Tras mi muerte en accidente de tráfico provocada por un miembro de Media Vida con la consiguiente chanza por parte de otros, paso a narrar, sin ningún tipo de novedad o percance de este asesinato con alevosía, lo acontecido anoche. Qué ingenuidad el pretender matar de esa manera a un zombie, jajaj.
Bien, tampoco es manera de acabar con mi vida intentando congelarme, ya que anoche sobreviví también a la gran helada que soporté como unas dos horas ahí plantada en la cola, sin poder moverme ni un mínimo del sitio. Mis pies eran estalactitas, mi cuerpo un iceberg flotando en la masa corpórea de transeúntes.
Nada más llegar, todos los asistentes pudimos observar unos cuantos carteles colgados a la entrada de la sala anunciando que todas las entradas ya estaban agotadas. Por lo tanto, las previsiones de los organizadores fallaron. Desde un primer momento yo tenía claro que seríamos bastantes los que acudiríamos a la cita. Además, anoche aquello parecía un desfile de la Pasarela Cibeles. Heavies de antaño con chupa de flecos incluida, góticos maqueados hasta la médula, chavalines vestidos a la última moda con todo tipo de piercings, tatoos y pantalones megaanchos.....Y es que los tres grupos eran cada uno de su padre y de su madre.
A las ocho menos algo, pudimos por fin entrar a la sala. Hacía ya bastante desde la última vez que pude pisar la Caracol, antes del mítico cierre, que ya se está convirtiendo en norma, a ver cuánto dura esta vez. Y pocos minutos después, el recinto se llenó hasta los topes. Aquello era un infierno. Al escuchar hablar a la gente se podía apreciar que ayer Madrid congregó a personas de diversas zonas geográficas. Y a todo esto, mis pies seguían siendo bloques de hielo.
Subieron al escenario el primer grupo en actuar de la noche, Maroon, de éstos no tengo mucho que reseñar, ya que no me gusta bailar, jaja. Sí tengo que decir que el cantante de dicha banda, no paró de animar al público en todo momento; y tampoco paró de expulsar su saliva y atraparla al caer, bien con su boca o bien con su mano. Qué destreza.
Seguidamente, tocaba el turno de Samael, y como he mencionado hace poco, no me va el baile, sea de un tipo o de otro. La única canción que puedo salvar de su repertorio es “Jupiterian Vibe”. Nada más. Punto y final por no mencionar el tedio que soporté durante toda su actuación. Aquello parecía no terminar nunca. No entiendo, juraría que yo fui a un concierto, no a una discoteca.
Y cuando ya llegaba mi tan ansiada actuación, decidieron que debíamos esperar más, por si aún les quedaba duda de todo el tiempo que tuvimos que hacerlo en la cola para entrar. Al fin, a las diez y media salían al escenario Obituary. Qué decir de su actuación. Pues simplemente yo les pondría la nota de diez. Pena que el cuerpo ya no estuviese a esas horas y con el frío metido en los huesos, para tantos trotes. Pero quién se puede negar tras oír los primeros acordes de su último larga duración a mover la cabeza desenfrenadamente al compás de su ritmo pesado y carismático. Así es como me gusta. Estos hombres no han cambiado una pizca su estilo. Ni siquiera Tardy se ha atrevido a cortarse su larga melena.
Cayeron clásicos y no tan clásicos. Me encanta la importancia que le da este grupo a la percusión. Lo de anoche fue un revival con el público haciendo divings y tirándose desde el escenario sin ningún tipo de control, como antaño. Grandiosos. Mereció la pena soportar tal nivel de congelación. Como no pudo ser menos, y haciendo honor a su más reciente album, frozen in time, yeah!.