América Latina, imperialismo y lavado de cara del capitalismo

B

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, “hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización…”

Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios.

Nuestros sistemas de inquisidores y verdugos no sólo funcionan para el mercado externo dominante; proporcionan también caudalosos manantiales de ganancias que fluyen de los empréstitos y las inversiones extranjeras en los mercados internos dominados. “Se ha oído hablar de concesiones hechas por América latina al capital extranjero, pero no de las concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países … es que nosotros no damos concesiones”, advertía, allá por 1913, el presidente norteamericano Woodrow Wilson.

Él estaba seguro: “Un país –decía- es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido”. Y tenía razón. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, aunque los haitianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase, de nebulosa identificación.

Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya habían nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad).

Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convirtieron en veneno.

Potosí, Zacatecas y Oruro Preto cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de los metales preciosos al profundo agujero de los socavones vacíos, y la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre y de la selva amazónica del caucho; el nordeste azucarero de Brasil, los bosques argentinos del quebracho o ciertos pueblos petroleros del lago Maracaibo tienen dolorosas razones para creer en la mortalidad de las fortunas que la naturaleza otorga y el imperialismo usurpa. La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes –dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida d bestias de carga.

La brecha se extiende. Hacia mediados del siglo anterior, el nivel de vida de los países ricos del mundo excedía en un cincuenta por ciento el nivel de los países pobres. El desarrollo desarrolla la desigualdad: Richard Nixon anunció, en abril de 1969, en discurso ante la OEA, que a fines del siglo veinte el ingreso per capita en Estados Unidos sería quince veces más alto que el ingreso en América Latina. La fuerza del conjunto del sistema imperialista descansa en la necesaria desigualdad de las partes que lo forman, y esa desigualdad asume magnitudes cada vez más dramáticas. Los países opresores se hacen cada vez más ricos en términos absolutos, pero mucho más en términos relativos, por el dinamismo de la disparidad creciente. El capitalismo central puede darse el lujo de crear y creer sus propios mitos de opulencia, pero los mitos nos se comen, y bien lo saben los países pobres que constituyen el basto capitalismo periférico. El ingreso promedio de un ciudadano norteamericano es siete veces mayor que el de un latinoamericano y aumenta a un ritmo diez veces más intenso. Y los promedios engañan, por los insondables abismos que se abren, al sur del río Bravo, entre los muchos pobres y los pocos ricos de la región. En la cúspide, en efecto, seis millones de latinoamericanos acaparan, según las Naciones Unidas, el mismo ingreso que ciento cuarenta millones de personas ubicadas en la base de la pirámide social. Hay sesenta millones de campesinos cuya fortuna asciende a veinticinco centavos de dólar por día; en el otro extremo los proxenetas de la desdicha se dan el lujo de acumular cinco millones de dólares en sus cuentas privadas de Suiza o Estados Unidos, y derrochan en la ostentación y el lujo estéril ¾ofensa y desafío¾ y en las inversión total, los capitales que América Latina podría destinar a la reposición, ampliación y creación de fuentes de producción y trabajo.

Incorporadas desde siempre a la constelación del poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el menor interés en averiguar si el patriotismo podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única forma posible de la política internacional. Se hipoteca la soberanía porque “no hay otro camino”; las coartadas de la oligarquía confunden interesadamente la impotencia de una clase social con el presunto vacío de destino de cada nación.

Josué de Castro declara: “Yo, que he recibido un premio internacional de la paz, pienso que, infelizmente, no hay otra solución que la violencia para América Latina”.

Ciento veinte millones de niños se agitan en el centro de esta tormenta. La población de América latina crece como ninguna otra; en medio siglo se triplicó con creces. Cada minuto muere un niño de enfermedad o hambre, pero en el año 2000 habrá seiscientos cincuenta millones de latinoamericanos, y la mitad tendrá menos de quince años de edad: una bomba de tiempo.

