Cuento mi historia de forma muy resumida mientras me tomo el café reglamentario de las 12 de la mañana.
Cuando era adolescente, con 16 años, empecé a salir con una chica de mi instituto que era además común en mi grupo de amigos de por aquel entonces (parte del cual se sigue manteniendo a día de hoy, con 11 años más, personas a las que quiero mucho). Duramos 2 años y unos días. Al principio todo era idílico, éramos la pareja perfecta y nos queríamos un montón, pero llegó la época de la universidad y claro, aquello no era igual que el instituto. Tenías que estudiar como mil veces más, disponías de poco tiempo para salir y además aparecían las fiestas que hacían tus compañeros de clase a las que, lógicamente, como buen chaval de 18 años que eras, querías ir para pasártelo bien.
Mi novia nunca entendió que yo saliera de fiesta y bebiese como todo hijo del vecino con esa edad cuando se programaba una quedada con los colegas. Es decir, esto es algo que hemos hecho todos, unos más y otros menos, pero todos. Todos hemos tenido 18 años y todos hemos salido de fiesta con esa edad, no te vas a quedar en tu casa recluído porque tu novia se enfada si sales mientras el resto de tus amigos se lo pasan bien. Es que eso no es incompatible para nada con seguir teniendo pareja. Pero yo que sé, se pensaría que le iría a ser infiel (jamás lo fui, me parece algo deleznable y rastrero) o vete tú a saber. Así pues, como ya la situación era insostenible porque es que era imposible compaginar salidas con amigos y con pareja sin que hubiese pollos cada vez que se daba una situación de estas, corté por lo sano al terminar los exámenes del primer cuatrimestre del primer año de carrera.
No os voy a negar que al principio me sentí liberado. Se acabaron los pollos, las peleas y las explicaciones cada vez que se organizaba una quedada con los compañeros de la facultad a la que yo quería ir. Sin embargo, conforme fui madurando, me di cuenta de que podríamos haber continuado juntos de no ser por lo jodidamente inmaduros que habíamos sido ambos. Me acuerdo de ella cada día y me da mucha pena de lo que pasó porque antes de que se empezase a torcer la situación estábamos tan bien que jamás pensé que aquello fuese a terminarse. Todo sucedió porque éramos unos críos y, con la inmadurez, nunca pudimos hablar bien las cosas. Yo intentaba convencerla, intentaba hablar con ella para que entrase en razón, le explicaba que se podían hacer las dos cosas (salir a veces con amigos y a veces con ella)…pero jamás dio su brazo a torcer. Eran muchas peleas, demasiadas.
Luego he estado con alguna que otra chica también, pero jamás he vuelto a sentir algo tan intenso como aquella vez.
A veces me gustaría volver a retomar el contacto, hace ya casi 9 años desde que cortamos y lo tendrá superado, pero por otra parte es algo difícil de abordar.