Vamos, que tú puedes:
Supongamos que habéis terminado vuestra carrera de Derecho, y por consiguiente, os halláis abocado a desempeñar un puesto en el foro, halagado por las más bellas ilusiones respecto a vuestro porvenir –os hago la justicia de que comprendéis lo que altruismo significa-. Quizás entonces digáis: “¿Hay nada más noble que dedicar su vida a una lucha vigorosa contra toda injusticia, aplicar sus facultades al triunfo de la ley, que es la expresión de la justicia suprema?”
Perfectamente: como todavía no tenéis experiencia propia, os veis obligado a recurrir a las crónicas judiciales, donde encontraréis hechos que os ilustren.
Aquí tenemos, por ejemplo, un rico propietario que pide la expulsión de un colono que no ha podido pagar, efecto de cualquier circunstancia fortuita, la renta convenida. Desde el punto de vista legal no hay escape: si el pobre labrador no paga, sea cualquiera la causa que lo imposibilite, debe ser expulsado de la finca: en este punto la ley es inexorable.
Si os conformáis con la exterioridad de los hecho pediréis la expulsión creyendo que así cumplís con vuestro deber; si, por el contrario, profundizáis en el asunto, encontraréis muchas veces que el propietario ha derrochado siempre su renta, en tanto que el colono ha trabajado cotidianamente; que el propietario no ha hecho nada para mejorar sus tierras, y sin embargo, el valor de éstas, merced a los esfuerzos de aquel colono a quien arrojan del suelo que ha regado con su sudor, ha triplicado en cincuenta años, contribuyendo también a ello el mayor precio adquirido por la construcción de un ferrocarril, o una carretera, o la desecación de una laguna, o la roturación y cultivo de terrenos antes baldíos, obra todo no del propietario, sino de aquel miserable colono que se ha arruinado por haber tenido que tratar con los usureros, que le han sacrificado hasta lo último, agotando implacablemente todos sus recursos.
La ley, sin embargo, siempre a favor de la propiedad, está concluyente: sea de ello lo que quiera, el derecho favorece al propietario y desconoce el del colono; pero si vuestro sentimiento de justicia natural no ha sido aún suplantado por las ficciones legales, ¿qué haréis? ¿Sostendréis que el colono debe ser arrojado a la calle en consonancia a lo estatuido por la ley, o sostendréis que lo justo es que el propietario pague al colono el total aumento del valor de sus tierras, puesto que es debido muy principalmente al trabajo y desvelos de éste? Esto no está escrito en ningún Código, pero es lo que la equidad demanda. ¿Qué partido tomaréis: el de la ley contra la justicia o el de la justicia contra la ley?
Si en vez de repetir lo que se os ha enseñado razonáis; si analizáis la ley y a partáis de ella esas nebulosas ficciones con que se la ha envuelto a fondo, que ha sido siempre la consagración de todas las tiranías que pesan sobre el género humano a través de su larga y sangrienta historia; cuando hayáis comprendido esto, sentiréis un profundo desprecio por la ley y sentiréis aversión sin tasa contra esa monstruosidad que os coloca diariamente en oposición con la conciencia.
Y como esa lucha no puede ser eterna, o tendréis que subordinaros a ser un miserable, o rompéis con la abominable tradición y cendréis a nuestro lado a trabaja por la completa destrucción de esta injusticia económica, social y polísitica.