El mundo de la noche ha muerto y por mí que no se levante.
Si bien por un lado fue -algunas veces- divertido mientras duró, creo que este submundo comporta muchos más puntos negativos que positivos, por lo que su cierre definitivo nos va a hacer a todos un poco más de bien que de mal.
Los que hayáis salido de noche lo suficientemente sobrios seguramente ya sabréis a lo que me refiero. Los que no: no podéis siquiera imaginar la picaresca y maldad que almacena la noche en sus desvanes de botellas de alcohol falsas, en sus salas con overbooking o en sus lavabos irrespirables por el vapor de orín. La noche apesta a sudor y meado, amigos.
Soy viejuno y os podría contar mil historias. Por supuesto no todas ellas son dignas de la cripta, pero sí que es cierto que al final salir de noche no compensa: ni al bolsillo ni a tu salud.
He presenciado bofetones a mujeres en la pista de baile, tirones de pelo entre zorras, escupitajos sobre gente, peleas peligrosísimas con resultados de nariz y huesos rotos, palizas casi mortales y hasta una cuchillada (Valencia, cómo no, será la calureta) a personal de seguridad. El origen? un ex que se fue a bailar con otra, una mirada a la chica equivocada, un simple pisotón sin su disculpa correspondiente o una negativa en punto de acceso.
Es cierto que yo nunca me he metido en problemas, que ni he pegado ni me han pegado, que siempre he tenido mucho cuidado con quién y dónde iba, pero la pregunta es: aunque yo me haya librado de la violencia, compensa en salud y economía?
Partiendo de la base de que yo entro cuando quiero porque pago mi entrada (a mis amigos y a mí no nos gusta entrar "por lista") ahí va mi historial: una mononucleosis, unos hongos, un susto de gonorrea (que al final salió negativo) y algunos constipados bastante fuertes. Salvo en alguna sorprendente excepción, casi todas las relaciones sexuales fueron de poca calidad y sin apenas conexión. Por supuesto siempre con condón, aunque la mayoría te piden que no te lo pongas.
Por si esto fuera poco, luego estaría el tema económico: botellas de Smirnoff rellenadas con vodka del Mercadona, botellas de Kornakov español haciéndose pasar por Korsakov cobrando solo 1€ menos por cubata, cubatas a 16€, aguas a 6€, entradas a reservados por 180€ sin derecho a prácticamente nada, tickets de guardaropa "perdidos" con su correspondiente prenda mangada, robos de móvil y dinero a puntapala, engaños en la barra con clientes guiris, etc.
El cliente favorito? El perfil de lo que en mi club llamaban "delgadito", el niño típico del barrio de Pedralbes, que viste como un madrileño, que llega con sus amigos-clon, que se dejan cada uno 40€ en cubatas porque creen que esa será "su gran noche". Finalmente dan las seis y todos vuelven a casa 40€ más pobres que antes y sin un triste beso robado.
Ese es su sábado tras sábado.
En resumen, si algún día la palabra "demigrancia" es aceptada por la RAE, el mundo de la noche será su primera acepción: cubateros en la barra moviendo un pie sin saber adónde mirar, speederas diciendo incongruencias rebotando de los brazos de un pagafantas a otro, concursos de meones -y meonas- entre los coches, de vomitadores profesionales, gente que se raja en medio de la pista, tiracañas patéticos. O el clásico: putillas reglosas que tras liarse con media sala acabarán la noche llorando por su exnovio macarra, sentadas en los exteriores de la discoteca rodeadas por una turba de plañideras hipócritas mientras otros borrachos sin dignidad se acercan intentando empatizar para pillar cacho.
Lamentabilidad en estado puro.
En definitiva, el mundo de la noche me ha demostrado que cuando ya parecía que no se podía caer más bajo, viene alguien y pierde su dignidad de una manera mucho más humillante que las anteriores. No lo echaré de menos. Lo siento por la gente que me ha atendido bien, por las risas y por los buenos momentos, pero oye, es que no sales a cuenta; por mí vete y no vuelvas.