Qué alegórico artificio
de incesantes puñaladas,
va escribiendo una condena
que con sangre va firmada;
de la izquierda a la derecha
sin dudar en su regreso
va rompiendo mis entrañas
compichado con mi espejo;
y su sonido... ¡Cómo retumba
en lo más hondo de mi alma!,
que tras la marcha de luceros
se marchita con el alba.