La humanidad no representa una evolución hacia algo mejor, o más fuerte, al modo que se cree. El progreso es una idea moderna, una idea falsa.
Veo todo lo que me rodea, yo mismo incluído, y sólo veo putrefacción encubierta tras un halo de progresos, bienestar y comodidad.
Nuestros padres nos repiten desde pequeños los progresos que han habido desde su niñez hasta la nuestra. Algunos bienes que nosotros consideramos normales, para ellos eran auténticos lujos. Crecemos con una idea preconcebida de que el mundo está en continuo progreso, miramos a nuestro alrededor y nos deshacemos en elogios hacia el ser humano. Hemos sido capaces de usar los recursos naturales, y una vez hemos conseguido sacarles todo el jugo, hemos seguido inventando recursos para seguir exprimiéndolos y satisfacer nuestras necesidades, básicas o no, pero necesidades.
Somos la polla (piensan algunos), hemos conseguido conectar a dos personas que pueden estar a miles de km de distancia, hacer que escuchen sus voces con pocos milisegundos de retardo, prácticamente a tiempo real, incluso hemos podido conseguir que se vean, estén a la distancia que estén, gracias a las cámaras y a Internet.
Hemos sido capaces de hacer cosas que siglos atrás llamarían magia, muchos de los famosos inventores, filósofos y pensadores actuales, y no tan actuales, acabarían en la horca, la guillotina o empalados por sus ideas, sus descubrimientos o sus inventos.
Concretamente, desde que somos pequeños llevamos en nuestra cabeza la idea del progreso, el ser humano es un ente en constante evolución. Cada día que pasa, avanzamos en tecnología, salud, ciencia, política, incluso en sociología, humanismo y arte, se puede decir, que en comparación con el origen del hombre somos mejores, más complejos y difíciles. Hemos sido capaces de cosas que en ningún momento de la historia se haya podido siquiera imaginar. Si Jesucristo se levantara de su tumba y viera lo que hemos hecho, se pegaría una paja, se correría en la cara de Dios y afirmaría rotundamente que el ser humano, todos y cada uno de nosotros, somos el auténtico Dios. Esa energía omnipresente y todopoderosa capaz de crear y destruir todo cuanto se encuentre a nuestro paso.
Pensar esto nos eleva el ego hasta el punto de decir: Joder, los humanos somos la polla. Y yo soy uno de ellos.
Algunos lectores puede que se hayan quedado trastocados tras estos párrafos de halago hacia la especie humana, algo contradictorios con respecto al título y la frase con la que comienza esta entrada. No dejéis de leer, lo que expongo arriba es un hecho más o menos discutible, pero en esencia totalmente verdadero y real. Preguntad a cualquier persona si hemos progresado desde el principio de la especie humana hasta ahora y te responderán con un rotundo y esclarecedor "sí"; mas no es este mi pensamiento. Todo lo contrario.
Miro a mi alrededor y todo lo que veo es fruto del progreso humano. Una pepsi, una lámpara eléctrica, un libro encuadernado, un teléfono móvil (para colmo con Internet y unas cuantas redes sociales instaladas en él), un boli bic, una taza de café hecha de cerámica, una tele de alta definición y la misma pantalla en la que escribo esto. Pero, no obstante, ninguno de los objetos expuestos anteriormente, es esencialmente necesario para la supervivencia del ser humano en el sentido más estricto de la palabra supervivencia.
Entonces, ¿en qué nos hemos convertido? En creadores de falsas necesidades ocultadas tras el velo de la comodidad del ser humano como avances hacia el fruto que todo ser humano espera de su vida: la felicidad. Todos, absolutamente todos los avances del ser humano, en cualquier sector en el cual queráis pensar, tienen una dirección: hacer más llevadera la vida del hombre con un mismo fin, la obtención de felicidad. Pasajera o eterna, pero esa sensación en la cual los problemas o bien no existen, o son tan leves que ni merecen la pena ser considerados 'problemas' en sí.
Pero hemos errado, mis semejantes. Hemos caído en la más vulgar y sencilla tentación que nosotros mismos hemos creado. No sé quien, ni por qué, ni cuando, pero el error es compartido por todos con igualdad, hemos caído, hermanos, en el error de la propiedad.
Han pasado siglos, siglos y más siglos y seguimos creyendo en la propiedad como objeto de felicidad, como la gran ayuda. Desde pequeños nos inculcan nuestros padres el esfuerzo que han realizado para tener una casa, un coche, una cuenta bancaria con X ahorros, un pequeño caserón familiar en algún pueblo de la provincia o un título universitario. Todo lo que poseemos, material o no, debe ser y es motivo de orgullo, nos hace más libres y nos facilita la vida, hemos sudado sangre para conseguirlo y debemos tener en alta estima todo aquello que es de nuestra propiedad, incluso debemos defenderlo con sudor y sangre si nos lo intentan arrebatar. Sin duda alguna, es la propiedad lo que ansiamos desde que nacemos.
