Un puente en primavera, ese pequeño respiro que el burgués aprovecha para desconectar de la rutina que le ahoga. Viajes a sitios recónditos, experiencias estéticas en todo su esplendor, recuerdos que nunca serán borrados...
Y no es necesario salir siquiera de casa para vivir estos sucesos que nos sacan de la monotonía. El destino, o la naturaleza, quiso que mi jardín fuese el lugar elegido por una pequeña rata de campo para sentar la cabeza, crear una familia, salir adelante.. vamos, ése momento en la vida de todo ser humano en el que opta por el sedentarismo frente a la ajetreada del roedor trotamundos. Perteneciente al orden de los Rodentia, y a la familia Múlidos, pensó que mi jardín era el lugar adecuado.
Es una zona agradable y tranquila, alejada de la ciudad, con un amplio abanico en lo que a entretenimiento se refiere, ausencia de depredadores naturales.. y en definitiva, un lugar idóneo para formar una familia. Foto del jardín:
Nuestro primer encuentro fue el miercoles al atardecer; caía el sol, y estaba yo tranquilamente acompañando la conversación en la terraza mientras mi hermana y una amiga suya aspiraban el humo aromático de una cachimba (información no relacionada: en las teterías se fuma, no se toma té), cuando vi que algo se movía en la zona de las macetas. Me acerqué distraídamente, y pude ver una sombra que se deslizaba hacia un agujero debajo de la boca del desagüe del canalón. En aquel momento supe perfectamente cual era mi presa.
A mi mente vinieron los numerosos recuerdos de la infancia, y saqué el orgullo de mis ahorros, mi flamante Gamo 3.000 del 5.5, terror de urracas y ratas de campo desde 1998. Dejo foto adjunta para completar el reportaje fotográfico que complementa mi relato.
Continué la noche, y al día siguiente coloqué el primer cebo. Una mandarina demasiado madura para comérmela, y un par de .. no recuerdo el nombre, esos panecillos duros que come la gente cuando está a dieta. Pensé que 'Rattus novergicus' (así la habrían llamado en la antigua Roma) debía darse a la vida sana, pero nadie dice que no a una mandarina una calurosa tarde de primavera.
Al día siguiente pude sacar en conclusión que la mandarina no era de su agrado (muy ácida tal vez), no así los panecillos, que aparecían mordisqueados. Al ser pan duro, había zonas en las que había mordido una sola vez, y el tamaño de los dientes incisivos me permitió deducir que se trataba de una rata joven; mileurista.
Tuvimos unos encuentros fugaces, en los que apenas pude encarar mi arma, pero que me sirvieron para recordar que entre las costumbres de los de su calaña está el empezar el día cuando el sol cae. Así que supe que la espera se debía realizar entre las 8:30 y.. hasta que la noche cayese sobre mi jardín.
Hoy supe que debía acostarme con una presa más en mi haber, y así lo dispuse. Andaba contestando al owned de los cocodrilos patrocinado por Spybreak, mientras, con el fusil cargado, me asomaba con relativa frecuencia a mi ventana (la segunda en la foto). Me asomé distraido, vencido por el desaire y la baja probabilidad del encuentro, cuando el movimiento de unas ramas llamó mi atención. Agarré el fusil, y apunté, esperé a que algo sucediese. En ese instante, recordé que la escopeta siempre estaba calibrada para disparar a eso de 30 metros, y para disparar tan cerca (unos 5 metros) debía apuntar por debajo del objetivo.
Empieza a deslizarse pegada al muro. Primer disparo, las hierbas se mueven violentas, y grititos de roedor abatido, pero no muerto.
Cargo la escopeta mientras salgo al jardín. Tras unos momentos de desconcierto, la veo. Está debajo de unas hierbas, pegada al muro. Aparto unas hierbas con el cañón, y sus ojos me miran asustados; aún está viva. Paralizada por la herida o el miedo, su cara redondeada de las especies campestres, y sus ojos negros y con forma de lenteja se fijan en los míos. Segundo disparo, se revuelve, y cae inerte sobre la hierba ensangrentada. La muevo con una pala pequeña de jardín y fotografío la pieza. La pongo bocarriba, para que no se vean los disparos. He ganado, y no debo regodearme en su desgracia.
La meto en una bolsa de basura. En la puerta de casa me encuentro con mi madre, que con cara de repugnancia hace como q no me ha visto para no llamar mi atención. Muevo la bolsa violentamente mientras grito uUuUU y se la acerco. Ella sale corriendo jurando contra ella misma. Bolsa de basura y contenedor; no es mal final para una rata.