Japón, potencia mundial, es una de los pocos países que mantiene la pena de muerte vigente. Está se aplica mediante soga, y en un sistema rodeado por el secretísimo tanto ante la sociedad como con el propio reo que no sabe la fecha de su ejecución. Por primera vez los medios entran al penal de Tokio, y podemos ver fotos y conocer un poco más como se aplica en el país nipón.
La Pena de Muerte
La ejecución de criminales y disidentes políticos ha sido empleada por casi todas las sociedades en un momento u otro de su historia.
La mayoría de países del mundo han abolido esta practica o la han limitado para casos excepcionales como la traición en tiempos de guerra (Chile, Brasil), en otros se realiza por motivos que nunca imaginarias como por ejemplo; en 2007 en Corea del Norte el director de una empresa fue ejecutado públicamente en un estadio deportivo, ante 150.000 personas como castigo por haber realizado llamadas telefónicas al extranjero.
Por norma general la pena de muerte se asocia a países bajo dictaduras o gobiernos radicales islamicos a excepción de los famosos, y activos en la causa, China y Estados Unidos (algunos estados la tienen abolida).
Sin embargo, hay un país admirado por muchos por llevarnos años de ventaja en muchos aspectos que aún mantiene la pena de muerte activa: Japón.
Japón es una de las democracias del mundo que aún aplica la pena de muerte como castigo.
La pena de muerte en Japón
La pena capital es legal en Japón en caso de homicidio o traición y se establece normalmente en los casos de asesinatos múltiples con factores agravantes.
La ministra de Justicia japonesa, Keiko Chiba, es la encargada de firmar las sentencias en el país. Es una firme opositora a la pena capital.
Pese a ello, el pasado 27 de julio mandó ejecutar a dos reos: Kazuo Shinozawa, de 59 años, condenado por la muerte de seis mujeres en el incendio de una joyería en 2000, y Hidenori Ogata, de 33 años, sentenciado por matar a un hombre y una mujer en 2003.
La ministra, algo insólito hasta la fecha, fue la encargada de presenciar las ejecuciones, y después compareció ante la prensa. "Me ha hecho pensar de nuevo profundamente sobre lo que significa la pena de muerte y de nuevo siento con toda firmeza que es necesario una discusión fundamental sobre la pena capital", declaraba para anunciar que el gobierno iba a revisar todo el proceso.
Estas dos ejecuciones puede que hayan marcado un punto de inflexión.
Como inicio de apertura del debate popular, por primera vez, los medios de comunicación japoneses han podido entrar en la cámara de la muerte en el penal de Tokio.
El complejo está formado por cinco estancias, y en el reportaje no se muestra la soga. Las imágenes muestran unas salas limpias, de colores neutros, y que nadie asociaría a las ejecuciones por su aspecto. Estamos acostumbrados a salas que más bien parecen
La pena capital en Japón se realiza por ahorcamiento. Es así desde 1873, cuando se sustituyó el degollamiento por la horca. No hay apenas oposición en la opinión pública: el 86% de los japoneses se mostraba a favor de la pena de muerte en una encuesta realizada por el Gobierno en febrero pasado, cinco puntos por encima que una encuesta similar realizada en 2004.
Pese a este apoyo férreo al castigo máximo, los japoneses no reciben información sobre las ejecuciones. Los medios de comunicación locales no publican imágenes, y de hecho, rara vez se informa de estas.
El reo no sabe la fecha de su ejecución
107 personas esperan en el corredor de la muerte a ser ajusticiados. La pena de muerte en Japón tiene un componente único entre otros países donde se aplica el castigo máximo: el sentenciado no sabe cuándo va a ser la ejecución.
Puede pasar años en el corredor de la muerte, hasta que una mañana se presenta el guardia de la cárcel para comunicarle al reo que le ha llegado la hora. Las organizaciones contrarias a la pena de muerte, como Amnistía Internacional , denuncian esta tortura psicológica que supone no saber qué día se va a cumplir la sentencia. Los distintos gobiernos han ido heredando la misma excusa: con esta práctica, aseguran, se intenta evitar crear la ansiedad en el reo ante la fecha inminente de su muerte.
La pena de capital se aplica en siete penales de Japón. Pocas personas han tenido, hasta ahora, acceso a las instalaciones. Esa información ni siquiera llega a los familiares del ajusticiado, que suelen recibir la notificación de que la ejecución se ha cumplido a través del abogado del reo.
El ocultismo afecta también a los propios políticos. En 2003, por primera vez en las últimas tres décadas, una comisión compuesta por nueve parlamentarios pudo visitar el penal de Tokio.
La Ceremonia
El día de la ejecución, según los pocos testimonios que hasta ahora han transcendido, el reo es conducido a una sala contigua donde se confiesa con un sacerdote.
En esta sala, el reo se reúne con un sacerdote antes de su ejecución. La sala está presidida por un altar con la imagen de Buda. Durante la ejecución suenan sutras, cánticos religiosos que recogen la vida de Buda.
De la ejecución son testigos el director del penal y al menos un funcionario de la oficina del fiscal, que certifica que le pena se ha cumplido. Este redacta un informe a su superiores, pero tiene terminante prohibido hablar del ajusticiamiento.
La sala de ejecuciones, de paredes de madera, tiene el suelo acolchado. En medio cuelga una soga. Los encargados de accionar la palanca que hace vencer la trampilla son tres funcionarios del penal.
En una sala contigua, sin vistas a la soga, pulsan a la vez tres botones. Solo uno de ellos acciona realmente la trampilla. Así se pretende evitar que el funcionario sufra algún tipo de trastorno psicológico, o pueda ser señalado como verdugo.
Una vez cumplida la ejecución, el reo debe permanecer entre uno y cinco minutos colgado, aunque este periodo se puede prolongar a juicio del director del penal, que actúa de maestro de la ejecución.
Las organizaciones contrarias a la pena de muerte, denuncian además, las escasas garantías jurídicas. En un sistema donde prima sobre todo la confesión del culpable, las organizaciones de derechos humanos denuncian que los presos puedan estar hasta 23 días sin contacto con los abogados, y que además, la asistencia letrada no sea obligatoria en los interrogatorios policiales. Tampoco hay límite de edad, y en el corredor de la muerte hay presos octogenarios. Las mismas organizaciones también denuncian que entre ese centenar de presos que no saben la fecha de su ejecución, hay varios enfermos mentales.
Post adaptado de Elpais.com
Consultado: Wikipedia
Fotos: Reuters/Kyodo - 27-08-2010