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El conocimiento que tiene el Dalai Lama de los factores que, en último término, conducen a la felicidad, proviene de toda una vida de observación metódica de su propia mente, de exploración de la condición humana, dentro del marco establecido por Buda hace veinticinco siglos. Así, el Dalai Lama ha llegado a algunas conclusiones definitivas sobre qué actividades y pensamientos son más valiosos. Sintetizó sus convicciones en las siguientes palabras, sobre las que se debe meditar
-A veces, al encontrarme con viejos amigos, recuerdo lo rápidamente que pasa el tiempo. Y eso hace que me pregunte si lo utilizamos adecuadamente. La utilización adecuada del tiempo es muy importante. Con este cuerpo y especialmente con este extraordinario cerebro humano, cada minuto es precioso. Nuestra existencia cotidiana está llena de esperanza, a pesar de que nada garantiza nuestro futuro. Nada nos asegura que mañana, a esta misma hora, estaremos aquí. A pesar de ello, trabajamos esperanzados. Así pues, necesitamos hacer el mejor uso posible de él. Estoy convencido de que la utilización adecuada del tiempo consiste en servir a otras personas, a otros seres sensibles. Si no pudiera ser así, evitemos al menos causarles daño. Creo que ésa es toda la base de mi filosofía.
»Así pues, reflexionemos sobre cuál es el verdadero valor en la vida, qué da significado a nuestras vidas, y establezcamos nuestras prioridades sobre esa base. El propósito de nuestra vida ha de ser positivo. No nacimos con el propósito de causar problemas, de hacer daño a los demás. Para que nuestra vida sea valiosa, tenemos que desarrollar buenas cualidades, como cordialidad, afabilidad y compasión. Entonces, nuestra vida podrá ser más significativa y pacífica, más feliz.
El arte de la felicidad, Dalai Lama y Howard C. Cutler.
Ésta es tu vida. Esto es lo que tienes. Puedes hacer el inventario exacto de tu escasa fortuna, el balance preciso de tu primer cuarto de siglo. Tienes veinticinco años y veintinueve dientes, tres camisas y ocho calcetines, algunos libros que ya no lees, algunos discos que ya no escuchas. No tienes ganas de acordarte de nada, ni de tu familia, ni de tus estudios, ni de tus amores, ni de tus amigos, ni de tus vacaciones, ni de tus proyectos. Has viajado y no has traído nada de tus viajes.
Estás sentado y sólo quieres esperar, esperar solamente hasta que no haya nada más que esperar: que venga la noche, que den las horas, que los días se vayan, que los recuerdos se desdibujen.
No vuelves a ver a tus amigos. No abres la puerta. No bajas a buscar el correo. No devuelves los libros que tomaste prestados de la Biblioteca del Instituto Pedagógico. No escribes a tus padres.
Sólo sales cuando ya es de noche, como las ratas, los gatos y los monstruos, arrastras los pies por las calles, te dejas caer en los pequeños cines mugrientos de los Grandes Bulevares. A veces caminas durante toda la noche; a veces duermes todo el día.
Un hombre que duerme, Georges Perec
"Nada es más evidente que el capitalismo moderno es tan subversivo como el Marxismo. La visión materialista de la vida en la que se basan ambos sistemas es idéntica; sus ideales son idénticos cualitativamente, incluyendo las premisas conectadas con un mundo cuyo centro está constituido de tecnología, ciencia, producción, "productividad", y "consumo". Y mientras sólo hablemos de clases económicas, beneficios, salarios, y producción, y mientras creamos que el progreso humano real está determinado por un sistema particular de distribución de riqueza y bienes, y que, en general, el progreso humano se mide por el grado de riqueza o pobreza - entonces no estaremos cerca siquiera de lo que es esencial, aunque nuevas teorías, más allá del Marxismo y capitalismo, puedan ser formuladas."
