Me ha parecido muy buen comentario el de una persona que no se siente catalana ni independentista pero ha entendido el momento que vivimos
Soy andaluza y vivo desde hace cinco meses en Cataluña. No es mucho tiempo, pero lo suficiente para comprobar lo que voy a definir a continuación, eso que necesito gritar al mundo por encima de la falsa propaganda y del desconocimiento que está enfrentando gravemente a todos esos pobres que siempre salimos perdiendo: el pueblo. Vamos allá.
- No me siento excluida por mi condición de andaluza en relación a la gente. El racismo excluyente existe en España, pero en general y afortunadamente, la mayoría del personal que te vas a encontrar es amable y tolerante. Los independentistas también. Por mucho que os sorprenda, independencia no significa intolerancia. ¡Hasta he hablado en castellano con independistas y nacionalistas catalanes! ¡Y me respondían en castellano!
Por supuesto, claro que hay intolerantes y estúpidos, pero de esos los hay en todos los bandos y comunidades. - Me gustaría ver con hechos contrastables esa constancia de la que habláis algunos afirmando que la inmensa mayoría de los catalanes se sienten españoles. Al menos, aquí la situación que se percibe es muy diferente, desde luego, he visto y presenciado con mis propios ojos que el independentismo no se reduce a una minoría del pueblo catalán.
- Hay gente en contra de la independencia que ha apoyado el derecho a decidir del pueblo. Algunos también han estado en los colegios organizándose junto a sus vecinos independentistas. Convivían y debatían pacíficamente. Que lo sepáis: es estúpido el bulo de que los catalanes que no son independentistas guardan silencio porque si no serían señalados. No, no están escondidos en clandestinidad en sus casas.
- Y por último, algo que me encantaría que todos entendiéramos. Mucha gente que aboga por el sí al estado independiente catalán no se basa en un patriotismo excluyente. No, no se trata de una cuestión de creer en fronteras, de poner barreras, de excluir u odiar al resto de españoles. Ellas y ellos quieren ser libres, se identifican con su tierra y no con un estado que atenta contra ellos desde hace años, con un gobierno mafioso y franquista al que han votado todas las regiones españolas menos la suya, con una monarquía podrida y absurda a la que otorgamos millones de euros.
Su independencia va unida a la lucha por unos derechos sociales, a la justicia social y a la búsqueda de un país mejor. Mucha gente que no era independentista pero aboga por todo esto, se está sumando al carro, porque, aunque es evidente que con la independencia no se acabarán todos los problemas, sí que parece que al menos se librarán de dos importantes enemigos: la monarquía y el gobierno del PP. Y nadie duda que puede ser un buen comienzo.
Creo que debemos darnos cuenta que, aunque obviamente esté muy asociado, no se trata únicamente de una cuestión de nacionalismo y menos aún de un patriotismo rancio que merezca ser comparado con el de los mismos que cantaban el otro día el cara al sol. Claro que sí, aman su tierra, su lengua, su cultura. ¿Acaso muchos de nosotros no lo hacemos con la nuestra? Y algo muy paradójico, es que, los que más se llenan la boca criticando este nacionalismo y diciendo "putos catalanes" son los que luego sacan la bandera para demostrar su amor a España sin saber que lo que están sintiendo es similar, la identificación con una nación.
Yo he visto con los vellos de punta a un pueblo firme y organizado, desde hace meses, como nunca jamás he presenciado en ningún otro sitio. He visto corazones gritando y ojos brillando. Los mismos que posiblemente hoy brillarían en mí si hubiera sido educada en Cataluña. Los mismos que brillarán en mí el día en que la cuestión a tratar sea una lucha por la monarquía-república en España.
Éste es el procès con el que empatizo, el real, no el de los Puidgemonts, no el de los que tratan de utilizar al pueblo para defender sus propios intereses, sí el de los Txarango, sí el de la anciana que cuando le ofrecieron un café y un asiento repetía que ella solo quería votar, el de la gente que durmió en los colegios y que luego entre lágrimas fueron sacados a rastras de éstos, el de mis vecinos que hacen caceroladas todos los días a las 22 horas sin excepción. Aquí, amigos, hay un pueblo organizado y movilizado, más que ninguno que haya visto nunca. Y esto, independientemente de la gente de arriba y de todas las Generalitat o Puidgemont del mundo, no se puede negar. El poder reside en el pueblo y el pueblo está queriendo decir algo. Y no somos nadie para afirmar rotundamente que es un pueblo borrego y manejado. Y si se equivoca y se cae, ha de equivocarse por sí mismo, porque no hay otro camino para la democracia.
Y para terminar, una historia ficticia que me apetece contar y que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia: Me quiero ir de mi casa y vivir una vida independiente. Esto no significa que odie a mi padre, mi madre y mi hermano. Tampoco soy una egoísta, quizás es que pienso que conseguiré evolucionar mejor por mí misma y que sólo sola seré libre. Puede que considere que mi vida será mejor de forma independiente. O que no quiero estar por más tiempo atada a ciertas normas de mi casa, sino que quiero instaurar las mías propias. O quizás es que no me da la gana de que nadie más influya en mis decisiones. Resulta que, al fin y al cabo, todo el mundo tiene derecho a volar.
Sin más, dejemos volar a quién quiera volar. Demos la oportunidad de decidir el futuro propio.
Y sobretodo, que siempre venza el pueblo.
(De una andaluza en Barcelona)