Yo intentaría vengarme, hacer todo aquello que nunca se me ha permitido, y ya de paso, divertirme.
Lo primerísimo de todo sería ir a la casa de mi amorcito no correspondido, atarles a él y a toda su familia en el salón, y follármelo a pelo delante de sus padres. Luego asesinaría a sus progenitores y le obligaría a mirar. Una vez los gemidos y los sollozos se hubiesen despejado, me acercaría a él con cara seria y le diría "a la cama". Me lo zumbaría hasta que me hartase. Cuando ésto sucediera, le echaría un último polvo, pero con cariño. Besándolo. Abrazándolo. Lamiendo sus lágrimas. Cuando llegase al clímax, le apuñalaría en el pecho.
Luego pillaría armas. Preferiblemente fusiles de asalto, explosivos plásticos, granadas y mucha, mucha munición. Me enrolaría en un grupo terrorista y les armaría. Iría al congreso en plena sesión plenaria y me los cargaría a todos. Dejaría el edificio desierto. Luego armaría los explosivos por todo el edificio y lo tiraría abajo. Treparía por las ruinas, hasta lo más alto, y plantaría allí un estandarte anarquista. El principal símbolo del poder estatal, destruido.
Mientras tanto mis compañeros terroristas harían lo mismo en el Senado, los Tribunales, catedrales, sedes de grandes bancos... a cualquier reportero que viésemos, lo acribillaríamos. Preferiría que la población tuviese poca información al respecto.
Una vez hecho todo esto, iríamos a la televisión pública, y a lo V de Vendeta, obligaríamos al currito de turno a poner un vídeo en todas las frecuencias en el que yo, Artein, declararía la muerte del Estado y de Dios, y la proclamación de la anarquía, todo acompañado de imágenes de nuestras fechorías.
Cundiría el caos.
A partir de este momento me dedicaría a pasear por las calles, disfrutando de mi Gran Obra. Organizaría un pelotón de fusilamiento con mis camaradas y me ejecutaría a miembros de todos aquellos colectivos que nunca me cayeron bien. Perroflautas. Animalistas. Feminazis. Fachas. Comunistas. Gitanos. Otakus. Sería una acción muy catártica.
Por último haría un reagrupamiento con mis compañeros terroristas en un punto acordado, en el que previamente habría colocado una bomba, y los ajusticiaría. Matar gente está mal. No debieron hacerlo.
Y supongo que a partir de este punto podría vivir en un mundo purgado, lleno de paz y de armonía. Disfrutaría hasta el fin de mis días con mis seres queridos y defendería a mi querido Caos de aquellos que intentaran infectarlo de Orden.