Hombres entre las ruinas: Reflexiones de posguerra de un tradicionalista radical, Julius Evola
[...]veo una multitud innumerable de hombres parecidos y de igual condición social que giran sin cesar sobre sí mismos en busca de pequeños y vulgares placeres con los que colman su alma. Cada uno de ellos, apartado de los demás, es como ajeno al destino de los otros; para él sus hijos y sus amigos particulares forman toda la especie humana; en cuanto al resto de sus conciudadanos, está al lado de ellos, pero no los ve; los toca, pero no los siente; no existe sino en sí mismo y para sí mismo, y si bien le queda una familia, puede decirse que ya no tiene patria.
Por encima se alza un poder inmenso y tutelar que se encarga él solo de garantizar sus placeres y de velar por su suerte. Es un poder absoluto, minucioso, regulativo, previsor y benigno. Se parecería al poder paterno si, como éste, tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, sólo se propone fijarlos irrevocablemente en la infancia; quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja gustoso para su felicidad, pero quiere ser el único agente y el único árbitro de ello. Vela por su seguridad, prevé y garantiza sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales asuntos, dirige su industria, regula sus sucesiones, divide sus herencias; ¿por qué no podría librarlos por completo de la molestia de pensar y del esfuerzo de vivir? [...]
Después de tomar de este modo uno por uno a cada individuo en sus poderosas manos y haberlo modelado a su modo, el soberano extiende sus brazos sobre la sociedad entera. Cubre la superficie de la vida social con una red de pequeñas reglas complicadas, minuciosas y uniformes, a través de las cuales los ingenios más originales y las almas más vigorosas no podrán abrirse paso para sobrepasar a la multitud; no quebranta las voluntades, sino que las ablanda, las somete y las dirige; raras veces obliga a actuar, pero siempre se opone a que se actúe; no destruye nada, impide que algo surja; no tiraniza, sino entorpece, reprime, debilita, extingue, embrutece y reduce finalmente a cada nación a un rebaño de animales timoratos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno.
Alexis de Tocqueville
La democracia en América
"Finalmente, reconozcamos que se han desarrollado diversas visiones y líneas de pensamiento acerca de la situación y de las posibles soluciones. En un extremo, algunos sostienen a toda costa el mito del progreso y afirman que los problemas ecológicos se resolverán simplemente con nuevas aplicaciones técnicas, sin consideraciones éticas ni cambios de fondo. En el otro extremo, otros entienden que el ser humano, con cualquiera de sus intervenciones, sólo puede ser una amenaza y perjudicar al ecosistema mundial, por lo cual conviene reducir su presencia en el planeta e impedirle todo tipo de intervención."
Laudato si', Papa Francisco
A la libre concurrencia sucede la dictadura económica
Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio.
Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad.
Esta acumulación de poder y de recursos, nota casi característica de la economía contemporánea, es el fruto natural de la limitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido sólo los más poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de conciencia.
Tal acumulación de riquezas y de poder origina, a su vez, tres tipos de lucha: se lucha en primer lugar por la hegemonía económica; es entable luego el rudo combate para adueñarse del poder público, para poder abusar de su influencia y autoridad en los conflictos económicos; finalmente, pugnan entre sí los diferentes Estados, ya porque las naciones emplean su fuerza y su política para promover cada cual los intereses económicos de sus súbditos, ya porque tratan de dirimir las controversias políticas surgidas entre las naciones, recurriendo a su poderío y recursos económicos.
Consecuencias funestas
- Ultimas consecuencias del espíritu individualista en economía, venerables hermanos y amados hijos, son esas que vosotros mismos no sólo estáis viendo, sino también padeciendo: la libre concurrencia se ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente, al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz.
A esto se añaden los daños gravísimos que han surgido de la deplorable mezcla y confusión entre las atribuciones y cargas del Estado y las de la economía, entre los cuales daños, uno de los más graves, se halla una cierta caída del prestigio del Estado, que, libre de todo interés de partes y atento exclusivamente al bien común a la justicia debería ocupar el elevado puesto de rector y supremo árbitro de las cosas; se hace, por el contrario, esclavo, entregado y vendido a la pasión y a las ambiciones humanas.
