Comparto mi experiencia:
Mi familia proviene de un pequeñísimo pueblo al este de Lima, en la zona sierra de la capital, que se encuentra justo antes de otro poblado más grande y con mucho mayor atractivo turístico. Desde que era pequeño, una de mis actividades preferidas era acompañar a mis tíos a cazar camarones (o gambas como les conocerán por aquí) y cangrejos en el río que nacía casi a la misma altura que aquel gran pueblo, y recorría 6 o 7 asentamientos menores hasta llegar a la capital, fusionarse con el Lurín y desembocar en el Pacifico.
Pues sucede que conforme fui creciendo, la cantidad de camarones que cazaban empezó a ser radicalmente inferior hasta que un día simplemente dejaron de haber animales en el río. No solo las gambas, sino también las truchas y otras especies de peces dejaron de verse. ¿Ellos también descubrieron la globalización y decidieron mudarse para buscar mejores oportunidades? Nope. Los restaurantes de aquel gran pueblo empezaron a utilizar veneno y redes para satisfacer la demanda que había por parte de los turistas que visitaban el lugar y querían probar los platos típicos de la zona (a precios ridículos en comparación con pedir el mismo platillo en un restaurante de calidad media en la ciudad).
Poco a poco fui viendo como esas cenas familiares en el pueblo se convertían, como no, en una pobre fotocopia a blanco y negro de lo que habitualmentese se solía comer en la ciudad. Algún pollo a la brasa, o algo de comida rápida y ya. Sin salir nosotros mismos a cazar, sin esperar ansioso a que el chupe de camarones esté listo, y por supuesto sin poder jugar con las pinzas y esporádicas corazas de cangrejo que mi madre reservaba para mi diversión.
A todo esto, ¿se ha visto beneficiado aquel gran pueblo de la alta demanda turística? No, pero los pobladores/empresarios sí. Me explico, el pueblo sigue igual que hace 15 años, salvo alguna que otra mejora estructural. Los dueños de los restaurantes y clubes campestres invirtieron lo ganado en la capital y abandonaron el pueblo. Es decir, el dinero se fue y se quedaron los más tontos, los que plantaban las redes y echaban el veneno al agua, los que te cobraban la entrada a los clubes y “hacían valer las órdenes del patrón”, asegurándose de que nadie se aprovechara ni una pizca más de lo que merecían de acuerdo a lo que pagaban. Ellos, que madrugaban y sudaban la gota gorda por el bien del negocio, son ahora los que más reniegan de las prácticas de sus anteriores jefes y tienen que dedicarse a labores igual o más pesadas para poder generar lo mínimo para sus familias.
En fin, sé que en el fondo mi relato no tiene mucho que ver con el objetivo del hilo, pero he leído el primer post y no he podido evitar recordar todo esto.