El rincón del SEXO y la LASCIVIA

Sorpresa de aniversario

Cumplíamos cinco años. Normalmente nuestros aniversarios se han resuelto con una cenita íntima en una terraza de restaurante a plena luz de la luna o con alguna escapadita a la sierra, pero este año iba a ser diferente. Al menos así me dijo ella. Yo esta vez no había preparado nada. Ella me dijo que se iba a encargar de todo. Que le dejara hacer las cosas a ella por una vez. Yo estaba encantado y no me imaginaba en absoluto lo que recorría su cabeza.

Y entonces llegó la ansiada noche. Durante el día no nos pudimos ver porque ambos trabajábamos, pero habíamos quedado en su pisito para según ella tener una velada romántica. Ella compartía un piso de solteras con otras dos chicas que me consta que son bastante liberales. Habían acordado salir esa noche para gozar un poco de intimidad, así que la noche se avecinaba emocionante.

Al llegar al edificio toqué en el telefonillo y ella me abrió. Subí apresuradamente las escaleras cargado con mi rosa y cuando llegué al piso me encontré la puerta entreabierta. Me sorprendió no verla cerrada o no ver a mi chica esperándome en ella, pero imaginé que se trataba de una sorpresa y directamente la empujé para entrar en el piso. Nada más entrar me encontré el vestíbulo y el consiguiente pasillo que lleva hacia su interior en plena penumbra, rota esta por unas velas en el suelo que me señalaban un camino. Lo seguí y me sorprendió ver como pasaba del salón y conducía a su habitación. En un inicio creí que me llevarían al salón porque de haberme preparado una cena especial, me la habría puesto en él. Seguí entonces el camino y justo antes de llegar a su habitación empecé a oír una música relajante y sensual. Mi nerviosismo iba en aumento porque, aunque solemos hacer el amor a menudo, nunca me había preparado una sorpresa así. Por mi cabeza recorría la idea de que me haría un striptease o algo parecido. Pero me equivocaba rotundamente.

Entré en su habitación y me la encontré en penumbra también y llena de velitas. En el suelo, en la mesa, en la mesilla de noche...la habitación estaba plagada de velitas aromáticas que junto a la música creaban una atmosfera de lo más sensual. Pero aparte de las velas, la habitación no tiene nada que destacara a como suele estar todos los días. Bueno sí, la cama tenía como una sábana echada por encima de la colcha, algo que tampoco es tan descabellado si ibamos a hacer el amor. Lo más curioso de todo es que ella no estaba en la habitación, pero mientras me deleitaba la vista disfrutando de las velas, apareció.

Y como apareció. No somos dados a disfraces, pero aparecio con una bata de enfermera y presuntamente nada debajo. Ademas llevaba unos tacones largos y unos ligueros blancos que quitaban el hipo. Al menos a mí me lo quitó nada más verla. Lo único que acerté a decir fue que si íbamos a jugar a los médicos o algo así, antes de que ella me interrumpiera y me dijo que me desvistiera. Al decírmelo asi me pareció muy frío. Pero obedecí. Una orden así en esas circunstancias nunca traería nada malo.

Tras desnudarme completamente, me pidió que me tendiera en la cama bocarriba. Cuando lo hice se agachó para abrir el cajón de la mesita de noche y sacó un bote de algo. Ese algo era aceite de masaje. Se le había ocurrido la idea de hacerme un masaje, algo que nunca habíamos hecho antes y yo acogí esa idea con los brazos abiertos. Ni corta ni perezosa me echó un buen chorro de aceite por todo el pecho y pude notar como desprendía olor a cereza. Mi fruta favorita. Empezó a extender el aceite con sus manos mientras me masajeaba suavemente. Primero fue el pecho, luego los hombros, los brazos. Volvió a mi torso y fue bajando para masajearme el abdomen. Sus manos ya me rozaban las ingles y mi pene ya estaba saliendo en su búsqueda. Pero sus manos lo ignoró y siguió masajeándome las piernas, hasta llegar a los pies. Contado así parece muy rápido y precipitado el masaje, pero se llevo más de 10 minutos haciéndomelo. Cuando llegó a los pies la vista se me nubló de placer. Los pies no son zonas erógenas para mi, pero supo como tocarme en cada centimetro de ellos. Sentía una mezcla entre cosquillas y placer indescriptible. Cuando me quise dar cuenta me estaba chupando los dedos. Era la primera vez que lo hacía y la sensación era tan extraña como única. Sentir su lengua chupándome el dedo gordo como si fuera mi pene era algo que me excitó. De repente se levantó y empezó a rozarse la vagina con mi dedo gordo. Como estaba lubricado por el aceite y su saliba, esta se deslizaba por su sexo que daba gusto. A ella parecía que le ponía bastante rozarse con mi pie. Mientras lo hacía, se masajeaba los pechos y la mirada se le perdía. Yo mientras me masturbaba porque me iba a reventar, pero prefería no hacerlo con mucha ligereza para seguir disfrutando a tope del momento y lo que aun tenía que llegar.

