Este es el relato íntegro de torturas sufridas por el joven vasco Gorka Lupiañez, detenido recientemente por la Guardia Civil. Tras 5 días incomunicado en dependencias policiales, fue enviado a prisión incomunicada por otros 8 días más. Tras 13 días, la familia y defensa pudieron por fin ir a Soto del Real, y oír el trato que sufrió durante esos 5 días. Manifestaciones de GORKA LUPIAÑEZ MINTEGI.
Me detuvieron el día 6 de diciembre hacía las 6 o 6:30 horas, de la tarde. Iba caminando por la carretera cerca de Berriz, y pararon dos Patrol de la Guardia Civil, que me pidieron la documentación y después de hacer comprobaciones durante cerca de una hora y al revisar la riñonera que llevaba, me detuvieron.
Me tiraron al suelo, y me quitaron los pantalones, dejándome con la malla que llevaba debajo. Me ataron las manos a la espalda. Me dieron patadas, muchas patadas. Uno decía a los otros que me soltasen, para que huyera y poder hacer dos a uno, con referencia a Capbretón. Al final me metieron en el Patrol, me pusieron con la cara pegada al cristal y con un Cetme apoyado en la sien, y así me condujeron, según dijeron, a La Salve en Bilbao. Me prohibieron abrir los ojos
En La Salve me bajaron a la carrera del vehículo, y me metieron en un cuarto. Me pusieron una capucha más o menos hasta el labio superior, y pude ver algo y oír las voces de los que estaban allí. Había cuatro personas, dos de paisano y dos de uniforme. Me dieron una paliza. Sobre todo golpes en los testículos. Me empezaron a hacer preguntas sobre muchos temas, queriendo que diese nombres. Entre continuos gritos y golpes, uno de ellos montó la pistola, y me la puso en la cabeza. Me llevaron a otro cuarto, y me comunicaron que estaba incomunicado.
Me sacaron de allí corriendo y me metieron a un coche. Al de unas tres horas, salimos hacia Madrid. Lo dijeron ellos. Me dijeron que allí, en Madrid, me iba a enterar. En el coche iban dos delante, y dos a mi lado detrás. El de mi izquierda me chillaba y golpeaba con la mano abierta. El de la derecha me puso una bolsa de plástico en la cabeza. Cada rato, la cerraba con las manos en el cuello, y me provocaba asfixia.
Pararon el coche al pasar un peaje, porque uno de ellos, que había estado celebrando el día de la constitución, había bebido estando de juerga, y estaba borracho y necesitaba orinar. Ese Guardia Civil me dijo que nadie sabía que estaba detenido, y que me podía pegar un tiro. Me dijo que ellos sólo se dedicaban a torturar e interrogar, que tenían turnos de cuatro meses, y que por eso tenía que estar allí, aunque no estaba bien. Hasta llegar a Madrid, continuaron los golpes y la colocación de la bolsa en la cabeza. Cuando llegamos a Madrid, me dijeron que estabamos en la Dirección General o algo similar.
En cuanto entré en un edificio, me llevaron a un cuarto, me desnudaron y me pusieron un antifaz, con el que estuve hasta ser trasladado al Juzgado. Me mandaron hacer flexiones. Me pincharon tres veces en el cuello, en la columna, entre los omoplatos o un poco más arriba. El tercer pinchazo me provocó un dolor muy fuerte, que me bajó por toda la columna. Esto se lo conté a la que se presentó como Médico Forense, y ella me dijo que tenía unos puntitos rojos en esa zona. No sé lo que pondría en sus informes. También me tocaron con algo, que me pareció un papel. Dijeron que era todo ello para calcular cómo podían ponerme los electrodos.
Por lo que me manifestó la Médico Forense, sobre la hora de la primera visita que me hizo, creo que puedo afirmar que me visitó todos los días. El primer día me dijo que era viernes a la una del mediodía. Yo pensaba para ese momento que llevaba ya días detenido.
En día y medio me habían obligado a realizar miles de flexiones. A la vez me golpeaban en la cabeza, a los lados y arriba, con algo que podría ser como un listín, o con una porra de algún material como goma. Con los golpes con ese “listín”, veía como luces. Me ponían una bolsa en la cabeza, y me metían dentro de ella humo de tabaco. Me la cerraban hasta provocarme asfixia.
Los interrogatorios eran continuos. Casi no pisé el calabozo el tiempo que estuve allí. Salvo unas horas el último día. Constantemente me estaban preguntando cosas. Los interrogadores se cansaban y, cada cierto tiempo, podría ser una hora, se cambiaban por otros. Los distinguía por las voces. Ellos dijeron que cambiaban cada hora. Eran habitualmente cuatro, en cada grupo, por las voces.
Había momentos en los que contestaba a las preguntas con cosas incoherentes, y no sabía razonar ni terminar las frases. Pienso que era por la falta de aire. Cuando desvariaba mucho, me dejaban descansar un poco.
Me ponían una manta doblada sobre el cuerpo, y me daban puñetazos a través de ella.
A partir de lo que considero un día y medio desde la detención, me empezaron a hacer la bañera además de las cosas que ya me venían haciendo. Me ataron en un colchón de espuma, y me metieron la cabeza en agua helada.
