa con la paciencia del entrenador, Alex Ferguson: "Prefiero ir a tomar té". El efecto banana que da a la pelota es uno de los misterios que le acompañan. Lo mismo que el rito antes de disparar: da cinco o seis pasos atrás y abre las piernas mientras respira. Después fusila.
Una vez en casa, Cristiano nadaba con frecuencia en la piscina interior y se ejercitaba en el gimnasio, algo que practica desde niño. Después del partido le espera en casa la grabación del choque, que analiza detenidamente, en especial las ocasiones falladas. Finalmente se va a dormir unas ocho horas, a las que nunca renuncia, ni siquiera cuando la adrenalina pospartido lo dificulta.
Fue un mal estudiante. "Cuando se suponía que estaba haciendo los deberes, se escapaba por la ventana de su habitación para jugar al fútbol", evoca su padrino. En casa tenía pelotas de todos los colores y tamaños. Sin embargo, siempre está dispuesto a aprender cualquier cosa, según cuenta Bruno Prata, periodista del diario portugués Público. "En julio de 2003, antes de ser presentado en el Manchester, Ronaldo pidió que el periodista le explicase el significado de una palabra. Unos minutos después interrumpió la charla y dijo: 'Es una palabra interesante, voy a utilizarla". En seis años en Inglaterra aprendió un inglés más que decente para enfrentarse con desparpajo a las cámaras de televisión.
En 2008 fue designado mejor futbolista del planeta muy por delante de Messi y de Fernando Torres. Los periodistas le dieron el Balón de Oro y los seleccionadores el FIFA World Player. Claro que su fútbol, tan egocéntrico a veces, también despierta rechazos furibundos, como el del seleccionador holandés de Rusia, Guus Hiddink, que declaró: "Cristiano es un futbolista guapo, parece en forma y, sí, su pelo siempre está en su sitio. Por supuesto que entretiene a la gente y tiene grandes habilidades. Pero es demasiado show y demasiado glamour. Prefiero a Gerrard, Xavi o Messi, que no se miran tanto a sí mismos, sino al equipo".
Considerado el jugador más mediático por algunos estudios de mercado, Cristiano disfruta haciendo publicidad. El primero en apostar por él fue el banco portugués Espírito Santo, que le pagó cuatro millones por cada nuevo contrato firmado de tres en tres años. Este banco ya ha lanzado su campaña en España. Nike le pagará 12 millones. Y en 2006 filmó un anuncio para Coca-Cola, exclusivamente dirigido al mercado chino, por el que cobró 1,5 millones. Los fotógrafos y los camarógrafos alaban su predisposición.
Ronaldo reserva un día por semana a responder la correspondencia seleccionada por sus colaboradores. Hasta ahora firmaba las cartas con la rúbrica CR7. En previsión, ya ha registrado otra marca, CR9, a la espera de que sea ése el número que le conceda el Madrid. No quiere molestar a Raúl, propietario del 7 madridista. Entre sus miles de fans hubo una joven holandesa que no se iba de la puerta de su casa. Ronaldo le pagó el billete de vuelta en avión a Holanda, pero la chica regresó. La policía tuvo que desalojarla. "Es nuestro playboy", dijo de él Evrà, su compañero en el Manchester. "Ronaldo ama su cuerpo y se pasa las horas en el espejo", bromeó el lateral izquierdo francés. El año pasado salió con una española, la mallorquina Nereida Gallardo, de 25 años, a quien conoció en una discoteca de Palma.
En un viaje en avión de la Champions hubo un problema con la maleta de Ronaldo: era demasiado grande. El espigado Van der Saar, portero holandés del United, les guiñó el ojo a los periodistas y les dijo: "No le caben todos los cosméticos". "Tengo un buen reloj, un brazalete de diamantes y algunos anillos, pero mucho dinero lo he invertido en el futuro", declaró Ronaldo, modosito, a la revista Hello! Pero el 8 de enero de 2009 salió ileso de un accidente en el que estampó su Ferrari contra las vallas de un túnel en el aeropuerto de Manchester. El coche quedó destrozado. "Your car is too fast for you (tu coche es demasiado rápido para ti)", le cantaron los hinchas del Derby County.
El humor nunca ha faltado en el fútbol inglés, donde Ronaldo ha tenido una vida tranquila, alejada de las grandes fiestas del centro de la ciudad de Manchester. Le gustaba ir rodeado de su clan de amigos. A veces, demasiado. La Asociación de Periodistas de Fútbol le dio el premio de Jugador del Año en 2008 y el chico exigió, un día antes, que se sentaran cinco de sus amigos en la mesa presidencial. En caso contrario, no asistiría. Finalmente cedió y aceptó estar solo. Pero tampoco se libró del escándalo cuando, en septiembre de 2006, unas prostitutas contaron en los periódicos que habían sido contratadas por Cristiano para montar una orgía en su casa junto a sus compañeros y amigos Anderson y Nani. Celebraban la victoria ante el Tottenham y las cinco prostitutas se desplazaron 80 kilómetros desde Leeds.
Además de Scolari, su círculo íntimo de amigos lo cierran Jorge Mendes y Ferguson. El primero gestiona su carrera y sus inversiones, aparte de ser su confidente. En cuanto a Ferguson, lo ha querido, lo ha protegido y lo ha pulido desde que quedara prendado de él en un amistoso Sporting-Manchester del verano de 2003. También de origen humilde, el técnico escocés entendió la psicología de su jugador. Y supo estimularlo a través de pequeñas apuestas que Ronaldo fue ganando una tras otra. A pesar de que cuando llegó a Old Trafford, con 18 años y esa querencia a no soltar el balón, chocó con los pilares del vestuario. "¿Por qué no pasas la pelota? Soy delantero, pásame la bola", le gritó en un entrenamiento Ruud Van Nistelrooy, el delantero holandés con quien ahora va a reencontrarse en el Madrid. El entrenador apoyó a Ronaldo y el holandés vio la puerta de salida de Old Trafford.
Si bien hubo un capítulo mucho más decisivo en la eclosión del delantero portugués. Se desencadenó en el Mundial de Alemania 2006. Portugal eliminó a Inglaterra en los cuartos de final después de que Rooney fuera expulsado tras pisar a Carvalho y a petición de Ronaldo, su compañero en el United. Inglaterra clamó contra Cristiano, convertido en el personaje más odiado del país. En plenas vacaciones, Ferguson se presentó en el Algarve y le aseguró al chico que el club le ayudaría a superar el trance. Al final, esa cólera colectiva contra él la transformó en una motivación más, como cuando los niños se burlaban de su acento de Madeira, y firmó una temporada impresionante: 42 goles, la Liga y la Champions. Ahora ya es el futbolista mejor pagado de la historia, por encima de Ibrahimovic, del Inter, que cobra 12 millones. Que pase el próximo reto.