No quisiera establecer un debate pues no es hilo para ello pero que el jefe del Estado del Vaticano diga eso es cuando menos irónico.
#1657 podrías abrir hilo en OT y dar tu opinión. Conociéndote, a mi me interesa. De todas formas, a nivel práctico asignar el concepto de Estado a un sitio como el Vaticano es un poco… dudoso digamoslo así. Y por otro lado, es más que obvio que el Papa tiene poco o nada que ofrecerle a multinacionales como, qué se yo, Gazprom.
Columnas enteras se consagran a las discusiones parlamentarias, a las intrigas de los políticos; apenas si se advierte la inmensa vida cotidiana de una nación en algunas líneas que tratan de un asunto económico, a propósito de una ley, o en la sección de noticias o en la de sucesos del día. Y cuando se leen esos periódicos, en lo que menos se piensa es en el inmenso número de seres humanos que nacen y mueren, trabajan y consumen, conocen los dolores, piensan y crean, más allá de esos personajes molestos, a quienes se glorifica hasta el punto de que sus sombras, agrandadas por nuestra ignorancia, cubren y ocultan la humanidad.
La conquista del pan, Kropotkin
El aborto legalizado es una enorme comodidad para la mayoría […] deseada por el poder del consumo, el nuevo fascismo, que se ha apoderado de las exigencias liberales y progresistas, cambiándoles su naturaleza. A este poder no le interesa una pareja creadora de prole (proletaria) sino consumidora. Por ello hay que luchar, antes que nada, contra la falsa tolerancia del nuevo poder totalitario del consumo.
Pasolini
Otra cosa es que por la mala conciencia de un sistema jurídico de emanación de normas precedente del positivismo jurídico [...], si no hay ley natural, que presupone una naturaleza reconocida por las leyes, ¿en virtud de qué una ley es justa? De nada, el consenso numérico no puede hacer justo lo que es injusto, no puede hacer bueno lo que es inicuo. Lo que hay es una especie de nominalismo moderno que ha tomado cuerpo y que está dominando tanto la mentalidad política como las cátedras de filosofía [del derecho, etc.].
Leopoldo Prieto
Cuando el Estado es criminal, la cárcel es la casa del justo.
Desobediencia civil, Henry David Thoreau
Yo, a lo menos —replicó el canónigo—, he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas, y para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos y discretos, y con otros ignorantes, que solo atienden al gusto de oír disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación. Pero, con todo esto, no he proseguido adelante, así por parecerme que hago cosa ajena de mi profesión como por ver que es más el número de los simples que de los prudentes, y que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros.
Miguel de Cervantes: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha CAPÍTULO XLVIIII "Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio"
Dejo algunas citas que he apuntado del último libro que he leído:
Solo, de August Strindberg
En cuanto a la cama, la verdad es que siempre fue mi sueño acabar entre sábanas propias, pero, aunque tengo medios para adquirirlas, no quiero empezar a comprar cosas, pues no poseer nada es una de las facetas de la libertad. No poseer nada, no desear nada, es hacerse inmune a los peores golpes del destino. Pero, a la vez, es una suerte tener dinero suficiente, y sentir con ello que uno puede conseguir cosas, si lo desea, pues en ello consiste la independencia, que es otra de las facetas de la libertad.
[p. 25]
¿De qué sirve desear? No desees nada, no quieras nada de las personas ni de la vida, y siempre pensarás que has conseguido más de lo que pudiste desear. Y sabes por experiencia que, cuando has conseguido lo que deseabas, lo que te hizo feliz no fue tanto el objeto deseado como el propio cumplimiento.
