Cuando abro los ojos no reconozco nada. Nada ha vuelto a sentirse familiar desde que no estás. Desearía haber sido capaz de haberte hecho sentir lo importante que eras para mí cuando aún estabas aquí. Siempre fuiste mi refugio. 'Casa' era aquel lugar donde tú estabas. Contigo al lado siempre me sentí invencible. Desearía poder volver a sentirme así. Nunca hubo un minuto a tu lado en el que no me sintiera protegido y bien acompañado. Verte de buen humor era todo lo necesario para sentir que todo acababa saliendo bien siempre. Tu comida, tus consejos, tus chistes. No sabía que te echaba tanto de menos.
No sé si estoy enfadado o arrepentido. No sé si tú no me diste suficiente, o si yo no supe ver tus muestras de aprobación. Pero para mí nunca fue suficiente. Desde aquel gran enfado siempre sentí que te hacía sentir defraudado. Todos mis esfuerzos por mostrarte de lo que era capaz, por desafiarte, por mostrarte mis habilidades; solo buscaban ganarme tu aplauso. Y tú nunca supiste verlo. Creo comprender que lo que te impedía verlo, era que nunca fuiste capaz de verme como nada más que tu hijo pequeño, indefenso y desorientado, soberbio y equivocado. Efecto Pigmalión: cuando me miro al espejo es exactamente lo que veo. Y no soy capaz de no verme como sentí que tú me veías: pequeño, indefenso y desorientado, soberbio y equivocado.
Hoy en día soy una persona que no quiero ser. Quiero ser para el mundo lo que tú fuiste para mí, pero no sé cómo se hace. Lo único que quiero es sentir que estás orgulloso de mí, y no sé dónde encontrar eso en este mundo.
Era tanto el peso que tenía en mí tu juicio, que tu muerte fue una liberación. Creo que jamás en mi vida respiré tan aliviado. Y el alivio duró un tiempo. Y fui libre unos meses, casi un par de años. Pero desde entonces no he sido capaz de volver a ver ni una sola vez el color en la vida, de sentir una conexión con absolutamente nada.
Tú me enseñaste que el halago es tu peor enemigo, e irónicamente, yo siento que sin tu halago soy mi peor enemigo. Cuando me busco en mi interior solo encuentro decepción. No importa las adversidades que supere, no soy capaz de sentirme bien conmigo mismo, ni de apagar esta máquina de guerra que vive dentro de mi cabeza. Dejarte atrás. No volver a sentir el arrepentimiento de tu mirada en los ojos de un extraño. Ser el hombre que sé que puedo ser y que tú no pudiste ver por miedo. Deshacerme del miedo. Del que heredé de ti. Este absurdo miedo que me acompaña desde que me levanto hasta que me acuesto.
Creo que lo único que puede competir con el amor de una madre hacia su hijo, es el amor de un hijo hacia su padre.