Acabo de leer un post buenísimo en el blog Diario de un asesino sobre la última campaña de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, que pego a continuación:
«http://bp0.blogger.com/_x0NLYEY3eZU/RdRmK45vJ1I/AAAAAAAAADM/KuHfjD_l_UA/s1600-h/c23chico.jpg (Éste mismo podría ser yo)
»La última campaña de la FAD [http://www.fad.es/Campanas?id_nodo=3&accion=1&campana=44], firmada por la agencia Delvico [http://www.delvico.es] (atención a la incomprensible web de esta agencia), marca un cambio de estrategia. El objetivo de la campaña no está muy claro, pero por primera vez parece que el anuncio no va dirigido a los consumidores de sustancias ilegales, sino a las amigas de mi abuela. Los carteles tratan de sensibilizar o de revelar a los más ingénuos, que gente de chaqueta y corbata con trabajos estables y socialmente funcionales, son en realidad y pese a su apariencia de normalidad, los nuevos drogatas. Y yo me pregunto: ¿Además de a Delvico, a quién beneficia esta inquietante campaña?
»Tradicionalmente, los anuncios contra las drogas nos trataban de salvar a los que nos drogamos, advirtiéndonos con todo tipo de efectismos truculentos de que el cerebro se nos achicharraría como un huevo frito, nos arruinaríamos económicamente, nos convertiríamos en zombis, nuestras madres nos verían terminar como en la canción de Los Calis [http://www.vvpo.com/baidu/160894.htm] y por supuesto, perderíamos nuestro trabajo, casa, familia, etc. Sin embargo este anuncio pasa de los consumidores, y se dedica a advertir a los que no se drogan, de que en su mundo y sin saberlo, se están cruzando con gente que sí se droga. Vamos, que es casi lo mismo que hacer una campaña para advertirnos de que todos los días, en el metro, en la calle, en el trabajo o en el supermercado, nos cruzamos con gente normal que al llegar a casa se convierten en pederastas, maniacos depresivos, maltratadores y/o coprófagos. ¿Se trata pues de crear alarma? ¿Se trata de infundir desconfianza en nuestras abuelas, para que empiecen a sospechar de cualquiera de los simpáticos jóvenes que les cedemos el asiento en el transporte público?
»La verdad es que la campaña identifica (y caricaturiza) a un colectivo en que siento que probablemente se me incluye. No puedo evitar pensar en el portero de mi edificio, que probablemente sea la persona en el mundo que menos podría sospechar que soy uno de los neoyonquis del anuncio. Cada día me ve salir a correr o a montar en bici, y por eso me tiene como al vecino vigoréxico del edificio. En su esfuerzo por resultarme simpático y asegurar mi voto de ratificación de su puesto en la próxima reunión de la comunidad, me regala complementos nutricionales para deportistas. Antes de trabajar aquí, el chico fue comercial de este tipo de productos, y cuando se enteró de que me preparo para mi próximo maratón, me trajo dos bolsitas de powergel con cafeína, un mejunje que toman maratonianos, triatletas y demás amantes del dolor. El buen hombre se quedaría estupefacto si supiera que el powergel no me compra las simpatía como lo haría algún exótico y fumable manjar... Claramente soy el yonqui disfrazado de ciudadano respetable que la campaña de la FAD quiere hacer visible. Amo a los niños, a los perros, a los pájaros, celebro las Navidades en familia y me gustan las bodas por la Iglesia, visto siempre con camisas recién planchadas, en mi casa suena música clásica, corro 12 kilómetos todos los días excepto sábado y domingo, procuro subir a la sierra dos fines de semana al mes, y el año pasado corrí un maratón. Pero soy el del cartel, porque lo que ni mi portero ni las amigas de mi abuela sospechan, es que cuando por fin estoy en casa, por la noche, sin nada que hacer, me enfrento a mis ganas de fumarme uno o dos canutos. Hay días que consigo abstenerme, hay días que ni lo intento, y hay días que me entrego con felicidad al hachís. Incluso hay sábados excepcionales, en que me meto un par de rayas. Debo de ser el prototipo de persona al que la nueva campaña de la FAD pretende desenmascarar frente al resto de la sociedad, esos pobres ingénuos que pensaban que era un chico sano, respetable y sin problemas. Ay, si mi portero supiera.»
Copiado de http://clubdelasesino.blogspot.com/2007/02/la-ltima-campaa-de-la-fad.html
Está muy bien el primer comentario, hacia al final de la página.