[p. 78]
Cuando vuelvo a pensar en la vida social, en eso que se considera educación, hallo que era solo una escuela mixta para el vicio. Tener que ver continuamente lo feo es, para quien posee el sentido de la belleza, una tortura que te induce a considerarte un mártir. Verse obligado a cerrar los ojos ante las injusticias, por pura consideración, es una escuela de hipocresía. Acostumbrarse a callar el propio punto de vista, también por consideración, hace de uno un cobarde. Finalmente, asumir la culpa de acciones que uno no ha cometido, por mero afán de conservar la paz, te va degradando imperceptiblemente, hasta que por fin llega el día en que uno se siente una basura; no escuchar nunca una palabra de ánimo le roba a uno el valor y la autoestima. Y soportar las consecuencias de los errores de los otros te encorajina contra la gente y el orden imperante.
[...]
Lo que he ganado con la soledad es poder decidir por mí mismo mi dieta espiritual. No tengo que ver a mis enemigos en mi propia casa, sentados a mi mesa, ni escuchar en silencio mientras alguien se burla de lo que yo más estimo; no tengo que escuchar, dentro de mi casa, la música que aborrezco; evito ver periódicos, tirados por ahí, con caricaturas de mis amigos y de mí mismo; me he liberado de leer libros que desprecio y de visitar exposiciones y admirar cuadros que no me gustan. En una palabra, soy dueño de mi alma en aquellos casos en los que uno tiene algún derecho de serlo, y puedo elegir mis simpatías y antipatías.
[pp. 54-55]
Lo que criticamos al pacifismo metafísico y a todo aquel que, ante la guerra, “se avergüenza del Género humano” es la hipocresía objetivos de su actitud y la ingenua identificación de su ego con el Género humano”. Hipocresía por cuanto su actitud supone que «la guerra no va con él” como si él perteneciese a otra especie angélica: es el angelismo que constatamos tanto en el Papa como en John Lennon.Y sin embargo, forma parte de un mundo en cuyos edificios habitan, comen y duermen, tanto el Papa como los seguidores de Lennon. ¿Acaso nuestros irenistas angelistas no suelen vivir en un Estado de bienestar, un Estado que está apoyado en los tanques y en los misiles, que, entre otras cosas, defienden el control del petróleo? La actitud de quien abomina de la guerra y acepta la cultura humana que depende de ella encierra la quintaesencia de la falsedad.
Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna: terrorismo, guerra y globalización.
Llegamos al núcleo del proyecto progresista: el Otro siempre es bienvenido si su religión se disuelve en cultura, su cultura en folklore, y su identidad en simulacro. Es decir, si el Otro se convierte en lo Mismo. El elogio del Otro es siempre el primer paso hacia la estandarización del planeta.
"En la vida puedes avanzar o morir. Pero si puedes encontrar la manera de avanzar y morir al mismo tiempo... escúchame, cuando más azúcar más dulce.
Autor anónimo.
A día de hoy, los grandes libros de la tradición occidental son más ignorados que criticados. En la década de 1960, críticos literarios como Jacques Barzun y Lionel Trilling tenían un gran predicamento. Por aquel entonces, los estudiantes del ampliado sistema universitario de la posguerra buscaban en las novelas, e incluso en la poesía, claves para entender el sentido de sus vidas. El escenario cultural del siglo XXI es bien distinto. Pocos estudiantes recién graduados pueden dar siquiera el nombre de un solo poeta vivo. Hoy recurrimos a la psicología social, la neurociencia, la biología evolutiva y la economía para comprender nuestras vidas y nuestra sociedad. La ciencia nos proporciona herramientas para diagnosticar problemas y formular soluciones, muy en línea con lo que Popper anhelaba. Privadas de toda trascendencia, estas formas de pensar son materialistas, no en el sentido moral de que alienten la codicia y el consumo (aunque algunas sin duda lo hacen), sino en el sentido metafísico de que reducen la realidad humana a instintos y procesos biológicos. ¿Por qué leer a Jane Austen cuando resulta evidente que la teoría económica nos brinda una guía más objetiva y fiable del mercado amoroso y matrimonial?