Entonces ella paró de masturbarse con mis dedos de los pies para pedirme que me diese la vuelta y me pusiera bocabajo. Una vez más me echó un gran chorro de aceite de masaje pero esta vez por la espalda y me lo empezó a extender con las manos mientras me masajeaba los hombros, las cervicales, la zona de los omoplatos, los lumbares…así hasta que llegó a mi trasero. Echó más aceite en ellos y empezó a masajeármelos haciéndome movimientos circulares que eran muy extasiantes. Me estaba dando un masaje en toda regla. Siguió piernas abajo pero esta vez no se detuvo en los pies. Volvió a masajearme piernas arriba hasta llegar de nuevo al trasero. En esta ocasión me empezó a tocar por la parte de abajo de los genitales, acariciándomelos y agarrándomelos a partes iguales. En esa zona sentí muchas cosquillas, así que los espasmos eran continuos. Entonces empezó a deslizar un dedo genitales arriba y empezó a acariciarme el ano. En 5 años esa zona siempre ha sido un tabú para mí porque siempre he relacionado ano con homosexualidad y nunca me ha llamado la atención nada que tuviera que ver con él. Pero en ese momento preferí dejarme llevar porque estaba gozando con su masaje. Sus caricias por el ano eran placenteras, algo que nunca había imaginado. Me dejé llevar por esas caricias y entonces noté un contacto diferente. Era como más húmedo. Era su lengua, que había sustituido al dedo y me estaba chupando las nalgas. A mi su lengua siempre me ha vuelto loco. Es muy revoltosa y juguetona, y la mueve como los ángeles. Siguió chupándome las nalgas y volvió a dirigirse a la zona baja de los genitales para chupármelos. Yo abrí un poco las piernas para que lo hiciera mejor, y me los lamió y chupó como nunca. Estando bocabajo mi pene no estaba accesible. Pero la opresión de la cama al estar en esa posición me daba placer mientras ella me chupaba los genitales. Entonces fue ascendiendo de los genitales hasta llegar al ano y empezó a pasarme la lengua por ellos. Exploté. Esa sensación sí que era indescriptible. Sentía mucha vergüenza que mi novia me estuviera chupando el ano. Pero era una sensación terriblemente placentera.

Así estuvo unos segundos hasta que me hizo una proposición indecente. Me pidió que me incorporar. Y cuando me estaba levantando, me dijo que no me equivocara. Lo que quería era que me pusiera a cuatro patas. A mi eso me dejó trastocado, pero obedecí. Se le había corrido la pintura de labios y tenía una cara de autentica lujuria a la que era imposible negarle nada. Se notaba a una legua que estaba a mil. Me puse a cuatro patas y me abrió las nalgas para seguir chupandome el ano. Pero esta vez con más fuerza y ritmo. Yo estaba que no me lo creía. A cuatro patas y con mi novia chupandome el culo. Pero disfrutando como un enano.

Yo seguía teniendo el pene como una piedra, apuntando en alto. En esa posición la silueta que proyectaban las sombras de las velas creaba una imagen curiosa. Una imagen que se vio interrumpida cuando me cogió el pene para jugar con él. Fue entonces cuando me perdí. Chupándome el ano y masturbándome mientras tanto. Algo que me había parecido descabellado horas antes y que en ese momento me estaba parecido lo más del mundo.

