O la gran mentira de las relaciones personales.
Ayer, como otros muchos sábados, quedé con mis amigos de toda la vida para matar el rato entre la puesta y la salida del sol.
La diferencia, sin embargo, es que no bebí una sola gota de alcohol. Quería ver el mundo de la noche de una manera clara, sin culos de vaso de por medio.
Y vaya que si la vi.
La noche empezó normal, como todas. Que si cartas por aquí, uno o dos campeonatos de PES por allá, mientras corren los litros y la gente se suelta. Y soltó lo peor de si misma.
Como no podría ser de otra forma, la conversación derivó en lo que deriva todo pensamiento y acción del hombre: el sexo. O, más bien, la falta de él.
Uno de los integrantes de mi grupo sufrió la mofa y el escarnio por parte del resto debido a su mala suerte con las mujeres. Por supuesto, todos son unos semidioses, que diría Pessoa, que nunca han sufrido desengaños, grandes, fuertes, vigorosos, titánicos. Y en su infinita benevolencia decidieron que en esa misma noche, el amigo iba a pillar. Y claro, ellos iban a ayudarle. No hay nada como una actitud paternalista para situarse en el Olimpo y mirar hacia abajo con desprecio.
Así pues, cogimos el carrito y nos fuimos para el mercado. Y aquí surgió el verdadero problema, pues apareció ella y su falda corta y vaporosa. Vamos, de un soplido hubiese podido levantarla sin mayor complicación. Eso, unido a unos pechos del tamaño de la cabeza de un bebé hidrocefálico y una borrachera considerable la convertían en una presa más suculenta que una gacela con una pata rota para una leona. El puto santo grial del buitreo, vamos.
Y el desastre ocurrió. No era una completa desconocida. Un chaval, que siempre había considerado un ejemplo de bondad y camaradería, la conocía. En un principio lo vi como un rayo de luz entre las nubes, la oportunidad perfecta.
"Preséntasela" le comenté, le repetí y le insistí hasta que se me secó la boca. Y a cada petición mía le seguía una excusa cada vez más triste. Que si era gilipollas, que no hace falta hablar con un chuletón cuando te lo vas a comer. Que si tampoco la conocía lo suficiente, que mejor para no dejar rastro. Pero nada, uno no puede convencer a nadie si lucha contra el peso de sus cojones.
En esto que me largué profundamente decepcionado. ¿Cómo una persona, que siempre ha buscado el bien del otro, se comporta de una manera tan ruín y egoista? ¿Acaso creía tener posibilidad de morder esos pitones salvajes? ¿La necesidad de sexo es mucho más poderosa que la de gregarismo, aun sabiendo que hay millones de mujeres y sólo un grupo de gañanes a los que puedes considerar como iguales?
Si el juego limpio no se aplica a algo tan básico como son las relaciones humanas, ¿Qué se puede esperar de la sociedad y de su avance hacia un estado mejor?
Muchas veces he criticado aquí a las mujeres y sus actitudes estúpidas, su egocenrismo exacerbado y los pájaros de su cabeza, y debo decir que lo siento de veras. No son ellas el problema. En absoluto. Somos nosotros mismos.
He visto la luz. Y creo que me vuelvo a mi jodida cueva.
Gracias por leer esta mierda. La verdad es que necesitaba desahogarme. Asco de todo.
PD: No me voy a hacer un blog, eso es para negros.