Se vé que en este país, la solución a un problema es llorar, y llorar y patalear hasta que se consigue lo que se quiere. Los grandes líderes nacional-socialistas se sonríen y sacan la lengua a las cámaras de televisión mientras dictan cómo tienen que pensar y hablar el conjunto de ciudadanos de su comunidad autónoma, y persiguiendo a aquellos que se opongan a su línea de pensamiento.
Ante la debilidad de un régimen socialista partidario de someterse a acuerdos de políticos fascistas, y la de un tribunal constitucional incapaz de dictar una sentencia sobre algo tan elemental, poco nos queda, a la vista de semejante crisis institucional.