Entre los doscientos ochenta millones de latinoamericanos que hay, a fines de 1970, cincuenta millones de desocupados o sub ocupados y cerca de cien millones de analfabetos; la mitad de los latinoamericanos vive apiñados en viviendas insalubres. Los tres mayores mercados de América Latina -Argentina, Brasil y México- no alcanzan a igualar, sumados, la capacidad de consumo de Francia o de Alemania occidental, aunque la población reunida de nuestros tres grandes excede largamente a la de cualquier país europeo. América Latina produce hoy día, en relación con la población, menos alimentos que antes de la última guerra mundial, y sus exportaciones per capita han disminuido tres veces, a precios constantes, desde la víspera de la crisis de 1929. El sistema es muy racional desde el punto de vista de sus dueños extranjeros y de nuestra burguesía de comisionistas, que ha vendido el alma al Diablo a un precio que hubiera avergonzado a Fausto. Pero el sistema es tan irracional para todos los demás que cuanto más se desarrolla más agudiza sus desequilibrios y sus tensiones, sus contradicciones ardientes. Hasta la industrialización, dependiente y tardía, que cómodamente coexiste con el latifundio y las estructuras de la desigualdad, contribuye a sembrar la desocupación en vez de ayudar a resolverla.

Se extiende la pobreza y se concentra la riqueza en esta región que cuenta con inmensas legiones de brazos caídos que se multiplican sin descanso. Nuevas fábricas se instalan en los polos privilegiados de desarrollo -Sao Paulo, Buenos Aires, la ciudad de México- pero menos mano de obra se necesita cada vez. El sistema no ha previsto esta pequeña molestia: lo que sobra es gente. Y la gente se reproduce. Se hace el amor con entusiasmo y sin precauciones. Cada vez queda más gente a la vera del camino, sin trabajo en el campo, donde el latifundio reina con sus gigantescos eriales, y sin trabajo en la ciudad, donde reinan las máquinas: el sistema vomita hombres. Las misiones norteamericanas esterilizan masivamente mujeres y siembran píldoras, diafragmas, espirales, preservativos y almanaques marcados, pero cosechan niños; porfiadamente, los niños latinoamericanos continúan naciendo, reivindicando su derecho natural a obtener un sitio bajo el sol en estas tierras espléndidas que podrían brindar a todos lo que a casi todos niegan.

Los niños latinoamericanos continúan naciendo, reivindicando su derecho natural a obtener un sitio bajo el sol en estas tierras espléndidas que podrían brindar a todos lo que a casi todos niegan.
A principios de noviembre de 1968, Richard Nixon comprobó en voz alta que la Alianza para el Progreso había cumplido siete años de vida y, sin embargo, se habían agravado la desnutrición y la escasez de alimentos en América Latina. Pocos meses antes, en abril, George W. Ball escribía en Life: «Por lo menos durante las próximas décadas, el descontento de las naciones más pobres no significará una amenaza de destrucción del mundo. Por vergonzoso que sea, el mundo ha vivido, durante generaciones, dos tercios pobre y un tercio rico. Por injusto que sea, es limitado el poder de los países pobres». Ball había encabezado la delegación de los Estados Unidos a la Primera Conferencia de Comercio y Desarrollo en Ginebra, y había votado contra nueve de los doce principios generales aprobados por la conferencia con el fin de aliviar las desventajas de los países subdesarrollados en el comercio internacional.

Son secretas las matanzas de la miseria en América Latina; cada año estallan, silenciosamente, sin estrépito alguno, tres bombas de Hiroshima sobre estos pueblos que tienen la costumbre de sufrir con los dientes apretados.

Esta violencia sistemática, no aparente pero real, va en aumento: sus crímenes no se difunden en la crónica roja, sino en las estadísticas de la FAO. Ball dice que la impunidad es todavía posible, porque los pobres no pueden desencadenar la guerra mundial, pero el Imperio se preocupa: incapaz de multiplicar los panes, hace lo posible por suprimir a los comensales.

