Bretaña francesa – Reportaje gráfico

Al día siguiente amanecíamos en Rennes, que más que una ciudad es un pueblo grande. Muchas Iglesias que ver, y muchas casas viejas y rotas por delante:

Me esperaba otra cosa de Rennes. No sé, me sorprendió para bien; me imaginaba una ciudad un poco más dedicada al sector industrial.

A la 1, visto el percal, ya tocaba volver a la carretera. Esta vez nos dirigíamos a Vitré, un pueblucho medieval situado a apenas 30 minutos de Rennes conocido básicamente por el “Château des barons”. Muy cuco, lleno de murallas, casas medievales de madera y un bonito castillo:

Tras una breve comida en un bar, nos esperaba la carretera. Otro pequeño viaje de 30 minutos. Esta vez fue el turno de Fougères; otro puebluco amurallado:

Este pueblo me gustó especialmente. Sin personas. Silencio. Tranquilidad.

Tras pasear un par de horas por el pueblo, y víctimas del agotamiento, decidimos ir ya a un hotel* que nos esperaba cerca del famoso monte Saint-Michel.

*”Le Beauvoir” se llamaba, que para un nombre con el que me quedo mejor lo digo.

Tras la grata jornada anterior nos levantamos pronto, muy pronto, y pusimos rumbo a las famosas playas de los desembarcos aliados, que estaban a escasos 10 minutos en coche. Allí nos encontramos con esto:

Tras tomar algo, marchamos a Longues sur Mer, que bueno, era una zona bastante guay cercana a unos acantilados más guays aún. Y encima había algún que otro bunker:

Y además unos prados bien majos:

Tras esto, y después de otros diez minutos en coche, llegamos a Omaha Beach. Al cementerio. Supongo que todos habréis oído hablar de él, así que solo pondré algunas fotos:

Al cabo de un rato, ya con algo de hambre, pusimos rumbo a Pointe du Hoc, una zona de bombardeos aliados. Muchos bunkers, agujeros de artillería, y hambre. Comimos en mitad de éste paisaje:

Recorrimos los campos arduamente y, cuando oscureció, bien pronto, a dormir.

Tras una noche dura y fría, y otro madrugón, llegamos a Vannes. No tengo ganas de escribir, así que dejo las fotos por aquí:

Destacar que comimos de puta madre en una especia de taberna. Perdonad que no diga el nombre del lugar, pero soy malísimo con los nombres y cuando viajo voy a lo que surja, sin nada planeado.

Tras la comilona, ya decidimos que era suficiente. Un último vistazo a la zona y para casa.
Así pues fuimos a ver el Golfo de Morbihan. Nos perdimos y acabamos aquí:

Mereció la pena, sí.

Bueno, se hacía tarde y era hora de volver a casa. 12 horas después llegamos sanos y salvos.

Eso sí, cabe destacar que a la vuelta paramos a cenar en Arcachon, en vez de en La Rochelle. Sacamos algunas fotos y hasta estuvimos a punto de ir a la Dune du Pyla pero, claro, ya eran las 11, estaba muy oscuro y el tiempo no acompañaba. Mejor no arriesgarse más.

Por cierto, supongo que ya os habréis fijado: no hay ninguna foto de noche. La cámara era, y es, una mierda. No funciona como debería.