India está en lucha contra tribus de etnia mongoloide que viven en el Nordeste del país y que reivindican la independencia. Los hindúes son un pueblo perteneciente a la misma constelación etnolingüística que nosotros (indoeuropeos), mientras que los pueblos del Nordeste de la India son pueblos cuya lengua y rasgos físicos son distintos a los nuestros, pues tienen pliegue epicántico y otras características físicas típicamente asiáticas y hablan lenguas tibetano-birmanas. Los pueblos del nordeste de la India perpetran actos terroristas, matan ganado, queman cosechas, secuestran mujeres y niños. Están obcecados en una guerra de guerrillas y terrorista contra los hindúes que ya se ha cobrado miles de vidas y que erosiona gravemente la estabilidad política, social y económica de este bello país, culmen espiritual del pueblo indoeuropeo y hogar de los antiguos arios.
¿Cómo, pues, no movemos un solo dedo para impedir que nuestros parientes sean agredidos y vejados por pueblos totalmente ajenos a nuestra lengua, físico y creencias, pueblos totalmente diferentes a nosotros en cuerpo y espíritu? Parece que las naciones indoeuropeas no tienen ejércitos, ni dinero, ni poderío alguno. Nuestro amilanamiento terminará pasándonos factura. Hubo antaño un proyecto para construir un gran mar en el Sáhara y hacer fértil la región, poblándola a continuación de colonos europeos, para hacer frente a la emergencia de pueblos asiáticos; nada se hizo a la postre. En la actualidad pretendemos incorporar a nuestras instituciones supranacionales a pueblos túrquicos y toleramos la agresión a nuestros hermanos hindúes. Damos la imagen de estar débiles, desunidos, vacilantes y desorientados. Damos una imagen de etnia decadente que está perdiendo su poderío, cediendo su lugar a otros sin ser consciente de ello ni hacer nada por evitarlo.