«Combata la pobreza, ¡mate a un mendigo!», garabateó un maestro del humor negro sobre un muro de la ciudad de La Paz. ¿Qué se proponen los herederos de Malthus sino matar a todos los próximos mendigos antes de que nazcan? Robert McNamara, el presidente del Banco Mundial que había sido presidente de la Ford y Secretario de Defensa, afirma que la explosión demográfica constituye el mayor obstáculo para el progreso de América Latina y anuncia que el Banco Mundial otorgará prioridad, en sus préstamos, a los países que apliquen planes para el control de la natalidad. McNamara comprueba con lástima que los cerebros de los pobres piensan un veinticinco por ciento menos, y los tecnócratas del Banco Mundial (que ya nacieron) hacen zumbar las computadoras y generan complicadísimos trabalenguas sobre las ventajas de no nacer: «Si un país en desarrollo que tiene una renta media per capita de 150 a 200 dólares anuales logra reducir su fertilidad en un 50 por ciento en un período de 25 años, al cabo de 30 años su renta per capita será superior por lo menos en un 40 por ciento al nivel que hubiera alcanzado de lo contrario, y dos veces más elevada al cabo de 60 años», asegura uno de los documentos del organismo. Se ha hecho célebre la frase de Lyndon Johnson: «Cinco dólares invertidos contra el crecimiento de la población son más eficaces que den dólares invertidos en el crecimiento económico». Dwight Eisenhower pronosticó que si los habitantes de la tierra seguían multiplicándose al mismo ritmo no sólo se agudizaría el peligro de la revolución, sino que además se produciría «una degradación del nivel de vida de todos los pueblos, el nuestro inclusive».

Los Estados Unidos no sufren, fronteras adentro, el problema de la explosión de la natalidad, pero se preocupan como nadie por difundir e imponer, en los cuatro puntos cardinales, la planificación familiar. No sólo el gobierno; también Rockefeller y la Fundación Ford padecen pesadillas con millones de niños que avanzan, como langostas, desde los horizontes del Tercer Mundo. Platón y Aristóteles se habían ocupado del tema antes que Malthus y McNamara; sin embargo, en nuestros tiempos, toda esta ofensiva universal cumple una función bien definida: se propone justificar la muy desigual distribución de la renta entre los países y entre las clases sociales, convencer a los pobres de que la pobreza es el resultado de los hijos que no se evitan y poner un dique al avance de la furia de las masas en movimiento y rebelión.

Los dispositivos intrauterinos compiten con las bombas y la metralla, en el sudeste asiático, en el esfuerzo por detener el crecimiento de la población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles. Diversas misiones norteamericanas han esterilizado a millares de mujeres en la Amazonía, pese a que ésta es la zona habitable más desierta del planeta. En la mayor parte de los países latinoamericanos, la gente no sobra: falta. Brasil tiene 38 veces menos habitantes por kilómetro cuadrado que Bélgica; Paraguay, 49 veces menos que Inglaterra; Perú, 32 veces menos que Japón. Haití y El Salvador, hormigueros humanos de América Latina, tienen una densidad de población menor que la de Italia. Los pretextos invocados ofenden la inteligencia; las intenciones reales encienden la indignación. Al fin y al cabo, no menos de la mitad de los territorios de Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay y Venezuela está habitada por nadie. Ninguna población latinoamericana crece menos que la del Uruguay, país de viejos, y sin embargo ninguna otra nación ha sido tan castigada, en los años recientes, por una crisis que parece arrastrarla al último círculo de los infiernos.

Uruguay está vacío y sus praderas fértiles podrían dar de comer a una población infinitamente mayor que la que hoy padece, sobre su suelo, tantas penurias. Hace más de un siglo, un canciller de Guatemala había sentenciado proféticamente:

«Sería curioso que del seno mismo de los Estados Unidos, de donde nos viene el mal, naciese también el remedio». Muerta y enterrada la Alianza para el Progreso, el Imperio propone ahora, con más pánico que generosidad, resolver los problemas de América Latina eliminando de antemano a los latinoamericanos.

En Washington tienen ya motivos para sospechar que los pueblos pobres no prefieren ser pobres. Pero no se puede querer el fin sin querer los medios: quienes niegan la liberación de América Latina, niegan también nuestro único renacimiento posible, y de paso absuelven a las estructuras en vigencia.

