Como en las novelas de Dashiell Hammett, la justicia necesita un culpable. A la justicia la crea el culpable y al culpable lo crea la sociedad. Miguel Ricart no sabemos si es uno de los asesinos de las tres gracias con minifalda. Lo que sabemos es que Ricart está ahí, disponible, penetrable, preso, y que otros han huido y huyeron bien, demasiado bien. Alguien le puso alas a su huida. Ricart, peor que culpable, es la metáfora de la culpa. ¿Es culpable de sangre? Es sobre todo culpable de estar ahí, encarnando la culpa, haciéndola vivible y visible. La ley siempre necesita un culpable porque la ley es una abstracción mientras no tiene un reo.
Al lobo lo crea el bosque. El lobo puede ser una manada. Caperucita se siente atraída por el bosque como el día por la noche. El lobo sólo está en el imaginario de Caperucita (tres caperucitas) como el culpable sólo está en el imaginario del juez. El juez sólo llega a serlo cuando Miguel Ricart se sienta delante de él, en una silla de oficina, con la cara en figura de enigma y los ojos inyectados en crimen.
La justicia alienta ante su presa. Caperucita alienta ante su verdugo, que cuando la mata la hace mujer. La verdad está ausente y vuela muy alto. "Nadie toque las moquetas". Miguel Ricart no es más que un fetiche falso, un halcón de plomo y purpurina. Ricart, la prueba definitiva, sólo es un burdo engaño, una mentira. Se sabe falso y llora.
Algunos extractos del libro "Ilustre Degeneración" de la Duquesa de Medina Sidonia que tuvo el libro censurado por siempre hasta que lo publicó ella misma en internet.
Obviar que las élites españolas tienen un poder enorme es innegable, se casan entre ellos, sumando influencias y así durante generaciones y claro, al final puede salir algún grupo de perturbados tal que busquen satisfacción en las cosas más horribles que se nos pueda ocurrir.