Buenas tardes.
Vengo a rajar como un poseso de Outer Wilds por varias razones. La primera, porque aunque ha sido reconocido por la prensa y se le han dado buenas puntuaciones, me da la sensación de que no mucha gente se ha parado a darle una oportunidad. La segunda porque creo que es uno de los mejores videojuegos que he jugado en mi vida y el ejemplo perfecto de por qué sigo jugando videojuegos con casi 30 años y mucho aburrimiento de los mismos géneros y fórmulas a mis espaldas.
Así que vamos allá.
La mayor parte de videojuegos que he jugado ambientados en el espacio no entienden “el espacio” y lo que eso podría suponer. Estos juegos, como Mass Effect o cualquier juego de Star Wars, se limitan a mostrarte luces de colores y sensaciones de empoderamiento futuristas y maravillosas, y si bien muchos de estos juegos hacen cosas geniales, no suelen salir de la épica de cualquier historia bajo el ala del viaje del héroe. Outer Wilds no te da armas, no te da una supernave, no te propone vencer a ningún dios oscuro. Outer Wilds te saca al espacio y te hace sentir que ahí arriba hace frío de verdad.
Cuando empecé a jugarlo me costó entender y admito que no es un juego que te proponga simplemente jugar. Sin embargo, nunca antes un juego se había limitado a enseñarme cosas y a darme recompensas a mí, como jugador, y no al avatar que manejo. En Outer Wilds no vas a adquirir la mejor arma cuanto más explores, pero sí vas a adquirir los conocimientos que harán que el juego se abra a ti y te empieces a volver loco por querer recomendárselo a todo el mundo. Es una fórmula que yo, personalmente, no había visto nunca antes (aunque supongo que ya existiría). Se trata de una especie de CSI espacial donde investigar no se parece en absoluto a la forma en que investigarías en una aventura gráfica, porque cada puzzle que se te muestra lo vas a tener que solventar con lectura y entendimiento, no mezclando objetos en un menú y colocando cada item en su lugar. Aquí, resolver esos pequeños misterios es una jodida maravilla porque su resolución viene 100% de ti y lo que has entendido y curioseado el universo del juego y no de lo bien o mal que estén señalizados los elementos de un puzzle. Y si es una experiencia tan acojonante es porque sí, porque de “verdad” estás allí arriba.
Outer Wilds entiende que el mundo es una puta broma. Que estamos aquí porque resulta que unas enormes piedras reventaron y se mezclaron, o se dispersaron. Entiende que no hay nada que podamos hacer para que nuestra existencia se sobreponga a la de una gigantesca estrella moribunda o un cinturón de asteroides. En Outer Wilds te vas a sentir pequeño porque eres pequeño, y el juego lo hace sin hacerse el listo e intentar ser 100% coherente científicamente o dándote quintillones de planetas con diferentes colores o especies. Se limita a empujarte a explorar su pequeño sistema solar, enseñarte lo malditamente frágil que es la vida y lo maravillosa que puede resultar si eres verdaderamente consciente de esto, porque no hay ninguna otra razón para estar vivo que la de simplemente estarlo.
A mí me da mucho miedo morir, y estoy seguro de que algunos de vosotros también os sentiréis así. En el día a día habitual muchas veces perdemos el rumbo mental y nos empeñamos en estresarnos por pequeñeces, incluso ahora que el orden del mundo ha cambiado tanto por la pandemia. Esto es inevitable y no hay mucho que podamos hacer al respecto, así que a veces nos topamos con obras como esta que nos hacen reflexionar y recordar que ni siquiera la muerte debería importarnos, que la broma precisamente está en que da igual cuántas vueltas le demos al tema.
El mundo podría acabar mañana, o dentro de un mes, y no podríamos hacer ni una sola maldita cosa por frenarlo. Pero podemos existir, y jugar, y sentir cosas con las creaciones que otros seres humanos ponen en el mundo para compartirlas con los demás, con nosotros, y The Outer Wilds es una de las mejores de 2019.
Lo tenéis en consolas y en Epic sobre los 20€ y en verano saldrá para Steam.
Echadle un vistazo si tenéis tiempo