Los jóvenes se multiplican, se levantan, escuchan: ¿qué les ofrece la voz del sistema? El sistema habla un lenguaje surrealista: propone evitar los nacimientos en estas tierras vacías; opina que faltan capitales en países donde los capitales sobran pero se desperdician; denomina ayuda a la ortopedia deformante de los empréstitos y al drenaje de riquezas que las inversiones extranjeras provocan; convoca a los latifundistas a realizar la reforma agraria y a la oligarquía a poner en práctica la justicia social. La lucha de clases no existe -se decreta- más que por culpa de los agentes foráneos que la encienden, pero en cambio existen las clases sociales, y a la opresión de unas por otras se la denomina el estilo occidental de vida. Las expediciones criminales de los marines tienen por objeto restablecer el orden y la paz social, y las dictaduras adictas a Washington fundan en las cárceles el estado de derecho y prohíben las huelgas y aniquilan los sindicatos para proteger la libertad de trabajo.

La pobreza no está escrita en los astros; el subdesarrollo no es el fruto de un oscuro designio de Dios. Corren años de revolución, tiempos de redención. Las clases dominantes ponen las barbas en remojo, y a la vez anuncian el infierno para todos. En cierto modo, la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden, es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin.
¿Tenemos todo prohibido, salvo cruzarnos de brazos? La pobreza no está escrita en los astros; el subdesarrollo no es el fruto de un oscuro designio de Dios. Corren años de revolución, tiempos de redención. Las clases dominantes ponen las barbas en remojo, y a la vez anuncian el infierno para todos. En cierto modo, la derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden, es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta. Si el futuro se transforma en una caja de sorpresas, el conservador grita, con toda razón: «Me han traicionado». Y los ideólogos de la impotencia, los esclavos que se miran a sí mismos con los ojos del amo, no demoran en hacer escuchar sus clamores. El águila de bronce del Maine, derribada el día de la victoria de la revolución cubana, yace ahora abandonada, con las alas rotas, bajo un portal del barrio viejo de La Habana. Desde Cuba en adelante, también otros países han iniciado por distintas vías y con distintos medios la experiencia del cambio: la perpetuación del actual orden de cosas es la perpetuación del crimen.

Los fantasmas de todas las revoluciones estranguladas o traicionadas a lo largo de la torturada historia latinoamericana se asoman en las nuevas experiencias, así como los tiempos presentes habían sido presentidos y engendrados por las contradicciones del pasado. La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.

Por eso en este libro, que quiere ofrecer una historia del saqueo y a la vez contar cómo funcionan los mecanismos actuales del despojo, aparecen los conquistadores en las carabelas y, cerca, los tecnócratas en los jets, Hernán Cortés y los infantes de marina, los corregidores del reino y las misiones del Fondo Monetario Internacional, los dividendos de los traficantes de esclavos y las ganancias de la General Motors. También los héroes derrotados y las revoluciones de nuestros días, las infamias y las esperanzas muertas y resurrectas: los sacrificios fecundos. Cuando Alexander von Humboldt investigó las costumbres de los antiguos habitantes indígenas de la meseta de Bogotá, supo que los indios llamaban quihica a las víctimas de las ceremonias rituales. Quihica significaba puerta: la muerte de cada elegido abría un nuevo ciclo de ciento ochenta y cinco lunas.

  • Las Venas Abiertas de América Latina. Eduardo Galeano

Buenas, si alguien ha llegado a terminarse el tochazo me gustaría debatir algunos puntos que se tratan o que derivan de este texto. Principalmente acerca del lavado de cara que se le ha hecho al capitalismo y sus bondades. De cómo los países capitalistas que ahora copan todos los índices han hecho y hacen para tener unas estadísticas tan bonitas y cómo este sistema necesita de una masa de perdedores para que unos pocos ganadores puedan darse la razón entre ellos sobre las buenas decisiones que han tomado.

Acerca del racismo, de señalar a naciones invadidas y aniquiladas por el capitalismo como ejemplos a no seguir y poblaciones enteras como tontos que no supieron ser ambiciosos. De pasarse la soberanía y la libertad que reclaman por el forro de los huevos. Me parece que Galeano da un enfoque muy crudo y muy necesario en este libro a la historia de América Latina y que probablemente muchos desconozcan. Parece que hablar mal de la España conquistadora se puede contrarrestar fácilmente con un "La historia negra" y señalar de antipatriota o ese nuevo término de moda, "endofóbico", a quien ahonda en los más y los menos de la historia de nuestra sociedad y nuestro sistema actual.

