«Una nación creativa e innovadora», anuncia el Ejecutivo autónomo, «con un rico patrimonio, que contribuye al mundo como un país dinámico y moderno». Tiene una población de cinco millones y su actual Gobierno sueña con la independencia, aunque sólo el 30% de los votantes se muestra a favor, según las últimas encuestas. Con el objetivo de preparar el camino hacia esa supuesta libertad con la que sueña, ya se proyecta el establecimiento de una embajada en Nueva York. Estamos hablando de Escocia, un pequeño país con mucha valentía pero quizá con poca sustancia, aunque con un ardiente deseo de construir embajadas y nombrar a diplomáticos por todo el mundo.
Escocia no está sola, porque hay otros pequeños países con sueños similares. Éste fue el tweet que un periodista británico envió a sus colegas desde el restaurante del Parlamento de Londres, a orillas del Támesis, en mayo de 2011: «El personal de la embajada catalana ha estado con el equipo nacionalista escocés en la barra de la terraza de Westminster celebrando la victoria nacionalista».
Los nacionalistas catalanes siempre han sido los más firmes partidarios de la separación de Escocia del Reino Unido. Eso seguramente es irónico, ya que Cataluña tiene una población sólo algo superior que Escocia y entre los ciudadanos el apoyo a una hipotética independencia parece similar.
La embajada en Londres forma parte de un sueño que el nacionalismo catalán se ha negado a sacrificar, a pesar de que estamos inmersos en una terrible crisis económica. El Gobierno autónomo de Cataluña tiene una deuda extrema y recientemente ha tenido que pedir ayuda al Gobierno español y a la Comunidad Europea. El presidente Artur Mas necesita 13.000 millones de euros para este año que busca desesperadamente. ¿Quiénes son las víctimas de esta deuda? Obviamente, los ciudadanos de Cataluña, que están perdiendo sus empleos, sus casas, sus servicios médicos, su educación…, y que ya están protestando por medidas como la de ver incrementados los peajes de las autopistas. Cataluña ha recortado los salarios del sector público y ha instituido un impuesto de turismo de un euro y un cargo de igual cuantía por cada receta médica, así como nuevas tasas sobre la gasolina. Pero, ¿hay algún gasto que el Govern pueda reducir sin dañar a sus ciudadanos?
Eso, por supuesto, no es cierto. Muchos países han cerrado embajadas debido a la crisis. La diplomacia ya no necesita edificios costosos y personal para poder funcionar, y el crecimiento de la tecnología ha hecho mucho más sencillo y más económico mantener contactos y comunicar información. Como resultado, Francia, Italia, Reino Unido, Suecia y Austria están en proceso de cerrar varias embajadas y consulados. Pero el Gobierno catalán cree que las embajadas son sagradas y prefiere gravar con impuestos a la gente en lugar de renunciar a ellas, que son sólo una parte de la costosa burocracia que ha creado el Govern.
Por el momento, si mi información no está anticuada, la Generalitat tiene tres niveles de burocracia en el extranjero. En primer lugar, tiene 38 delegaciones comerciales (centros de Promocion de Negocios), que se encargan de ayudar a las empresas catalanas a encontrar nuevos mercados, así como atraer la inversión extranjera. Su propósito es ayudar a la empresa catalana. A continuación, tiene delegaciones culturales, todas llamadas Instituto Ramon Llull, encargadas de promover la cultura y el idioma catalán en el mundo. Hay cuatro de ellas en Londres, París, Berlín y Nueva York. Por último, tiene las famosas embajadas (oficialmente llamadas delegaciones del Gobierno), que tienen un papel político para representar a Cataluña como nación. Hay un total de cinco: en Bruselas, Londres, París, Berlín y Nueva York.
El plan era crear más embajadas, en Buenos Aires, Casablanca, México y China, para empezar. Pero el cambio de Gobierno puso fin a ello. No cabe duda de que Cataluña ha trabajado duro para proyectar su imagen en el mundo. Uno puede tener un largo debate acerca de los sueños de los nacionalistas sobre su impacto en el gran mundo exterior. El verdadero problema este año, sin embargo, no es sobre diplomacia sino sobre supervivencia económica. ¿Puede realmente Cataluña pagar millones de euros cada año en embajadas, mientras cientos de miles de catalanes están sin hogares y puestos de trabajo?
El embajador en París gana alrededor de 90.000 como embajador. Si las otras 10 personas que le acompañan ganan al menos 50.000 al año cada uno, los salarios de esta embajada sola vienen a ser tres cuartos de millón anuales. Nos podemos imaginar el verdadero precio que le está costando al pueblo de Cataluña mantener una presencia política en París.
Pero éste no es el único coste de los sueños de gloria. Los seis canales de televisión públicos de Cataluña están fuertemente subvencionados para tener una buena base de propaganda gubernamental y de promoción de la identidad nacional. La Generalitat, si mis cifras son correctas, destina 300 millones de euros anuales a los canales de televisión en bancarrota. ¿Es esa una política prudente?
Estamos viviendo momentos muy difíciles, cuando los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. En Cataluña, la tasa de desempleo está por encima del 22%: más de 836.900 hombres y mujeres. Pero la cifra es aún mayor si contamos también la ruina de miles de jóvenes que aún no han entrado en el mercado laboral. ¿Es éste el momento para la promoción de sueños diplomáticas mediante el establecimiento de embajadas y gastando millones en la formación de jóvenes para enseñar a los naturales de Camerún, México y Nueva Delhi a hablar catalán? ¡Tal vez sería una buena idea mantener a los jóvenes en Cataluña para enseñar el catalán a los miles de ciudadanos catalanes que no hablan una palabra de la lengua!
Tiempos de crisis crean desesperación y no puede haber mayor desesperación para un votante de una nación pequeña, ya sea Escocia, Cataluña o cualquier otra, que ver cómo su Gobierno ha decidido que los sueños ideológicos son más importantes que el bienestar de sus ciudadanos.
Henry Kamen es historiador británico (especialista en Historia de Europa), y aunque son mundialmente famosos por mentir más que ningún otro algunos sueltan verdades de vez en cuando, también tiene "España no es un pais, no tiene ni un solo héroe". Es profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Barcelona.
Tanto dinero que da Cataluña a España y al final es España la que les tiene que dar dinero... como siempre.