Lo mejor que pude hacer fue irme al gym universitario. No quiero decir que no me guste el garaje donde entrenaba antes (y donde volveré ahora en vacaciones), pero en el universitario es otro rollo. La gente no tiene ni puta idea de técnica ni de ejercicios, pero no hay gente que te molesta con mierda cada dos por tres.
Y de vez en cuando te encuentras a alguna tía que está buena pintada hasta las cejas, haciendo 10 minutos de bici, 3 abdominales y yéndose a los 15 minutos de llegar. Las risas misóginas son chicas.