Yo digo que si el ser humano fue creado por un ente omnipresente, todopoderoso y con poderes sobrenaturales, ese no fue el Dios bueno y excelente que nos venden la mayoría de religiones monoteístas. Más bien debió ser el Diablo quien nos trajo aquí.
Si nos comparamos con el resto de animales y creemos que nuestra diferencia con ellos es la capacidad de raciocinio, ¿en qué lugar queda la especie humana, supuestamente superior al resto de infraseres que habitan el Planeta Tierra?
¿Cuantos genocidios han cometido las vacas? ¿Cuantas bombas nucleares han lanzado las águilas? ¿Cuantos países han destrozado los elefantes? ¿Cuantos tigres quedaron sometidos bajo el yugo de los leones? Reiros, esbozad una sonrisa o simplemente leed con indiferencia, pero todas las preguntas antes formuladas tienen una respuesta: 0.
Si los animales fueran especies inteligentes (así es como nos consideramos), deben pensar de nosotros que somos auténticamente tontos, y no en el sentido insultante de la palabra, sino en el más estricto de los significados. Desde el principio de nuestra existencia nos hemos matado unos a otros cuando no era estrictamente necesario para nuestra supervivencia (hay excepciones, canibalismo), además lo hemos hecho a todas las escalas (grandes genocidios, pequeñas masacres o insólitos accidentes) y por cada uno de los motivos imaginables. Es cierto que algunas especies de animales luchan por honor, gallardía o defender un territorio, mas no veréis cientos de panteras militarmente formadas dirigirse hacia un grupo de hienas para invadir su espacio y exprimir los recursos de su territorio.
Nosotros sí. Lo hemos hecho. Esto y muchas cosas peores, aún teniendo un cerebro infinitamente más avanzado que el de la mayoría de las especies. Hemos cometido todos los actos indeseables, perniciosos y deshonrosos que se nos hayan podido pasar por la cabeza. Si se os ocurriera alguno que aún no se haya realizado, estad atentos, no tardará en ocurrir.
El ser humano está sobreestimado. Nos lo hemos creído. No nos hemos limitado a ser los machos de nuestra manada, a ser los amos de nuestro territorio. Nos hemos expandido a lo largo del planeta, lo hemos modificado a nuestro antojo, hemos hecho nuestro lo que por pura ley natural no pertenece a nadie y pertenece a todos. Hemos querido dominar y poseer todo aquello que se nos ha puesto en el camino desde tiempos inmemoriales.
He estudiado el nacimiento de las ideologías, de la Antigua Grecia a la Edad contemporanea, y si hay alguna ideología que todos compartimos y a la vez nos enfrenta es una, la del egoísmo. Algunos dirán que como se me ocurre llamar ideología al egoísmo, cuando es más bien una actitud. Realmente, es la ideología por excelencia. La practicamos desde que somos hasta que morimos.
Sólo cuando no tenemos nada y hemos devaluado nuestra vida hasta el punto en que despreciamos cualquier cosa de la que podamos ser posesores, somos libres por definición.
Pero si hay un auge en todas las actitudes que antes he explicado, el egoísmo, el progreso, la creación de necesidades... llegó en el Siglo XX y ha llegado al cúlmen en el XXI.
No obstante, sigo con la mirada fija en mi alrededor como al principio, y todo lo que veo es perecedero, yo incluído, somos realmente objetos. Consumidores a la vez siendo consumidos por la misma esencia de nuestro ser, la propiedad.
Pasamos la vida trabajando, explotados al servicio de otros explotados para obtener un sueldo que nos permita adquirir bienes y servicios que hagan de lo cotidiano un pequeño estorbo hacia nuestro camino de paz y tranquilidad, el nirvana. O al menos, un 1% de ello. O mejor dicho, una ilusión de un 1% de ello.
Escribe esto uno de los vuestros, miserables. Un hipócrita como vosotros que ha caído bajo las garras de un sistema en el cual nos oprimimos unos a otros y además no nos importa reconocerlo y lo tomamos con normalidad.
No obstante, espero una revolución, un brote de peste neumónica, una inversión de los polos magnéticos, millones de fugas radioactivas instantáneas y simultáneas, un deshielo inmediato de los polos, una glaciación repentina o algo parecido que nos devuelva a la edad del paleolítico, donde todos nos encontremos de nuevo cazando mamuts con hachas fabricadas con nuestras propias manos y nuestra mayor preocupación sea la misma que la del resto de animales: comer, relacionarnos, reproducirnos y morir.
Sí, estoy MUY loco, pero me reconforta saber que no me diferencio en nada de vosotros. Y lo sabéis.
RPV: