Se acercaba la noche de San Juan, todo parecía indicar que iba a pasar la festividad y no iba a ir, pero una llamada me despertó de mi siesta el miércoles por la tarde. Era un amigo mio, que había quedado con unas chicas.
-Perfecto! -Pensé, el plan está solucionado.
Era la primera vez que iba a celebrar la noche de San Juan fuera de mi pueblo, y por lo que escuché, donde estaba, era uno de los mejores lugares para hacer las fogatas.
Llegó el día, cogimos el bus, cenamos y llegamos a la playa. ¡Era increíble! Montones de personas se aglutinaban por toda la playa, fuegos inmensos y muchísimas chicas.
Era la hora de encontrar a las tías, nos costó pero lo hicimos. Tras un saludo inicial y unos intercambios de palabras, dejaron de hacernos caso y siguieron a lo suyo. Eran tres preciosidades, que habían quedado también con otros amigos, por lo que se veía. Eran muchos chicos, y por cada mujer, había 3 buitres atacando. A mi no me apetecía meterme a competir, ellas no se lo habían ganado.
-Tu novia no te hace caso, pringao (no era su novia) - Le dije a mi amigo intentando fastidiarle.
-Da igual, yo no he venido por ella.
-Pues vamonos de aquí y le entramos al primer grupo de tias solas. -Le espeté intentando mantener el entusiasmo que intentaba esfumarse.
No nos fuimos, nos quedamos ahí charlando el y yo y era gracioso, porque el grupo de chicas se alejaba cada vez más de nosotros, y parecíamos tener un aura de soledad; había gente por todos lados menos a un radio de distancia de 3 o 4 metros a nuestro alrededor (y eso que estabamos al lado de una hoguera).
Era la hora de abandonar nuestra posición, reconocer y disparar.
No fue tan fácil, mi entusiasmo había muerto, y mi amigo estaba en estado pasivo, aunque mantenía algo de entusiasmo. Caminábamos y caminábamos, y no hacíamos nada, ni un triste abordaje. Saludamos y charlamos con algunos conocidos, después, mi amigo se encontró a una amiga suya de la infancia, mantuvo una alegre conversación con ella, yo me uní, y nos reimos un rato.
Mi amigo ya estaba mucho más contento, y yo empezaba a recuperar el entusiasmo.
Empezamos a soltar frases a cualquiera con quien nos cruzáramos, fuera varón o fémina, nos lo estábamos empezando a pasar bien, habíamos entrado totalmente en el estado que tanto desean algunos.
Conseguimos enganchar a algún grupo que otro, y cuando la cosa marchaba la mar de bien. Un golpecito en el hombro me hizo girarme a mirar:
Era una preciosa morena, con una cara belísima con pequitas, bajita, y con pechos turgentes, acompañada de su amiga, bastante guapa también.
Rápidamente reaccioné (no se realmente lo que le dije, no lo recuerdo, pero creo que fue algo relacionado con culparlas de ir bebidas), empecé a soltar anécdotas sobre la noche, a la vez que averiguaba cosas sobre ella, cada vez que ella decía algo que me gustaba, me acercaba a darle dos besos. Esto realmente no se si tenía un buen efecto en las tías, pero aquella noche comprobé que a mi objetivo si que le gustó, porque después era ella la que enseguida tenía una excusa para darme dos besos.
Nos fuimos con sus amigos, y comenzamos a hablar de la amistad. Se me ocurrió la brillante idea de decir que los picos eran simbolo de una verdadera amistad, resultado, todo el mundo dándose picos con el que le gustaba. A mi, mi preciosa morena, me lo demandó enseguida.
La noche siguió avanzando bien, mi chica, ya me había demandado también un beso con lengua y, tras el largo beso, me sentí culpable por mi amigo, que se quedó con los amigos de ésta, sin un objetivo interesante para el. Se lo mencioné, y tal vez fue porque temía que me fuera, me agarró, me tumbó en la arena y me besó apasionadamente.
Cada vez más encendidos, habiendo perdido a sus amigos y yo al mio, le ofrecí la posibilidad de ir a mi piso, ni siquiera me dejó terminar antes de decir que si.
Gran noche, lo pasé genial.