Como hoy ha sido una tarde animada en un post sobre drogas, aprovecho para publicar un artículo que leí hace algún tiempo del señor Pedro Naveillan, en relación a las políticas actuales de drogas.
Para el que no sepa quién es este señor, sólo comentar su trayectoria profesional: médico cirujano especialista en psiquiatría, profesor asociado jubilado de la facultad de medicina en la Universidad de Chile, ex-secretario del comité de ética del Hospital Clínico Universidad de Chile, presidente del Instituto Chileno de Salud Mental, perito psiquiatra en la lista de Peritos de las Cortes de Apelaciones de Santiago y San Miguel, y psiquiatra en el ejercicio privado de la medicina. Da gusto que un profesional de este calibre sea consciente de los verdaderos problemas derivados de la prohibición.
Por cierto, hablar de legalización no es lo mismo que hacer apología del consumo, porque alguna gente de por aquí no tiene las ideas muy claras en ese sentido...
Bueno, para el que lo quiera leer (para el que no, RPV en #5):
LOS PROBLEMAS Y DAÑOS DEL ENFOQUE PROHIBICIONISTA EN LA PREVENCIÓN DE LAS DEPENDENCIAS
Se analiza en relación con las drogas los efectos nefastos del prohibicionismo
1.- Introducción.
En un enfoque de salud pública en la prevención en salud, se distinguen clásicamente 3 elementos donde se pueden ejercer las acciones, independiente o conjuntamente. Estos son: el agente, el huésped y el medio ambiente. Esto puede ejemplarizarse en el caso de una enfermedad infecciosa en que el agente es el microbio causante de la misma, el huésped es el sujeto que enferma y el medio ambiente son las condiciones favorables para que el agente se multiplique y entre en contacto con el ser humano.
El esquema antes señalado también suele ser conocido como el enfoque de salud pública y permite organizar conceptualmente las acciones en forma fácil. Se puede actuar sobre el agente destruyéndolo o impidiendo su multiplicación; sobre el medio ambiente evitando que entre en contacto con el ser humano - un ejemplo de esto es la destrucción de la variedad de zancudo portador del agente de la malaria y que lo pone en contacto, mediante sus fecas, con la piel del hombre dañada por su picadura -; sobre el ser humano mediante, por ejemplo, la vacunación específica.
Este esquema se ha mostrado muy útil en la prevención de las enfermedades infecciosas, y otras, pero requiere de muchos ajustes cuando se trata de las enfermedades mentales, en especial de las dependencias de substancias psicoactivas. Pese a ello, se lo ha utilizado con sus imperfecciones.
Se ha considerado como el agente a la droga, como huésped al hombre y como medio ambiente – en forma casi exclusivamente nominal - a lo social, en sus dimensiones sociológicas y antropológico culturales.
Se han esquematizado las acciones preventivas actuando sobre la oferta y la demanda de drogas. Las acciones sobre la oferta corresponderían, en gran parte, a la acción sobre el agente pero también sobre el medio que la pone a la disposición y estimula el consumo por parte de los usuarios. Sobre la demanda es también la acción sobre el huésped y sobre el medio.
Pero estos esquemas o enfoques adolecen de insuficiencias. No consideran, por ejemplo, que el verdadero agente de las dependencias es el hombre y que la droga ocupa un segundo plano pero esencial. En efecto, la droga, cualquiera que ésta sea, no es dañina o beneficiosa per se sino que, para que sea lo uno o lo otro, depende del uso que de ella haga el ser humano.
Ejemplificaremos lo anterior de este modo: la morfina y el resto de los opiáceos son excelentes medicamentos para calmar el dolor pero, si abusados, pueden producir dependencia en la mayoría de los seres humanos. Las benzodiacepinas son excelentes para el tratamiento de la angustia, del insomnio y de las epilepsias pero abusadas o consumidas por un largo tiempo también producen dependencias. La marihuana tiene grandes virtudes en producir relajación, placer y bienestar, a la vez que se le han descubierto otras propiedades terapéuticas en algunas enfermedades, pero tiene un escaso potencial de producir dependencia en algunos usuarios. Las bebidas alcohólicas tienen efectos saludables pero también, si se abusa de ellas, nocivos para la salud y la sociedad. Otro tanto ocurre con la cocaína y la nicotina y muchas otras substancias de abuso.
Se puede concluir que las drogas en sí no son condenables: todo depende del uso que los humanos hagamos de ellas.
Las acciones sobre el ser humano – agente y huésped a la vez - son complejas pero hay que retener algunos hechos esenciales:
a) Para volverse dependiente no basta con el consumo de la droga con potencial de provocar dependencia. Se requiere que también la persona que la consume sea vulnerable – esto es, tenga predisposición para volverse dependiente - , vulnerabilidad que puede ser física o, casi habitualmente, psicológica – más bien diría psiquiátrica, de afección de su salud mental -, social (medio ambiente familiar y social inadecuados) o espiritual: mundo de valores. Se puede resumir esto señalando que la dependencia es en lo esencial un problema de salud mental.
b) Como el hombre es por naturaleza un ser indigente, esto es, necesitado del otro, está sujeto en buena medida a la realidad de su entorno ecológico, fundamentalmente psicosocial.
Las acciones sobre el medio ambiente deben considerar no sólo el es común con el reino vegetal y animal sino, muy en especial, el que es propio del hombre, que es la cultura, en el sentido antropológico cultural, esto es, con lo que él ha producido por generaciones y sigue produciendo. En un ecología humana hay que considerar su habitat (vivienda, aldea, ciudad, etc.) y lo psicosocial: lenguaje, modo de relacionarse, lo familiar y social, las costumbres, los valores, etc. A este respecto es de importancia señalar que, en gran medida, la epidemia de dependencias a la que asistimos es consecuencia de la sociedad mercantilista y su cortejo de desvalores.
Premunidos de estas reflexiones introductorias, podemos entrar de lleno en nuestro tema del prohibicionismo.
(...)
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