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Todas las filosofías que no descansan en el desarrollo universal y permanente de los postulados y derivados de la razón, tienen que apoyarse forzosamente en los sentimientos, incluso en Alemania hay una filosofía conocida como metafísica del sentimiento.
El nacionalismo es el ejemplo más claro de esto. Desde Herder, Fichte, Max Stirner y hasta los más germanófilos partidarios del totalitarismo, todos los filósofos han insistido de manera obsesiva en la exclusividad del sentimiento como fuente de inspiración de las ideas que sostienen al nacionalismo, por lo tanto el nacionalismo deja de ser una idea y pasa a ser ideología.
La ideología, es definida por Marx como el velo que oculta la realidad. Pero, en realidad, no todo es velo. Una parte de la ideología es realidad, porque también forma parte de la realidad el sentimiento, pero una cosa es que los sentimientos formen parte de la realidad y otra reducir la esencia de la realidad política a los sentimientos, ya que eso sería renunciar a la universalidad y perennidad de las ideas políticas, que aún sucediéndose en el tiempo, son una manera de expresar la moralidad pública, constante a lo largo del pensamiento europeo y universal.
El nacionalismo es el enemigo número uno de la libertad y el amigo número uno del totalitarismo, no sólo porque el nacionalista apoye al totalitarismo, es mucho más profundo.
La idea más elemental, pequeña e inocente, una idea parcial como el amor a la comunidad vecinal, a tu padres, a tu familia, a un pequeño territorio, no convierte la totalidad del amor a la pertenencia a dicho territorio o grupo en exclusiva, eso es la ideología. La ampliación a la totalidad de lo que sólo es válido para una pequeña parte de la realidad, la ideología convierte en dogma lo que sólo es una verdad pequeña y parcial.
La idea de amor al territorio original la tiene todo el mundo. No hay artista, filósofo, literato, novelista, pensador, que a lo largo de todas las épocas y todas las culturas no haya expresado éste sentimiento, junto con el amor a su país y al universo, los sentimientos locales y globales son compatibles.
Lo que es perverso es la deformación de la historia que necesariamente hacen los nacionalistas porque no tienen base ninguna de arraigo y deben falsear la historia para proclamar su independencia.
Por eso el nacionalismo es el enemigo número uno de la libertad.