El viernes pasado a primera hora de la mañana el secretario de Seguridad Pública de Ciudad de México, Omar García Harfuch, fue objeto de un atentado del que consiguió salir con vida. El atentado tuvo lugar en Lomas de Chapultepec, una de las zonas más selectas de la capital y consistió en un intenso tiroteo sobre el vehículo en el que viajaba García Harfuch. En la refriega murieron dos escoltas y una mujer que pasaba por allí en aquel momento.
La policía ha practicado ya una veintena de detenciones y todos los indicios apuntan al cártel de Jalisco Nueva Generación, el más poderoso de México en estos momentos que, con este atentado, da un salto cualitativo porque lleva su actividad criminal al corazón de Ciudad de México e intenta acabar con la vida de un alto funcionario. Cosas como esta los cárteles siempre se han cuidado muy mucho de hacerlas por lo que semejante operación da pie a pensar que el narco descuenta la debilidad del Gobierno de López Obrador en un momento en el que la pandemia de covid-19 azota con singular virulencia el país y la economía se resiente. En México la clase política capitalina se siente intocable por lo que este atentado es algo más que un simple episodio de violencia callejera.