So few grains of happiness
measured against all the dark
and still the scales balance.-- The Weighing, Jane Hirshfield - 1953
Los elfos son prodigiosos. Provocan prodigios.
Los elfos son maravillosos. Causan maravillas.
Los elfos son fantásticos. Crean fantasías.
Los elfos son fascinantes. Proyectan fascinación.
Los elfos son encantadores. Urden encantamientos.
Los elfos son terroríficos. Engendran terror.
Lo que tienen las palabras es que los significados pueden retorcerse como una serpiente, y si quieres encontrar serpientes, entonces búscalas detrás de palabras que han cambiado de significado.
Nadie ha dicho nunca que los elfos sean buenos.
Los elfos son malos
Lores y Damas. Terry Pratchett.
Aquí llega el colapso y el enorme error de nuestra época. Hemos mezclado dos cosas diferentes, dos cosas opuestas. El progreso debería significar que siempre estamos cambiando el mundo para adaptarlo a la visión. El progreso significa (ahora) que siempre estamos cambiando la visión. Debería significar que somos lentos pero seguros a la hora de llevar la justicia y la misericordia entre los hombres. Significa que somos muy rápidos en dudar de la conveniencia de la justicia y la misericordia: una página salvaje de cualquier sofista prusiano hace que los hombres duden de ella. El progreso debe significar que siempre estamos caminando hacia la Nueva Jerusalén. Significa que la Nueva Jerusalén está siempre alejándose de nosotros. No estamos alterando lo real para adaptarlo al ideal. Estamos alterando el ideal: es más fácil.
Deja que las creencias se desvanezcan rápida y frecuentemente si deseas que las instituciones sigan siendo las mismas.
Chesterton en Ortodoxia
Estas páginas son oro.
#1669 Estoy leyendo ahora mismo un libro sobre Egipto que puso las bases en su día de lo que debía ser la historia cultural, y hace énfasis en cómo las distintas civilizaciones de la época han construido la noción temporal. Es decir, el tiempo como una construcción desde arriba, lo cual es bastante cierto.
Este fragmento que has pasado me recuerda bastante, al final la idea de progreso no es más que una proyección de la idea de tiempo que el liberalismo decimonónico crea, saliendo de esa visión circular de la historia/tiempo, volviéndola lineal y creando metas. Algo que luego trufa el marxismo, mucho más teleológico xd.
La crisis política y cultural que carcome hoy a Occidente es el resultado de nuestra negativa a —o acaso nuestra incapacidad para— honrar a los dioses fuertes que infunden valor e inspiran lealtad. Estamos sometidos al martilleo cada vez más intenso y estridente de que el "juicio crítico" es el sumo bien y la "diversidad es nuestra fuerza". Nos dicen que el debilitamiento, la dispersión, el desencantamiento y todos sus parientes sirven al bien común porque impiden el retorno de Hitler.
Pero no estamos en 1945. Nuestras sociedades no se ven amenazadas por organizaciones paramilitares impulsadas por ideologías enérgicas. No nos enfrentamos a un adversario totalitario que ambiciona conquistar el mundo. Las tentaciones totalitarias, en la medida en que están hoy presentes en Occidente, surgen en el seno del consenso de la posguerra que se encuentra bajo asedio y se está volviendo cada día más punitivo ante el ascenso del populismo político y su rebelión contra los dogmas de la apertura.
Nuestros problemas son la antítesis de los que hubieron de enfrentar los hombres que marcharon a la guerra para detener a Hitler. Estamos amenazados por un vacío espiritual y por la apatía, que es su consecuencia. La cultura política de Occidente se ha vuelto políticamente inerte, quedando reducida a la gestión tecnocrática de utilidades privadas y libertades personales. La terrible amenaza que nos acecha es una sociedad en disolución, no una sociedad cerrada; es la personalidad terapéutica, no la autoritaria.