Y ahora ponedme gráficas de lo felices que son los niños en Singapur y en Suiza, pero recordad de qué países y de qué estratos sociales depende la felicidad de esos niños.

Kb

Ensayo antiguo y tochaco.

Resumen se agradece

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Lexor

panfleto antiguo sin base alguna del que reniega su propio autor
https://www.infobae.com/2015/04/13/1721977-el-dia-que-eduardo-galeano-renego-las-venas-abiertas-america-latina/?outputType=amp-type
pero aqui alguno te lo llegara a defender

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B

#2 Con que hubieras leído el final del texto donde pongo el libro y el autor te habrías ahorrado ese mensaje.

Edit a #2 : Sí es antiguo pero no por ello es menos cierto. Es que eso que he puesto es la introducción que en sí ya es un resumen del libro. Si quieres un RPV sería algo así como que el capitalismo dividió el mundo en ricos y pobres y de eso lleva alimentándose desde entonces. Y que la vida de un indígena nos parece muy lejana, pero para tener todo lo que tenemos hoy ha hecho falta aniquilar a millones.

#3 Mira por qué reniega. Reniega de sus formas, no de su contenido. Llámalo panfleto si quieres, pero igual estaría mejor si lo rebatieras con argumentos aunque no sea tu fuerte.

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Lexor

#4

No sería capaz de leer el libro de nuevo, porque cuando lo escribí no sabía tanto sobre economía y política", afirmó aquella vez

si para ti esto no es contenido sino forma HOC😂😂😂

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B
#1Parserito:

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder.

Hasta aquí he leído.

La división internacional del trabajo o globalización consiste en esto:

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B

#5 Lexor no te has leído el texto, estás copiando pegando un titular y dando por hecho muchas cosas en base a eso. Si quieres informarte de lo que dijo Galeano hay transcripciones completas. Tú quédate mirando el dedo del que señala como de costumbre e intentando quedar por encima en lugar de aprovechar para debatir e informarte.

#6 Ya sabía que vendrías con gráficas ¿Qué me quieres decir con eso? ¿Que fue buena idea aniquilar, esterilizar, robar recursos, traicionar, mentir, invadir y dar golpes de estado y mantener a un continente entero con la cara en el barro porque esas gráficas dicen que todo va bien? Ah! Y bravo por meter América del Sur y del Norte en el mismo colorcito. Chapeau

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D

Yo soy de Latino América y te digo 2 cosas:

1- Preferiría que mi país siguiera siendo parte de España.
2- Es cierto que "externamente" nos depredan, pero tambien nos depredamos desde adentro, porque nos enseñan a odiarnos a nosotros mismos en las escuelas de mierda que hay acá.

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Lexor

#7 si tu consideras necesario debatir sobre un texto que su propio autor reniega en base a

No sería capaz de leer el libro de nuevo, porque cuando lo escribí no sabía tanto sobre economía y política", afirmó aquella vez

pues sientete libre pero yo ya he dado mi opinion

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B

#8 Esos 2 temas se tratan en el texto también. No sé de qué país eres pero ser parte de España es más una ilusión que una realidad en 2018. En cualquier caso tus motivos tendrás. Del segundo punto también se trata en profundidad y es que como dice, la clase dominante en el interior es dominada en el exterior y el odio que dices surge del individualismo y de la codicia, ambas inherentes al sistema mundial.

#9 Ok Lexor

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B

#7 No, lo que estoy diciendo es que la globalización y el librecomercio permite a los ciudadanos de diferentes países intervenir en el mercado laboral y enriquecerse en todos y cada uno de sus percentiles, y eso queda reflejado en dichas gráficas, ¿y sabes qué? A diferencia de ti yo estoy contento y orgulloso de estar en el momento de la historia en el que menos pobres hay, y en el que más se está prosperando a nivel global.

