Hola,
Escribo este thread porque me impera la necesidad de encontrar ese alivio que uno dice sentir cuando revela un secreto, cuando uno confiesa un pecado:
Después de salir del BBVA ayer al medio día y de sacar los últimos 20€ para pasar el mes, (tengo un mes jodido), ví como, a unos 10 escasos metros de mí, un hombre que habia dejado el coche en doble fila, se dirijia con prisas a otro cajero de la zona.
Po el camino sacó del bolsillo izq de su camisa a la altura del corazón, su billetera al tiempo que se dejaba caer como si se tratáse de una hoja madura de un árbol, un papel largo...
El hombre con prisas ni se inmutó. Aceleré mi paso con la intriga de ver qué era realmente lo que se le habia caído. Cada paso que yo daba más convencido estaba de que aquello era un billete, pero sin saber de cuanto.
Mi reacción fue inusual en mí. Me sorprendí. Aquel no era yo. Juro que lo primero que hice antes de recogerlo del suelo fue mirar al cielo. No sabia si dar las gracias o pedir permiso al "gran jefe"; ¿puedo?. No esperé mucho, me autocontesté.
Y lo hice.
Sin mirar atrás, ni al frente, sin mirar a nadie. Me agaché de medio cuerpo lo cogí y... caminé unos pasos. Tres, cuatro pasos... no lo sé. Entonces miré y analicé el final de la calle y el tiempo en el que aquel hombre podía cerciorarse de la pérdida del caprichoso billete. Supe que solo disponia de X segundos. Qué aquel hombre enviado o no, por nuestro Señor, aquel hombre enviado por el mismísimo diablo para ponerme a prueba y poder juzgarme, aquel BUEN hombre... saldría del cajero para buscar su billete.
Y joder, corrí. Corrí sin tapujos. Corrí como aquel villano que ha matado y tiene miedo a ser juzgado. Corrí unos metros y de golpe paré, por miedo. Miedo a ser descubierto. Fueron escasos 3 segundos los que me detuve. El tiempo necesario para mirar atrás de nuevo y asegurar mi huída. No ví a nadie. No habia testigos. El camino era seguro. Me faltaban escasos 30 metros para cruzar la esquina respirar y desaparecer para siempre con aquel triste pero valioso botín.
Y corrí. Corrí de nuevo ya sin mirar atrás...
Al doblar aquella esquina sentí la salvación. Sentí un alivio especial mezclado con adrenalina y furor. Sentí que la vida era bella. Sonreí. Sonreí como un niño cuando coge algo que no le pertenece pero que sabe que ya es suyo. Que nadie se lo puede quitar.
Un triste billete de 50€, sí. Una situación en la que cualquiera de vosotros responderá que lo hubierais devuelto a su dueño con gesto de pastor de Dios. Yo también lo pensaría. Pero no lo hice, no sé por qué. Quizá el hombre me hubiera recompensado con otro billete de menos valor. Pero... ¿Por qué iba hacerlo? no es su obligación. Quizá se hubiera quedado perplejo ante tanta bondad y misercórdia y me hubiera correspondido con un simple "gracias", con voz tenue y cara de asombro. No lo sé. Nunca lo sabré.
Lo que ahora me remuerde la conciencia es ... "cómo actuó cuando se cercioró de la sufrida pérdida?" Qué hizo?, Hacia dónde se dirigió? Llegó a verme? Estaba él más necesitado que yo? Era un buen hombre? Era un mal hombre?
Por qué tengo remordimientos? Por qué estoy tan convencido de que pagaré por este acto?