Primeras dos horas (a punto de terminar la tercera fase)
El juego tiene una mecánica muy inteligente. Nuestro Yarny se va deshilando a medida que vamos avanzando en los mapas, por lo que tomar la ruta correcta y no "liarte" mucho es imprescindible para no quedarte sin cuerda. Si eso ocurre, no puedes avanzar. A modo de checkpoints, Yarny encuentra alfileres con un retal de color rojo que devuelve al muñeco su forma original y así poder seguir avanzando. Lo más gracioso es ver como exploras mapas y te quedas a las puertas de un nuevo retal porque te has quedado sin cuerda.
Es importante gestionar esto, pues va a pasar muchas veces que tendremos que hacer backtracking para crear un camino más rápido que nos permita recoger el siguiente retal. Ese es el principal reto del juego, el siguiente es avanzar, superar obstáculos que presenta la propia naturaleza de los escenarios, utilizar objetos de todo tipo a modo de plataformas y trazar recorridos con nuestro hilo para saltar más alto o mover objetos a zonas distintas. Todo este derroche de inteligencia se maquilla con escenarios bellísimos, música bellísima de folclore sueco y una historia (no narrada) llena de emoción y momentos felices que Yarny debe descubrir. Además, el juego cuenta con secretos muy bien ocultos que le dan rejugabilidad más allá de su corta duración.
Lo peor se lo lleva el control cuando intentamos utilizar nuestra cuerda a modo de látigo para balancearnos que a veces engancha y otras no. Y lo que menos me gusta es que hay secretos que se solo se pueden recoger si sacrificamos a Yarny, inevitablemente.
Por lo demás, es maravilloso.