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B

#11 Desde luego que cuando el esclavo agacha las orejas y acepta acaba viviendo mejor que cuando le estaban dando caza por el monte. Ahora si está en edad de trabajar será tratado de sus enfermedades (siempre y cuando el coste del tratamiento no sea superior a lo que va a producir con su trabajo, obvio), si tiene tele podrá ver coches buenos y desearlos igual que un gringo y si decide emplear pesticidas prohibidos en Europa y destruir el suelo probablemente acabe pudiendo comprarse una volqueta y comprarle a su hijo una camiseta de Messi. Eso sí, las aguas que antes bebían estarán contaminadas y llenas de parásitos, el suelo donde plantan estará lleno de químicos, el aire que respiran estará lleno de partículas tóxicas y si quiere tener lo que ve en la tele tendrá que dejar de cuidar el suelo y empezar a explotarlo reduciendo así la variedad de lo que producen y desarrollando patologías asociadas a la falta de nutrientes. Un hurra al libremercado que le ha dado más renta a la gente en bonitas gráficas de colores!

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B

#12

¿Tú eres consciente que el paso del tercer mundo al primero no es pulsar un botón y en 20 años voilá? En Europa hasta hace un par de generaciones (mis abuelos sin ir más lejos) se vivía como el culo, peor de hecho de lo que se vive en países del sudeste asiático. Tienes que entender que el progreso de la civilización no es un chispazo, es algo lento, y no todos los países evolucionan al mismo ritmo ni tienen las mismas circunstancias.

De todas formas, ve con ese párrafo que has escrito sobre las aguas contaminadas y se lo enseñas a los habitantes de Singapur, país que hace unas generaciones eran 3er mundo puro y duro y ahora son la mayor potencia de Asia y una de las mayores del mundo.

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maccgeo

Yo soy peruano y las cosas están mejor aquí que hace 15 años.

B

#13 Entiendo que no pasa de un día a otro, pero también entiendo que era en interés propio de los países capitalistas o dominantes que no fuese ni en 20 años ni en 200 porque de su miseria dependía y depende nuestro bienestar y desarrollo.

Singapur está muy bien como ejemplo, una pequeña ciudad estado apoyada por intereses extranjeros por su posición estratégica tanto geográfica como política frente a China amén de su tamaño. Vamos, que comparar lo uno y lo otro es un poco tonto salvo que quieras darte palmaditas en la espalda. Sería como decir que si todos hiciéramos como Suiza estaríamos todos con Rolex y conduciendo Bentleys, el problema es que a las clases dominantes les vale con tener Suiza y dos o tres sitios seguros más en el mundo, no necesitan más.

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B

#15 Que sí que sí, el cuento de siempre, del ayudante o el enemigo externo. Ya nos lo sabemos todos Parserito, la realidad es que Singapur estaba en el 3er mundo teniendo exactamente la misma posición geopolítica que ahora, pero cambió una cosa: sus políticas socioeconómicas, casualmente lo mismo que pasa en cualquier otro país del mundo, porque ¿qué pasa con Chile? Después de una dictadura y en un continente maldito: país más próspero de toda latinoamérica. ¿También es una ciudad Estado? ¿Qué está pasando ahí? ¿Con qué vas a conspirar esta vez?

Si el caso es buscar excusas porque parece que os jode que las naciones y sus ciudadanos prosperen a través de la única manera que se ha visto posible hasta la fecha: a través de la cooperación en libertad y del comercio.

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N

Nos robaron el orooooo

B
#16Noveno:

Que sí que sí, el cuento de siempre, del ayudante o el enemigo externo. Ya nos lo sabemos todos Parserito

Si llamas cuento a los hechos que no te gustan mal vamos. Para ti las invasiones, los escuadrones de la muerte, las esterilizaciones masivas y los golpes de estado patrocinados y financiados deben de ser cosa de Netflix.

#16Noveno:

la realidad es que Singapur estaba en el 3er mundo teniendo exactamente la misma posición geopolítico

Lo mismo es estar enfrentado al imperialismo gringo que estar enfrentado a los enemigos del imperialismo gringo dentro de territorio enemigo (China) Vaya lucida Noveno

#16Noveno:

¿qué pasa con Chile?

Chile es un experimento neoliberal de los gringos que interesa que salga bien amén de procurar un siervo geográficamente muy interesante en América del Sur. Estoy seguro de que sabes esto aunque prefieras no tocarlo.