Luego empezaron a hacerme lo que ellos llamaban “aguapark”. Decían que se lo habían enseñado los israelitas. El “aguapark”, consistía en que me tumbaban en un colchón, me sujetaban los pies, los brazos y la cabeza, y me echaban agua con una manguera, en la boca y en la nariz. Cuando ya no podía aguantar, tenía que respirar. En ese momento, me tiraban un balde de agua a la cara, y me ahogaba. En algún momento y en esa situación debí de arañar a alguien al revolverme. A partir de ese momento me ataban con “celo” en los tobillos, y en las muñecas me ponían unas protecciones y me ataban también con “celo”.
Estando desnudo me obligaban a ponerme con los brazos abiertos. Me tiraban baldes de agua muy fría por encima. Como temblaba, decían que era el “ángel nervioso”.
Aproximadamente cuando sería el segundo día y medio, entre hacerme el “aguapark” y el “ángel nervioso”, me pusieron a cuatro patas en el suelo, y trataron de meterme un palo por el culo. Como no pudieron hacerlo, me tumbaron en el suelo boca arriba, me sujetaron, me levantaron las piernas, y en esa posición me metieron el palo por el culo.
En algún momento me pusieron atado en un colchón, me sujetaban un cable en el dedo gordo del pie izquierdo, y otro en la mano derecha atado con “celo”. Oía el ruido de descargas eléctricas, pero no sentía nada.
La Médico me veía todos los días, pero cuando me preguntó por el trato recibido y por como estaba, no le conté nada. Tenía miedo a lo que pudiera ocurrir. Le dije que se lo diría en la Audiencia Nacional. Me mandó dormir, pero le dije que no me dejaban. Para ir ante la Médico, me ponían unas mallas y una camiseta. Me conducían ante la puerta de una habitación, me quitaban el antifaz y me miraban los ojos, al parecer porque llevaba mucho tiempo con ellos tapados. Cuando salía de la habitación, de nuevo me ponían el antifaz y me desnudaban. Me preguntaban qué había dicho a la Médico, mientas me daban porrazos.
En los días que estuve detenido, me pudieron hacer más de 50 sesiones con la bolsa por día. Hice más de 10.000 flexiones. Dos (2) veces me hicieron lo de la bañera. Muchas veces lo de la manguera. Lo de la simulación de electrodos lo hicieron dos (2) veces. Porrazos y golpes sin límite.
Como no quería comer, en una ocasión me metieron un sobado en la boca a la fuerza. Echaron “colacao” al suelo, y me obligaron a chuparlo en el suelo.
Me tiraron numerosas veces del pelo. Tanto de la cabeza como del pubis. Me arrancaron mucho pelo del lado izquierdo de la cabeza.
Los interrogatorios fueron permanentes y los gritos constantes. Me dijeron que iban a actuar contra mi padre. Que mi madre había muerto de un infarto. Que estaban detenidos mi hermano y su mujer. Y que a mi sobrino, al hijo de ellos, le habían violado con un palo.
Hice tres declaraciones ante la Guardia Civil. Estaban preparadas. Me dijeron que no tuviera problemas. Que si se me olvidaba algo, el instructor de la declaración me lo recordaría. Y así lo hizo en todas las declaraciones. Me decía lo que se me estaba olvidando, de lo que estaba preparado. Me dijeron que iba a tener un Abogado, pero que no le podía mirar. No sé si estuvo presente algún Abogado en esas declaraciones. Las declaraciones creo que las hice el sábado, el domingo y el lunes. Era a la noche en todos los casos, y ellos decían la hora al iniciarse la declaración.
Cuando termino la tercera de las declaraciones, me llevaron al calabozo, y me dijeron que me iban a dejar descansar. No habían pasado ni unos quince minutos, un tiempo corto, me llevaron de nuevo a un cuarto donde estaba alguien que no había intervenido en los interrogatorios de los días anteriores. Lo noté por su voz. Me dijo que él tenía una función. Que era sacarme algo que no hubiera dicho con anterioridad. Me empezó a dar bofetadas en la cara, en los dos lados, y me provocó muchas llagas en el interior de la boca. Me ató los testículos y el pene con una cuerda, y se puso a estirar. También me estiraba con la mano. En un momento empecé a sangrar del pene.
A la forense se lo dije esto y tomó nota. Le dije que tenía los testículos morados y lo vio. Todo esto fue poco antes de ir a la Audiencia. Cuando me iban a llevar a la Audiencia, el Instructor de las diligencias policiales me dijo que tenía que decir al Juez lo mismo que había dicho allí. Que de lo contrario me iba a enterar. Me limpiaron, sobre todo la cabeza, y me vistieron para ir ante el Juez.
Cuando llegué a la Audiencia me hicieron declarar con Abogado de Oficio. Me negué a declarar ante el Juez, y sí le conté los malos tratos recibidos.
Cuando me llevaron a la prisión, le dije al médico de la cárcel que tenía varias lesiones en la boca. Me dijo que estaba bien. Le dije que cómo podía decir esto sin mirarme. Y me contestó que estaba bien y que no iba a mirar nada.. No sé lo que habrá puesto en los informes pero no me miró.
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Alucinante!