UNA EXPLICACIÓN DE COMO ME SIENTO AHORA:
Estábamos todos en el callejón. Husserl también. La idea era escribir el mejor libro de ética posible, uno de autoayuda, es decir. Estaba quemando plástico en un bidón oxidado, el muy cabrón de Robert Fisher, y nos miraba de soslayo, como esperando a que alabáramos su sutileza. Nadie lo había invitado. Pescador. En ingles no existe el juego entre Fisher y sinner pero en castellano hay sólo una letra de diferencia entre pecador y pescador. La S.
Por pura implantación social compré un poco de hierba, con la idea de que nosotros, renombrados filósofos, nos fumáramos un marrón en el callejón más sórdido. Emile Zola pasó por allí hablándole a una rana, cuando lo vimos en la bocacalle corrimos a escondernos detrás de los escombros. Entonces llegó Cioran montando en bicicleta, gritando vive le france, vive le tour, y no hubo forma de callarlo en toda la noche, luego se tomo unos rones en vaso tubo y empezó a rapear unos aforismos la verdad cojonudos, aunque poco tenían de autoayuda, y es una lástima que el mejor material de la noche no pudiera utilizarse para nuestro fin común. Nuestra torre de Babel.
Senté a los chicos en corro. Me llegó un wazap de Niche que no podía venir, que su madre había leído el ecce homo y que estaba castigado, dijo, literalmente: menos mal que no encontró el anticristo. Farolero, pensé. Otro superdotado del aforismo que se nos pierde.
Entonces, doblé mi capa, mi única prenda, esto se lo copie a Diógenes, al cual admiro hasta el paroxismo de la emoción, me puse en pie y dije:
Un libro de autoayuda para dominarlos a todos y encerrarlos en la más profunda de las tranquilidades, un libro de autoayuda para reunirlos en el amor a sí mismos y su corolario: “que si no, no podré amar a los demás”. Un libro de autoayuda para acomodarlos a la vida y cambiarles el atrezzo, el valle de lágrimas por la cima del gozo.
Alguien dijo: Ya se escribió la biblia el único libro de autoayuda real.
Me reí.
Y escuché una sirena. Los chicos se acojonaron, tiré la hierba a una alcantarilla, y Fisher saco un revolver, dijo: no voy a permitir que ese cabrón me arruine las ventas. Todo lo que está muerto gime por vivir.
Todo lo que está muerto gime por vivir.
El coche aparcó en la entrada del callejón. Un tipo grande, de anchos hombros, vestido con una larga gabardina de cuero, se adentró lentamente, sus pasos sonaban como truenos, y sus ojos fulgían como rubíes airados.
Maldito Calvino.
- Chavales, disolveos, yo ya escribí las Instituciones y desde la primera pagina dejo claro que el hombre no necesita autoayuda, necesita ayuda externa, divina. Nada bueno sale de lo podrido, llaga sucia es el corazón del hombre, garganta llena de pus es su alma y nido de arañas pestilentes.
Fisher se adelantó, envalentonado, llevaba el arma detrás, escondida y empuñada, Calvino lo vio llegar y se acercó, asió a Fisher por su garganta y lo levantó por el cuello.
“El hombre merece la pena y puede conseguirlo”, masculló mientras se ahogaba.
Calvino lo decapitó y arrojó su tormo contra la pared, haciéndolo rebotar.
“Este gato se ha ido a conocer a Dios.”
Y, no faltaba otra, salimos todos corriendo bíblicamente. Sin mirar atrás.