Pedro Serrano fue un capitán español que en 1526 sobrevivió, junto con otros dos compañeros, al naufragio de un patache español en un banco de arena del Caribe, llamado ahora Serrana Bank (Banco de Serrana) en su honor, situado en latitud 14º 20' N y longitud 80º 25' O, a 130 millas nauticas de San Andres Islas, en territorio Colombiano. Finalmente, de los 3 náufragos, tan sólo Pedro Serrano llegó a ser rescatado en 1534, 8 años después del naufragio.
Parece ser que en 1526, un fuerte temporal sorprendió a un patache español que navegaba de La Habana a Cartagena de Indias, pereciendo en el hundimiento toda la tripulación, con la excepción del capitán del barco, Pedro Serrano, y dos marineros, que lograron llegar a un inhóspito banco de arena sin apenas vegetación y sin fuentes de agua dulce.
Imagen desde la estación espacial internacional:
Lo que siguió al naufragio fue una auténtica odisea, con los tres supervivientes alimentándose fundamentalmente de pájaros y peces, y bebiendo muy a menudo sangre de tortugas marinas como suplemento al agua de lluvia que de vez en cuando podían recoger. Fue fundamental la idea de utilizar caparazones de moluscos, conchas de tortuga, y un pequeño depósito que pudieron construir con los restos del naufragio para almacenar el agua. A pesar de todo, uno de los marineros murió en los primeros días de estancia en el banco de arena.
Cuando los dos supervivientes llevaban 3 meses viviendo en el banco de arena, tuvieron la visita de otros dos supervivientes de otro naufragio, que habían llegado hasta la orilla en un pequeño bote. Parece ser que uno de los visitantes se quedó en el banco de arena, mientras que el marinero a las órdenes de Pedro Serrano partió en el bote junto con el segundo visitante para tratar de llegar a Nicaragua y pedir ayuda.
Como nunca más se supo de los que partieron en el bote, Pedro Serrano y su acompañante quedaron totalmente aislados, en la más profunda soledad durante los 8 años siguientes. El banco ni siquiera estaba entonces situado en las cartas marinas.
Como el banco estaba desprovisto de cualquier refugio, los dos náufragos construyeron durante su larga odisea una pequeña torre a base de rocas y corales, que además de refugio contra los vientos reinantes les sirvió para efectuar señales de humo a partir del fuego que encendían de vez en cuando con los restos de naufragios que iban llegando a la playa. Hoy resulta increíble la capacidad de supervivencia de estos dos hombres, que jamás se dieron por vencidos.
Finalmente, en 1534, la tripulación de un Galeón que iba a La Habana desde Cartagena de Indias divisó las señales de humo que los náufragos hacían desde su banco de arena. Enviaron un bote para socorrerles, y los llevaron al Galeón.
Tristemente, el compañero de desgracias de Pedro Serrano durante 8 años, falleció al poco tiempo de haber embarcado en el Galeón. Ni siquiera llegó a divisar tierra firme después de ser rescatado.
La suerte fue muy distinta para Pedro Serrano, quien consiguió regresar a España para comenzar una nueva vida que le dio fama y dinero y le convirtió en un personaje famoso no solo en la Corte Española, sino también en el resto de Europa, debido a los muchos viajes que hizo para narrar sus peripecias en las reuniones de la alta sociedad.
Antes de fallecer, Pedro Serrano dejó constancia de las penalidades sufridas en la compañía del otro náufrago en unos documentos que muestran al leerlos la angustia y el sufrimiento interminables producto del abandono más absoluto a su suerte. Su relato se encuentra hoy día en el Archivo General de Indias, en Sevilla.