Unas citas de Un hombre que duerme, de Georges Perec (Ed. Impedimenta).
Apenas has vivido y sin embargo ya está todo dicho, terminado. Solo tienes veinticinco años pero tu senda está toda trazada. Los roles asignados, las etiquetas: del orinal de tu primera infancia a la silla de ruedas de tu vejez, todos los asientos están ahí y esperan tu turno. Tus aventuras están tan bien descritas que la revolución más violenta no haría pestañear a nadie. Da igual que bajes la calle lanzando por ahí los sombreros de la gente, cubriéndote la cabeza de basura, descalzo, publicando manifiestos, disparando con un revólver al paso de cualquier usurpador: tu cama ya está hecha en el dormitorio del asilo, tus cubiertos dispuestos en la mesa de los poetas malditos. […] Todo está previsto, todo está preparado hasta el menor detalle: los grandes impulsos del corazón, la fría ironía, la aflicción, la plenitud, el exotismo, la gran aventura, la desesperación. No le venderás tu alma al diablo, no irás, en sandalias, a arrojarte al Etna, no destruirás la séptima maravilla del mundo. Todo está ya preparado para tu muerte: la bala que acabará contigo se fundió hace mucho, las plañideras ya han sido designadas para seguir tu ataúd.
[pp. 40-41]
Frente al mundo, el indiferente no es ni ignorante ni hostil. Tu propósito no es redescubrir las saludables alegrías del analfabetismo, sino, al leer, no conceder ningún privilegio a tus lecturas. Tu propósito no es ir desnudo por ahí sino estar vestido sin que eso implique necesariamente afectación o abandono; tu propósito no es dejarte morir de hambre, sino solamente alimentarte. No es que quieras llevar a cabo estas acciones con total inocencia, pues la inocencia es un término demasiado fuerte: solamente, simplemente, si es que ese “simplemente” tiene algún sentido, dejarlas en un terreno neutro, evidente, desprovisto de todo valor, y no, ante todo no, funcional, porque la funcionalidad es el peor de los valores, el más hipócrita, el más comprometedor, aunque patente, fáctico, irreductible; que no haya nada más que decir: lees, estás vestido, comes, duermes, caminas, que sean acciones, gestos, pero no pruebas, no monedas de cambio: tu ropa, tus alimentos, tus lecturas ya no hablarán en tu lugar, ya no tendrás que hacerte el listo a través de ellos. Ya no les confiarás más la agotadora, la imposible, la mortal tarea de representarte.
[p. 59]
A lo largo de las horas, los días, las semanas, las estaciones, te vas desprendiendo de todo, desvinculando de todo. Descubres, a veces casi con una especie de embriaguez, que eres libre, que nada te pesa, ni te gusta ni te disgusta. Encuentras, en esta vida sin desgaste y sin otro estremecimiento que esos instantes suspendidos que te procuran las cartas o ciertos ruidos, ciertos espectáculos que te proporcionas, un bienestar casi perfecto, fascinante, a veces henchido de emociones nuevas. Experimentas un reposo total, estás, en cada momento, resguardado, protegido. Vives en un paréntesis venturoso, en un vacío lleno de promesas del que no esperas nada. Eres invisible, límpido, transparente. Ya no existes: a la sucesión de las horas, a la sucesión de los días, al paso de las estaciones, al fluir del tiempo sobrevives, sin alegría ni tristeza, sin porvenir ni pasado, así, simple y obviamente, como una gota de agua que salpica en el grifo de un descansillo, como seis calcetines en remojo en un barreño de plástico rosa, como una mosca o como una ostra, como una vaca, como un caracol, como un niño o como un viejo, como una rata.
[pp. 70-71]
Dostoyevski, F., Apuntes del subsuelo. Ed. Alianza
Pero, con todo y con eso, estoy firmemente persuadido de que no sólo una conciencia excesiva, sino cualquier dosis de conciencia, es una enfermedad. Insisto en ello. [...] A ver, díganme: ¿por qué sucedía que, como si fuese adrede, en esos momentos..., sí, en los mismísimos momentos en que me sentía más capaz de percibir el refinamiento de todo cuanto es «bueno y bello», como antaño solía decirse, no sólo no lo percibía, sino que hacía cosas tan repugnantes que... en fin, cosas que quizá todo el mundo hace, pero que a mí, como de propósito, se me ocurrían cabalmente cuando tenía plena conciencia de que no debía hacerlas? Cuanto más clara conciencia tenía del bien y de todo eso de «lo bueno y lo bello», más grande era mi caída en el fango y más dispuesto estaba a hundirme de lleno en él. [...] Aquello llegó al extremo de que sentía un deleite secreto, anormal, ruin, cuando al volver a mi rincón en una de esas noches inmundas de Petersburgo me daba aguda cuenta de que ese día había vuelto a cometer una vileza y que de ningún modo cabía deshacer lo hecho; y en mi fuero interno, secretamente, me roía a mí mismo, a dentelladas, me sondeaba, me chupaba, hasta que el amargor que sentía se trocaba al cabo en una especie de dulzor vergonzoso y maldito y, finalmente, en un deleite real y verdadero. ¡Sí, en deleite, en deleite, así como suena! [...] El deleite provenía precisamente de que tenía conciencia demasiado clara de mi propia degradación; de que tenía la sensación de haber llegado hasta el último límite; de que aquello era una villanía, pero que no podía ser de otro modo; de que no tenía salida alguna y nunca podría convertirme en otra persona; que aunque sí tuviese todavía tiempo y fe suficientes para convertirme en otro no habría querido cambiarme; y aun de haberlo querido tampoco habría hecho nada, pues a decir verdad no había nada en que hubiese querido cambiarme.
[Pp. 26-27].
Tienen el mismo nombre, el mismo apellido. Ocupan la misma casa y calzan los mismos zapatos.
Duermen en la misma almohada, junto a la misma mujer. Cada mañana, el espejo le devuelve la misma cara.
Pero él y él son la misma persona:
—Y yo, ¿qué tengo que ver? —dice él, hablando de él, mientras se encoge de hombros.
—Yo cumplo órdenes —dice o dice:
—Para eso me pagan.
O dice:
—Si no lo hago yo, lo hace otro.
Que es como decir:
—Yo soy otro.
Ante el odio de la víctima, el verdugo siente estupor, y hasta una cierta sensación de injusticia: al fin y al cabo, él es un funcionario, un simple funcionario que cumple su horario y su tarea. Terminada la agotadora jornada de trabajo, el torturador se lava las manos.
Ahmadou Gherab, que peleó por la independencia de Argelia, me lo contó. Ahmadou fue torturado por un oficial francés durante varios meses. Y cada día, a las seis en punto de la tarde, el torturador se secaba el sudor de la frente, desenchufaba la picana eléctrica y guardaba los demás instrumentos de trabajo. Entonces se sentaba junto al torturado y le hablaba de sus problemas familiares y del ascenso que no llega y lo cara que está la vida. El torturador hablaba de su mujer insufrible y del hijo recién nacido, que no lo había dejado pegar un ojo toda la noche: hablaba contra Orán, esta ciudad de mierda, y contra el hijo de puta del coronel que…
Ahmadou, ensangrentado, temblando de dolor, ardiendo en fiebres, no decía nada.
- Eduardo Galeano, "El libro de los abrazos"
Allí donde la historia es muda, no queda sino escuchar la voz sin rostro de los textos, esa voz que nos parece hoy tan lejana precisamente porque nos es tan familiar, esa voz que parece anunciarnos lo que de siempre sabíamos ya y que, con todo, no acabaremos nunca de aprender, o sea, de buscar. El análisis de los textos no alcanza nunca a evocar espíritus; si pese a ello ocurriera que la imaginación del lector se aventurase a hacerlo, caería quizá en la cuenta de que esa voz que habla en medio del desamparo de los textos no es tanto la palabra ejemplar del «maestro de los que saben» como aquella otra, menos segura pero más fraterna, que sigue en nosotros buscando lo que es
el ser, y callándose a veces.
