Mars One se apropia del espíritu aventurero y hambriento de grandeza que en los años sesenta y setenta llevo a la humanidad a la Carrera Espacial, a un desarrollo de la ciencia y la tecnología espectacular y, finalmente, a conquistar la Luna.
Espíritu que se fue diluyendo en los ochenta y noventa, con los objetivos cada vez más limitados por culpa de presupuestos económicos, de la política y, por que no decirlo, de la cada vez mayor apatía de la sociedad por el desarrollo humano.
Entramos en el siglo XXI sin tener acabada la Estación Espacial Internacional, sin haber vuelto a pisar la Luna en 40 años, sin ningún objetivo "inalcanzable" que rete a la humanidad a lanzarse a por él. Casi toda la ciencia astronómica que nos sigue fascinando (a unos pocos) proviene de satélites y sondas lanzadas hace más de 20 años: el Hubble, la Cassini, las Voyager... Un poco triste, la verdad.
Para mí, nuestro futuro depende de la exploración espacial. Está claro que no el mío, ni siquiera el de mis hijos y nietos, pero la humanidad no está destinada a permanecer en la Tierra para siempre. Dicen que la Tierra es la cuna de la humanidad. Y como cuna que es, la acabaremos abandonando cuando dejemos de ser unos bebés. Y para esto necesitamos fijarnos objetivos, y el más inmediato es Marte.
Ojalá los de Mars One puedan cumplir su proyecto y no se deje intimidar por los obstáculos y, sobre todo, por aquellos que aún viven en la Edad Media y ven una misión espacial como una bolsa de dinero perdido en vez de como el gran avance cientifico-tecnológico que es.