Voz en off
Has jugado con la gente y ahora te explota en la cara. Te jodes. Las personas no son objetos que colocar en estanterías indefinidamente; son personas. No hay marcha atrás, todo deja huella. Lo vas a llevar contigo durante el resto de tu vida y, quizá, si todavía cabe un resquicio de bondad dentro de ti, buscarás perdonarte, con toda la sinceridad posible, alejando el odio de tus entrañas.
Vinimos al mundo con la capacidad de obrar por nuestros propios medios; cada uno elige el grado de responsabilidad de sus acciones. Y no lo mediste, y te caíste, y te jodiste. De nada sirve pedir perdón; es muy fácil dar explicaciones, pero olvidar, amigo, eso nunca. Asumirás vivir con ello día tras día; asumirás ver tu mierda de forma de ser en todo cuanto te rodea.
Escribiendo esto estás pidiendo a gritos que te den una tercera, una cuarta o tal vez una décima oportunidad, y es en vano. Sabes hacer sonreír a la gente, sabes escucharla y quitar el hierro de sus penurias, pero también has demostrado que no eres trigo limpio y te va a pesar allá donde vayas.
Hablas solo por la noche. Te asomas a la ventana con la idea de encontrar soluciones mirando al cielo gris, y es el cielo gris el que te encuentra, hundido y condenado sin salvación alguna. Únicamente guardas el valor de tu futuro. Pasarán meses, años, caminarás sin rumbo anestesiando tu hemorragia. Pero algún día volverás en busca de esa flor que nunca muere. La misma flor a la que hiciste marchitar con tu orgullo infantiloide. Púdrete.
No te queda nada. Vete a algún tugurio e infla a hostias al primero que te mire mal. No sentirás nada. No más dolor, no más sufrimiento, no más confusiones. Tu claridad se volverá tan oscura que la tomarás por válida convirtiéndose en tu miserable existencia terrenal. No eres alcohólico, no eres drogadicto; te abasteces de tu propia sangre tóxica y alcanzas el cielo, envuelto en llamas, con el odio en sus inmensas cristaleras.