#16Noveno:

las naciones y sus ciudadanos prosperen a través de la única manera que se ha visto posible hasta la fecha: a través de la cooperación en libertad y del comercio.

La libertad y el comercio están muy bien, no veo dónde he dicho que no deba ser así.

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D

#10 El texto está bien cuando dice que empresas extranjeras, capitales, etc. vienen acá a joder al projimo pero se equivoca en algo fundamental: los españoles no vinieron a hacer pobre esta región. Para prueba un botón:

Cuando México era parte de España, era más rico y avanzado científicamente que los Estados Unidos ya independizado.
Luego de que México se separo, curiosamente paso a ser la puta de Estados Unidos. ¿Entonces qué carajos paso? Se supone que si España mantenía a México atrasado, debió ser al revés, debió ser mejor que EE.UU., no volverse peor.

Todos los países latinos terminaron en una situación peor de la que habían estado antes.

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B

#19 Los españoles no fueron a hacer pobre a nadie ni a matar a nadie, fueron a hacerse ricos ellos y a rehacerse después de la bancarrota que tenían después de la "reconquista" y para lograr eso tuvieron que matar, que expoliar y que esclavizar. Y esto no lo digo como una crítica, sino como un hecho histórico.

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B

#18

Jajajaja, me descojono los malabares conspiranoicos que hacéis. Orweliano lo del enemigo/ayudante externo. La culpa no es de que las personas cooperando y comerciando en libertad prosperen mientras que sometidas al yugo de un Estado socialista se hundan en la miseria. No, la culpa es de cualquier otra cosa que te venga a la mente.

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sephirox

Como cooperan libremente esos niños de las fábricas en el sudeste asiático con el tito A.

B

#21 ¿Se te han cruzado los cables? ¿Qué hay de magufo en la invasión de Bahía Cochinos en barcos de la United Fruit? ¿Qué hay de magufo en el golpe contra Arbenz en Guatemala? ¿Qué hay de magufo en el apoyo de la CIA al golpe de estado de Pinochet? Tengo lista para rato, pero si ya me desmontas alguno de esos sería un buen comienzo. Así que cógete el papelito de la foto y quemas un poquito de la sustancia que más te guste con él.

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sephirox

#23 Tendrás la cara dura de acusar de montar la Operación Cóndor a los de siempre. Ni que el Corolario Roosevelt hubiese existido.

Sois unos magufos.

B

#22

¿Sabías que empresas como Inditex auditan a sus proveedores para que cumplan con unos mínimos? Mínimos que por cierto de no estar Inditex u otra multinacional ahí en la vida cumplirían porque esos países están en plena revolución industrial. A ver si te piensas que sin globalización esos países serían Suecia no te jode. Por otra parte seguro que tú eres de los que se cree que una persona en Indonesia debería tener un salario como el del primer mundo, ¿entonces por qué no ponemos en España salarios como en Suiza de 6000€ por habitante?

#23

Lo que es magufo es pretender señalar cualquier otra razón para justificar la prosperidad des las naciones en lugar de señalar lo que más influye: la política económica.

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sephirox

#25 Yo soy de los que piensa que el Estado debería proveernos de todo, parece que te has olvidado.

Pero oye, cada día me tienes más convencido.

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B
#25Noveno:

en lugar de señalar lo que más influye: la política económica.

Se te ha olvidado mencionar que la política económica dentro y fuera de casa. Y la de fuera de casa se hace a cuchillo siempre desde la libre cooperación desde luego. Doctrina Monroe o Corolario Roosevelt como señala @sephirox más arriba pero supongo que para ti eso serán magufadas o cuentos

D

#20 A mi otro comentario me remito. México era mas rico que Estados Unidos.
Para ser una nación llena de esclavitud, opresión, blablabla, era mas rica que un país independiente que hoy en día es potencia.

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B

#28 ¿De qué años estás hablando? Es que depende del período no tiene ningún misterio ser más rico que una nación que también ha sido expoliada por los ingleses durante siglos. Estados Unidos no nació primera potencia mundial

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Jok3r

Joder los de siempre defendiendo sus posiciones:

Unos mejor que otros, pero me gusta, enriquecéis el foro en serio, el nivel últimamente es lamentable.