Entonces se paró en seco y me pidió que me quedara en esa posición. Yo no medié palabra porque seguía totalmente en extasis. Ella se volvió a acercar el cajón y sacó otro bote. Esta vez no pude ver que era, pero era transparente. Continué en esa posición y dejé de seguirle con la mirada cuando se volvió a posar tras de mí. Entonces escuché como abria el bote y echaba algo, pero yo no sentí nada sobre mi cuerpo. A los pocos segundos, noté una sensación fría en el ano. Era su dedo que estaba embadurnado por ese líquido el que me lo estaba acariciando. Pronto comprendí que se trataba de un lubricante. No porque fuese adivino, sino porque empecé a notar como me presionaba el ano con su dedo. El gesto inicial fue de rechazo. Pero me había gustado tanto lo que antes me había hecho que le di un voto de confianza. Notaba como su falange se introducía poco a poco por mi virgen y estrecho ano y mi cuerpo parecía como rechazarlo. No me estaba siendo nada placentero. Cuando me quise dar cuenta ya me había metido todo el dedo dentro. Empezó a moverlo suavemente en su interior y fue entonces cuando empecé a sentir placer. Con la otra mano volvió a coger mi pene para juguetear con él mientras me metía el dedo y de nuevo empecé a sentir cosas indescriptibles. A pesar de lo que me estaba gustando me costaba aceptar que me estuviera metiendo un dedo por el culo.

Siguió así unos instantes más y de repente lo sacó. Yo me fui a mover y me dijo que me quedara quieto, que la sorpresa no había acabado aun. Se agachó y cogió de debajo de la cama una bolsa. Yo mientras seguía a cuatro patas con la duda de lo que me iba a hacer ahora. De la bolsa saco otra bolsita negra mas pequeña que tenía algo envuelto. Lo desenvolvio y vualá: un consolador. Aunque no era un consolador tradicional, porque era más fino y tenía unas correas. Antes de que me pudiera imaginar que pretendia hacer con el, me la vi colocándoselo en su pubis y ajustandose las correas en su cintura. Me acojoné un poco al ver esa escena. Pero ella me dijo que me tranquilizara, que su compañera de piso llevaba tiempo practicandolo con su novio y que les encantaba. Estaba claro que esa idea solo se la podía haber dado su amiga liberal, y apostaba a que el consolador también era suyo. La cuestión es que mientras me decía esas palabras, estaba colocándose un condón en el consolador de goma y embadurnándoselo con lubricante. Y yo seguía a cuatro patas. Entonces se puso de pie en la cama, se agachó y empezó a apuntarme con el consolador al ano. Volvió a untarme un poco de lubricante con un dedo en el ano y acto seguido empezó a meterme poco a poco el consolador.

Al principio era doloroso y no quería. Pero no tardó ni unos segundos en insertármelo entero y empezar a moverse a delante y atrás. Me estaba follando mi novia y lo peor es que la situación me excitaba un montón. Fue aumentando el ritmo progresivamente y yo cada vez sentía más placer. Siempre había oído que el punto G masculino está en la próstata pero siempre lo había considerado abladurías de gays. Pero la cuestión es que estaba sintiendo un placer inmenso y mi novia me estaba follando como un autentico semental.

Mi novia aprovechó que yo nadaba en placer para sugerirme un cambio de posición. Entonces me puso bocarriba al borde de la cama y me levantó las piernas de forma que mi cabeza quedaba entre ambas rodillas. Tenía mi ano ahí totalmente abierto y expuesto y ella empezó a follarme desconsoladamente una vez más, solo que esta vez utilizaba una mano para masturbarme. Eso ya me hizo explotar de pasión y al minuto o así, no pude aguantar más y me corrí entero sobre mi pecho. Menudo orgasmo. Ella, satisfecha sacó el pene de mi culo y me dio un increíble beso de tornillo. Yo de vuelta a la normalidad me sentí avergonzado por lo que había hecho y gozado, pero su mirada complice me alivió. Fue una experiencia para enmarcar.