"Baja a cortarte el pelo, baja" me insiste mi madre, "Que pareces un gitano ya, copón".
Y la verdad es que sí, y bien feliz. Tengo un pelazo cojonudo, una melena leonina digna del mismísimo Kevin Sorbo en "Andromeda", aderezada con unas patillas algarroberas, patilla negra.
Podría llenar párrafos y párrafos sobre este don que Dios me ha dado, cómo se encrespa con la humedad y me hace parecer el negro ese molón de la MTV, la historia de cuando lo usé para pasar desapercibido tras unos arbustos... Bellos recuerdos que se desvanecieron trasquilón tras trasquilón.
Cruzo la puerta del matadero, y no veo la cabeza roja de la peluquera a la que estoy acostumbrado. Mala señal. Y encima la de la recepción me dice que el nombre del barbero que va a librarme de las lanas invernales en pos de un poco de refresco se llama Leatherface. Puta madre.
Probablemente no haya conocido a un bujarra como él en la vida, es una ánfora de homosexualidad no reprimida. Supongo que por eso se hizo peluquero, a pesar de no tener ninguna habilidad con la guadaña. 10 minutos se pasó explicándome que iba a hacerme en el cabello, como un sádico que habla y habla antes de torturar, y otros diez minutos oyéndome suplicar por mi vida.
Que sangre fría tiene el cabrón, tijeretazo tras tijeretazo sin mostrar emocion alguna, salvo quizá una pequeña sonrisilla burlona, encima disfruta con mi ruina. Y más encima todavía, me ha cobrado pasta.
Ahora parezco tonto, con más años de los que tengo, y tendré que esperar alrededor de un mes mínimo para volver a pisar la calle de nuevo, va ser mi ruina, no así la de mi pj del WOW.
¿Qué hago ahora?
¿Me compro un fedora y no me lo quito hasta que se haya regenerado mi pequeño amor?
¿Espero a que vaya mañana y le saco los ojos con unas tijeras finas?
¿Le reto a un duelo de banjos?
Sólo quería desahogarme, gracias por leerlo.
En síntesis, no estoy contento con mi corte de pelo.