El problema del ser en Aristóteles, Pierre Aubenque.
«¿Sabes lo que es tener parálisis cerebral? Es tener tanta inteligencia, tantos anhelos y sueños como cualquier persona, pero dentro de un cuerpo que no responde, manos que no obedecen, piernas que no quieren caminar, lengua que no puede expresar los pensamientos y también, con frecuencia, es sentir el rechazo de las personas que no la tienen, ni entienden. Es soñar con ser amada como mujer y enfrentarse a lo que casi es imposible: desear un hijo y abrazar y amar, y llorar mucho pero no alcanzar lo que otras mujeres tienen sin apreciarlo.
¿Saben? Mi mente genera muchas ideas, acumulo conocimientos, apilo deseos, alegrías, tristezas; todo se aprieta sin encontrar cómo escaparse, sin poder compartir mis tesoros. Ser muda es lacerante, es lo más difícil para mí de tener parálisis cerebral.
En mi memoria revolotean como bellas aves unas palabras dichas por mi padre, un día que salimos de Tepotztlán: Hija, no te apenes porque la gente te mire, tú vales igual que ellos, vales por ti misma y ellos te miran quizá con admiración porque nunca han visto a una persona en tus condiciones salir y comportarse como ellas»
Gabby Brimmer, una historia verdadera
equidad.
(Del lat. aequĭtas, -ātis).
- f. Igualdad de ánimo.
- f. Bondadosa templanza habitual. Propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley.
- f. Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva.
- f. Moderación en el precio de las cosas, o en las condiciones de los contratos.
- f. Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece.
La he puesto ya en el subforo de Joe, pero la pongo también por aquí, a ver si anima a más gente a leerlo, ya que creo que es relativamente desconocido fuera de los amantes de la fantasía, y creo que no es justo. La construcción de sus personajes va mucho más allá del arquetipo típico de las fantasías actuales, siendo descritos con un realismo más crudo y realista que muchas novelas del género no fantástico.
La historia no es un relato de las batallas entre el bien y el mal, sino entre el bien de una persona y el de otra. El mal no es lo contrario del bien. Es como llamamos a la noción del bien que tiene otra persona cuando difiere de la nuestra.
La sabiduría de las multitudes. Joe Abercrombie.
C.S. Lewis, sobre la masturbación:
For me the real evil of masturbation would be that it takes an appetite which, in lawful use, leads the individual out of himself to complete (and correct) his own personality in that of another (and finally in children and even grandchildren) and turns it back: sends the man back into the prison of himself, there to keep a harem of imaginary brides. And this harem, once admitted, works against his ever getting out and really uniting with a real woman. For the harem is always accessible, always subservient, calls for no sacrifices or adjustments, and can be endowed with erotic and psychological attractions which no real woman can rival. Among those shadowy brides he is always adored, always the perfect lover: no demand is made on his unselfishness, no mortification ever imposed on his vanity. In the end, they become merely the medium through which he increasingly adores himself . . . . And it is not only the faculty of love which is thus sterilized, forced back on itself, but also the faculty of imagination.
The true exercise of imagination, in my view, is (a) To help us to understand other people (b) To respond to, and, some of us, to produce, art. But it has also a bad use: to provide for us, in shadowy form, a substitute for virtues, successes, distinctions etc. which ought to be sought outside in the real world—e.g. picturing all I’d do if I were rich instead of earning and saving. Masturbation involves this abuse of imagination in erotic matters (which I think bad in itself) and thereby encourages a similar abuse of it in all spheres. After all, almost the main work of life is to come out of our selves, out of the little, dark prison we are all born in. Masturbation is to be avoided as all things are to be avoided which retard this process. The danger is that of coming to love the prison.